Una reflexión hermenéutico-analógica sobre el mito del Gorgias


Publicado en: el no. 88 de Logos. Revista de Filosofía. Edit. ULSA.. México, 2002.

La hermenéutica analógica de Mauricio Beuchot concibe al mito como un símbolo que da vida[1]. En primera instancia el lector puede sospechar que esta visión  es contraria a  la  que presentan los mitos escatológicos, ya que ellos versan -muchas veces de modo negativo- sobre aquello que nos depara después de la muerte.  Pensemos en un caso concreto, el del relato de Minos Eaco y Radamanto del Gorgias de Platón. Parece que su función es aterrar en vez de dar vida. Si este es el caso, o Beuchot está equivocado en su concepción de los mitos o cabe la posiblidad de que aquello que narra el mito y que provoca terror, en cierta forma dé vida también. La mencionada narración platónica, es  simbólica, y al serlo, maneja un mensaje oculto detrás del literal. Veámoslo. 
Platón basándose en Homero[2] afirmó que desde los tiempos de la primacía de Crono y, después del traspaso de su gobierno del mundo a manos de Zeus, Hades y Poseidón, los hombres estaban sometidos a una ley, la cual, dictaba que los justos y piadosos, debían ir, tras su muerte, a la isla de los bienaventurados, mientras que los injustos e impíos,  estaban obligados a marchar al Tártaro. El juicio era realizado por jueces vivos a  hombres igualmente vivos, exactamente el día en que iban a morir y, por lo tanto, las sentencias erraban con frecuencia. Hades y los guardianes de las islas clamaron por una solución. Zeus ordenó a Prometeo privar a los hombres del conocimiento de la fecha de su muerte. El juicio se realizaría posteriormente al fallecimiento, con las almas desnudas de los juzgados y de los jueces.  Eaco, de Europa, Minos y Radamanto, de Asia, vendrían a ser los magistrados designados para enjuiciar a sus respectivos congéneres. Eaco, por cierto,  tendría el voto decisivo en el caso de que sus colegas no se pusieran de acuerdo en un veredicto; y los tres impartirían justicia en el prado donde intersectan los caminos conducentes al Tártaro y a la Isla de los Bienaventurados.
Así pues, según el mito, la mencionada triada imponía las penalidades a su criterio pertinentes. De acuerdo con Platón,  "a todo el mundo que sufre un castigo -siendo correctamente castigado por otro- le corresponde o bien llegar a ser mejor él mismo y tener ventaja, o bien llegar a ser un ejemplo para los otros, para que éstos, al verlo padecer lo que padece, lleguen a ser mejores por temor"[3]. Las almas curables, sanan de la injusticia a través del dolor; las incurables sirven solamente de ejemplo y están sometidas a eternos castigos.
            ¿Qué es lo que intenta Platón al narrar semejante mito? ¿Dibujar a una fuerza divina  sádica y vengativa?, ¿infundir miedo a sus lectores?, ¿convencernos de que el mal siempre pierde y el bien  triunfa?
J.A. Stewart, piensa que esta narración  es un retrato de la "responsabilidad" (moral) diseñado de tal manera que remita al yo: "It  is in the consciousness of Responsability -of being the cause of actions for which he takes praise and blame- that  man first becomes conscious of Self as a constant in experience"[4]. Las almas por cierto son el sustento de  la conciencia  y su purificación la entiende Stewart, traduciéndola a nuestro contexto, como el "Perdón" y, éste, opera a través del Castigo en aras del bien último[5]. No obstante, surge una inquietud respecto a la clase de bien último que se nos vende. En el Gorgias, antes de narrar su polémico mito, Platón expone en boca de Sócrates su propia visión del asunto.
 Él cree en la objetividad del bien, debido a que éste no se reduce al placer que algo provoca en el sujeto; más bien, es la función de ese algo en el sujeto, la que determina su bondad. Por ejemplo, una medicina amarga es buena porque cura, no porque sea agradable al gusto. Obviamente no todas las funciones de las cosas son buenas. El criterio que establece Platón en el citado diálogo para determinar lo bueno, apunta a lo que es útil, por un lado, para la conservación de la salud del individuo, y por el otro, lo útil para la estabilidad o salud de la polis. El bien produce felicidad (Gorgias 470e) y si el bien y el placer no se reducen el uno al otro, la felicidad no se puede definir a partir del goce, sino de la no-adquisión del mal desde el principio (Gorgias 478 c).
"Felicidad", "placer", "bien", "maldad" son cuestiones capitales dentro del Gorgias. Ellas nos hacen aseverar junto con H. Gauss y Eduardo García Maynez que efectivamente el tema central de ese texto "es la vida humana y la forma en que debe vivirse"[6].
La forma de vivir la vida conduce irremediablemente al asunto de la justicia. Paradójicamente, la justicia nunca es denifinida dentro de dicho diálogo, como  bien señaló Seth Bernadete[7]. Sin embargo, hay una postura tácita al respecto. La dikaiosyne se asocia con lo bello,[8] lo bueno y la felicidad. Es compatible con la moderación, la valentía y la piedad e incompatible con los contrarios de éstas (Gorgias 507 c y ss). La aplicación de la justicia es la liberación de la maldad y tal liberación, reitero, opera a través del castigo. Una sanción al ser justa, imprime su cualidad en el castigado (Gorgias 478 d.y ss). A partir de semejante contexto se puede concluir que si la justicia libera, entonces es una fuerza; que si es aprendida, es un conocimiento y si el hombre justo guía sus actos por medio de dicho saber,  es una virtud al mismo tiempo.
Esta postura doctrinal le permite a Platón pensar que se debe castigar a los injustos y que, ocasionalmente, se puede matar a un hombre de manera justa (Gorgias 469 a-b). También piensa el maestro de Aristóteles que  una persona jamás liberada del mal en vida, será juzgada más tarde en el Tártaro, donde expurgará sus culpas. Por ende, el mito del Gorgias trata de la justicia ultraterrena (aunándose a lo ya dicho por  la interpretación de Stewart).
El más allá es un lugar vagamente descrito por la tradición literaria pre-platónica. La lectura crítica efectuada por Charles Moeller[9] en torno al corpus homérico afirma que los Campos Elíseos no están debajo de la tierra, sino sobre su faz. Allí nunca hay nieves, lluvias, ni inviernos largos y únicamente se siente el suave céfiro (Odisea IV, 560 y ss). Píndaro, por el contrario sitúa dicha pradera en el inframundo, aunque reitera su carácter idílico. Los hombres que la habitan practican juegos deportivos, música, gozan de danzas y perfumes[10]. En cambio, bastante distinta es la región de la lugubre zona de los ríos infernales, también mencionada por este poeta lírico.
Platón en el Gorgias prescinde de descripciones topográficas precisas del mundo de los muertos e ignoramos hasta que punto estuvo de acuerdo con las escatologías de Homero y Píndaro. Sin embargo, es nítida -al menos para filósofo ateniense-   la concepción de que el más allá depara a las almas dos destinos evidentes: las islas de los Bienaventurados para los justos y el Tártaro perenemente para los injustos incorregibles[11].  Mas la cosa no acaba aquí. Hay un tercer destino que se muestra obscuro: el de los injustos curables quienes sólo temporalmente permanecen en el Hades, pero jamás se indica a donde marchan a la postre. Moeller[12], considerando la doctrina platónica, deduce que las almas  reencarnan después de padecer su dolorosa purificación.
Curiosamente el dolor es una constante en esta visión de la vida y la muerte. Si  repasamos la biografía mitológica de los  jueces de ultratumba[13], Eaco, Minos y Radamanto, nos percataremos que incluso ellos y, a pesar de ser hijos de Zeus,  en vida no se escaparon del sufrimiento. Eaco sufrió la ira de Hera, quien aniquiló a su polis simplemente por ser él fruto de una de la aventurillas Zeus[14]. Minos padeció la venganza de  Poseidón materializada en el enamoramiento de su mujer Pasifae de un toro blanco salido del mar. Radamanto vivió en el exilio después de matar a un pariente. En consecuencia, los magistrados del más allá, encarnan la paradoja del "justo doliente"[15], es decir, de aquel ser virtuoso que cae en la impiedad y sufre para expiarla. El propio Sócrates, narrador de ese mito, es un hombre justo y es incapaz de evitar, como lo vaticinó Calicles, sufrir castigo. Ni los hombres que llegan a las islas bienaventurados, ni mucho menos los jueces del más allá, pueden escaparse, al menos en vida, de las penas.
El dolor y el sufrimiento están amalgamados con  la justicia y la felicidad. Vivir,  implica estas dos caras. Tal es la tesis que nos comunica veladamente el mito del Gorgias. Entonces surge otra interrogante: ¿acaso Platón era un masoquista porque vio sufrimiento en la felicidad  y dolosamente nos propuso imitarlo? Si en el citado relato escatológico se esboza un lugar sin sufrimiento, donde los justos residen;  dicha "imagen" basta para mostrar que  la intención del Platón no es perseguir en última instancia el dolor. Más bien, el sufrimiento es un medio (no él único, ni el deseable) para ser  feliz. El injusto debe padecer para ser justo y el justo no puede dejar de sufrir. Sorprendentemente, Platón guarda silencio respecto a la necesidad del sufrimiento. En ningún momento menciona una alternativa distinta cuando se trata de  purificar las injusticias cometidas. Tampoco explica por qué el dolor es apropiado para la "transformación" del sujeto. Tan es así, que las almas salvables dentro del Tártaro son liberadas del mal gracias a los tormentos recibidos.
En cierta forma, el filósofo ateniense concibe el proceso de expiación como algo mecánico ya que el injusto (el padeciente) padece la acción del castigo (el actuante) y además,  padece cómo actúa ese actuante, es decir, mecánicamente se infunde o se traspasa su cualidad.  Así pues, si algo quema intensamente, lo quemado se quema con intensidad; si algo corta profundamente, lo cortado es cortado con profundidad, y por ende,  quien es castigado justamente, adquiere la justicia dada en el castigo justo (Gorgias 476 b y ss)[16].
A casi 2500 años de distancia, prácticamente podemos pitorrearnos de Platón y de su ingenua visión de la naturaleza y la psique. La mente humana es ajena a tamaña pasividad. Mas hay un acierto todavía vigente: que el efecto de una acción sobre la conciencia es inevitable, aunque no sepamos bien a bien cuál sea su resultado.  En otras palabras, el sufrimiento (en cuanto que es provocado por una acción y  en cuanto que él mismo es una acción dentro del sujeto) sacude a la conciencia, provoca una reacción. El dolor de un tormento físico o del remordimiento finalmente es un suceso en la conciencia[17]. La conciencia dolorosa, como dijo Vladimir Jankélévitch, "...obliga al trabajo reflexivo a operar, como una vivisección, sobre nuestras experiencias aún recientes..."[18].
En griego "sufrir" se expresa con el verbo pásjo (páscw).  No alude exclusivamente al paqos (dolor), sino también al experimentar, al padecer, al estar afectado de ésta o la otra manera.[19].
Desde luego alguien objetaría que al sufrir se experimenta, padece o se está afectado de ésta o de la otra manera por el dolor. Pero igualmente se puede reparar en que no todos experimentamos, padecemos y somos afectados del mismo modo por una dolencia[20]. Esta diferencia está más vinculada con  la actitud de la persona que con el umbral de resistencia del cuerpo[21]. Y, si hablamos de actitud, estamos  hablando de la voluntad. El libre albedrío es impotente frente a la supresión sempiterna del sufrimiento,  pero está a su alcance darle sentido a su vivencia. ¿Cómo?  Bueno, la causa del dolor o el cese de su experiencia, en muchas ocasiones está en manos del individuo. Consideremos un ejemplo trivial: el dolor de la torcedura del pie de un atleta que calentó mal: aunque él no puede decidir que su cuerpo sea insensible, en buena medida puede evitarlo aprendiendo, o sea, calentando bien en las siguientes actuaciones. Por desgracia, no todos los daños producidos son ligeros y reversibles, a veces la solución es ajena al sujeto. Mas si el dolor es inevitable, su aceptación, paradójicamente, atenua su intensidad[22] y, específicamente el dolor moral, es transmutable mediante alguna compensación la cual, a pesar de no revertir el pasado, funciona como solución mágica "...que pretende devolver a las almas su pureza, anular no sólo el hecho consumado, sino la intención de consumar"[23].
Vaya, la vida no es absolutamente doliente, ni el dolor es sólo sinsentido, por el contrario, el sufrimiento invita a la búsqueda de sentido y la acompaña; en otras palabras, da vida.  Mauricio Beuchot[24] tal vez comprenda la cuestión aquí tratada dentro de un orden divino, es decir, como  un mal que permite la consecución del bien y  la salvación de las almas; quizá la entienda como una herramienta de la justicia de Dios. En este sentido estaría sincronizado con  Platón. En lo personal, yo no puedo conceder tanto filosóficamente, pero tampoco me atrevo a negar la posibilidad de semejante orden. La analogía podrá socorrenos, ya que atea, agnóstica o religiosamente, el sufrimiento mueve y da sentido a la vida. La narración mítica del Gorgias y el propio relato de la existencia humana convergen ahí. Pathos es dolor, pero también es sendero.

Bibliografía

BEUCHOT, Mauricio. Tratado de hermenéutica analógica. Hacia un nuevo modelo de interpretación.  Edit. UNAM / Itaca, 2ª edición. México, 2000.
CABRERA, Isabel y NATHAN, Elia. Religión y sufrimiento. UNAM. México, 1996.
GARCÍA, Eduardo. Teorías sobre la justicia en los diálogos de Platón. Tomo I.  UNAM, 2ª edición. México, 1984.
JANKÉLÉVITCH, Vladimir. La Mala Conciencia. Edit. FCE. México, 1987.
MOELLER, Charles. Sabiduría griega y paradoja cristiana. Ediciones Encuentro. España, 1989.
Platón. Gorgias (versión de Ute Schmidt). Edit. UNAM. Mëxico, 1980.
STEWART, J.A. The Myths of Plato. Centaur Press LTD. Londres, 1960.


[1] BEUCHOT, Mauricio. Posmodernidad, Hermenéutica y Analogía. Edit. Miguel Ángel Porrúa/IUC. México, 1996. Pág. 126.
[2]  Cfr. Iliada, XV, 187. En este fragmento, Poseidón da testimonio de la división del mundo entre los tres hermanos. También el el cuarto canto de la Odisea, se hace a una alusión de Radamanto gobernando en los Campos Eliseos; y en el canto XI, 569 de la misma Odisea se indica qe Minos impartía justicia con un cetro de oro en mano allá en Hades. No obstante, en relación con la vida de ultratumba, es necesario advertir que la visión que Platón sostiene  no es la homércia propiamente, sino la heredada por la tradición religiosa piopular agrupada en torno a los cultos mistéricos de Dionisos y Orfeo y las creencias pitágoricas. Tan es así que el relato del descenso de Ulises al Hades, incluyendo en testimonio de la impartición de justicia por parte de Minos (Odisea 11) y la mención de campos elíseos (Odisea IV 560 y ss) parecen ser, según cuentan los expertos, el resultado de una traspolación. Además Moeller indica que la interpretación del sentido que esas partes de la obra homérica ha sido distorionada ya que en relación con el primer fragmento, las almas no sufren castigos y torturas tras la muerte, sino acaso padecen de tristeza; y en relación con el segundo fragmento, Menelao cuando será trasladado a los campos elíseos custodiados por Radamanto, no lo será como muerto, sino como vivo. Dice Charles Moeller: "Esta nekuia del canto XI de La Odisea ilustra, pues, la idea de que el más allá no es más que la sombra proyectada por la vida terrena, una triste y perenne nostalgia por el mundo desaparecido [...]Menelao nomuere, permanece unido a su cuerpo; los dioses lo llevan a un lugar feliz situado, no ya debajo de la tierra, en los infiernos, sino en la superficie del globo, en los confines del mundo habitado. Por otra parte, Menelao no debe el hecho de ser preservado de la muerte a sus méritos morales, sino a su parentesco con Zeus ¿es una suerte tener buenas relaciones! (cfr. MOELLER, Charles. Sabiduría griega y paradoja cristiana. Ediciones Encuentro. España, 1989. Págs. 203 y 213).
[3] Cfr. Platón. Gorgias (versión de Ute Schmidt). Edit. UNAM. Mëxico, 1980. Pág.116.
[4] Cfr. STEWART, J.A. The Myths of Plato. Centaur Press LTD. Londres, 1960.Pág. 139.
[5] Ibidem. Pág. 140.
[6] Cfr. GARCÍA, Eduardo. Teorías sobre la justicia en los diálogos de Platón. Tomo I.  UNAM, 2ª edición. México, 1984. Pág. 171.
[7] Cfr. BENARDETE, Seth.  The Rhetoric of Morality and Philosophy. Plato´s Gorgias and Phaedrus. Edit. The University of Chicago Press. E.U.A., 1991. Pág. 6.
[8] Cfr. Platón. Gorgias 476 b. Para Platón algo es bello porque es útil o porque es placentero. En el caso del bien y de la justicia Platón sugiere que éstos son bellos por su utilidad.
[9] Cfr. MOELLER, Charles. Sabiduría griega y paradoja cristiana. Ediciones Encuentro. España, 1989. Pág. 213.
[10] Ibidem. También consúltese la Segunda Olímpica y Trenos, ambas de Píndaro.
[11]  Es este punto coinciden Píndaro y Platón, es decir, en que hay dos destinos postmortem: uno paradisiáco y otro tormentoso.
[12] Ibidem. Pág. 215.
[13] Eaco fue rey de Enona (polis a la que cambió el nombre por el de su madre) y producto de un amorío entre el dios del rayo y  Egina (Egina era hija del río Asopo y de Metope). Los otros dos  (Minos y Radamanto) los procreó el mandamás del Olimpo con Europa, hija de Agenor (hijo a su vez de Poseidón y Libia) y de Telefasa (mujer de Canaan).  Europa tuvo un tercer hijo con Zeus llamado Sarpedón. Ella fue abandonada por el dios y se casó con Astero, rey cretense quien adoptó a los tres como sus hijos. Consecuentemente, Minos gobernó en Creta y  Radamanto administró la tercera parte del reino de su hermano.
[14] Afortunadamente las propias plegarias de Eaco ganarónse el apoyo de su padre, quien, repobló su reino.
[15]  Tomamos esta frase de Charles  Moeller, qien parece que la saca del contexto de la interpretación bíblica.
[16] Vladimir Jankélévitch comparte una interpretación afin a la presente, en la que la justicia del Gorgias,  es una justicia cerrada, es decir, una versión mecánica y mercantil del equilibrio (seguramente del equilibrio entre los hombres), meidante la cual se intercaaambio malos procedimientos con la finalidad de resarcir un daño. Cfr. La Mala Conciencia. Edit. FCE. México, 1987. Págs. 83 a 85.
[17] Vladimir Jankélévitch habla de ambos tipos de dolor: el físico y el moral. El primero según él, proviene de la revuelta de un órgano (podríamos decir de cualquier parte del cuerpo)  que se vuelve objeto sin romper su nexo de pertenencia con el sujeto, pero que nos hace olvidarnos de la inconciencia de la salud;  en cambio, el dolor moral es de lo vivido, es decir, un reflejo ineficaz de la conciencia sogre un acontecimiento demasiado cercano de nuestra vida. Ambos dolores producen una lucidez (Cfr. La Mala Conciencia. Edit. FCE. México, 1987. Págs. 17 a 19).
[18] Ibidem. Págs. 17-18.
[19] Cfr. PABÓN, José M. Diccionario manual griego-español. Edit. Biblograf.  España, 1996. Pág. 462.
[20] "Sufrir" en griego expresa lo mismo que el verbo sufrir en español, inglés, francés e italiano; es decir,  tiene dos grupos básicos de significado, como bien ha observado Herbert Fingarette: 1) el de soportar, aguantar y 2) el de tolerar, permitir Para Fingarette en el primer sentido, el dolor, se rechaza y teme; en el segundo sentido el dolor es aceptado y afrontado. (Cfr. FINGARETTE, Herbert "El sufrimiento" en  Religión y sufrimiento. Edit. UNAM. México, 1996. Pág. 12).
[21] Herbert Fingarette comenta : "Una realidad médica bien establecida es que la expriencia de dolor físico que tiene la gente, comúnmente es generada, de un 30 a un 40%, por ansiedad, más que físicamente causada por la molestia inicial. Esto es por lo que el efectoplacebo es tan poderoso para disminuir el dolor. Den a un doliente un placebo inofensivo que está etiquetado, por ejemplo como morfina, y la consecuente expectativa de alivio da por resultado una notable disminución de la experiencia de dolor. En suma, la actitud de uno hacia el dolor establece una notable diferencia en la naturaleza misma de la experiencia de dolor" (Cfr. FINGARETTE, Herbert "El sufrimiento" en  Religión y sufrimiento. Edit. UNAM. México, 1996. Pág. 16). Si pensamos en el dolor moral, seguramente veremos que una persona optimista manjea con menos dificultad los sfrimientos que una pesimista.
[22] Cfr. FINGARETTE, Herbert "El sufrimiento" en  Religión y sufrimiento. Edit. UNAM. México, 1996. Pág. 16.
[23] Cfr. JANKÉLÉVITCH, Vladimir. La Mala Conciencia. Edit. FCE. México, 1987. Pág. 84. Jankelévitch específicamente habla de un sistema de compensaciones que opera mágicamente. 
[24] Nuestro filósofo mexicano no trata la cuestión del dolor en sus textos clave de hermenéutica analógica. Acaso la toca tangencialmente en su libro Las caras dei símbolo: el ícono y el ídolo, donde el ídolo se asocia directamente al mal e indirectamente al dolor. De cualquier forma,  Beuchot aborda el fenómeno doloroso en su artículo: El sentido del dolor en la hermenéutica mística de Ramón Lull (cfr. CABRERA, Isabel y NATHAN, Elia. Religión y Sufrimiento. UNAM. México, 1996. Págs. 119-125). Recordemos que una de las raíces del pensamiento de Beuchot es la escolástica, la cual, concibe al dolor como una especie de mal (mal físico o de pena). Particularmente Lull ve que el dolor es intrínseco al mal metafísico, a la contigencia de los seres, y piensa que verdadero mal es el pecado o mal moral. Según Lull el mal existe porque Dios lo permite y lo permite porque así se consigue mayor bien: la salvación eterna. 

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