La comunicación animal y su lenguaje
Al parecer la comunicación y el
lenguaje animal están asociados a su comportamiento. Lo que hacen y comunican
es en función de su supervivencia y reproducción. Esos comportamientos están
ligados a un pasado en el sentido de que proyectan comportamientos reproductivos
exitosos. La comunicación es un
comportamiento. La comunicación emplea al lenguaje. Ahora bien, el hombre y los
otros animales son muy distintos en relación a su lenguaje. En los años setenta
el lingüista Charles Hockett señaló 16 características distintivas entre uno y
los otros. Esas características tomaban un fuerte sesgo hacia el lenguaje
hablado y escrito del humano que deja mal parado a los animales. Sin embargo, ha
surgido recientemente un nuevo enfoque no antropocéntrico sobre el lenguaje
animal a través de la lingüística animal de Toshitaka Suzuki. Se centra en un
punto de vista evolutivo.
Para sobrevivir los
animales requieren recopilar información, evaluarla y utilizarla. Información es cualquier cosa que
potencialmente puede ser percibida por un animal. Se manifiesta como la
presencia o existencia de algo. El entorno es la fuente de información de los
animales. Solamente lo que perciben los sentidos se convierte en información.
Ésta se recibe como un estímulo. Los órganos sensoriales están adaptados al
entorno en el que vive cada animal. El estímulo genera una respuesta.
Al medio de transmisión
por el que un estímulo llega a un órgano sensorial del animal se le llama canal
de transmisión. Los canales de transmisión son los siguientes: el acústico, el
químico, el visual, el táctil y el magnético. Algunos otros etólogos hablan de
canales mecánicos, térmicos, eléctricos, y aéreos. En la percepción animal hay
características comunes independientemente del órgano receptor: 1) hay una
estructura receptora adaptada para recibir a un estímulo concreto; 2) hay
estructuras acompañantes que ayudan a que el estímulo sea transmitido al
sistema nervioso; 3) hay un nervio que conduce la información al sistema
nervioso central a manera de un impulso electroquímico; 4) hay un cerebro que
interpreta ese estímulo y lo convierte en una experiencia concreta.
En 1992 el biólogo John
Endler propuso el modelo del impulso sensorial, que propone que el ambiente
influye en la comunicación animal. Los rasgos del emisor y del receptor
coevolucionan. Las condiciones abióticas (físicas) y bióticas (todo tipo de
factor biológico de un ecosistema) restringen las condicione de la transmisión
y recepción de una señal.
En la comunicación
animal hay interacciones que son pacíficas y otras que, pueden ser violentas, o
siguen siendo pacíficas, pero con un conflicto de interés. El conflicto puede
darse entre especies distintas: en la red trófica se da entre el depredador y
la presa, pero también se da en la competencia entre especies que no se
depredan entre sí, pero que compiten por los recursos de un mismo nicho
ecológico. También existe el conflicto dentro de una misma especie. Uno puede ser el conflicto intersexual (entre
un sexo y otro). Los machos compiten por las hembras para asegurar su
reproducción. En ese sentido la comunicación está centrada en el cortejo
sexual. Las señales que envían machos y hembras respectivamente tienen por
centro la reproducción. También se da el
conflicto intrasexual, es decir, la tensión que surge entre miembros del mismo
sexo de una especie por conseguir un territorio y hembras. Ahí el centro de la
relación tiene que ver con una jerarquía de dominación. También suele haber
conflictos entre hermanos de una misma especie por la atención de los padres. Y
hay conflictos entre padres e hijos, los cuales tratan de distribuir
equitativamente la alimentación entre todas sus crías, mientras que cada cría
quiere asegurar más su alimentación. En el sentido de la preservación de la
pareja y las crías, no solamente opera una selección sexual, también llega a
haber una selección social en la competencia por recursos.
También hay
interacciones comunicativas no conflictivas, de colaboración. En ellas también
participa la comunicación.
Ahora bien, ¿qué es una
especie? Es un conjunto de seres vivos que son capaces de reproducirse entre sí
y que sus características de aspecto son comunes, pero que presentan, por
supuesto, variabilidad. Cada organismo posee sus rasgos en función de su genoma
(a esto le llamamos genotipo). La expresión visible de los rasgos genéticos se
llama fenotipo y es el resultado de la interacción entre el organismo y su
medio ambiente. El ambiente es el entorno en donde el organismo se desarrolla.
Los rasgos que interesan son aquellos que son heredados para la supervivencia
de los descendientes. Entre el 60 y 70% de los animales no llega a reproducirse
en condiciones naturales. Obviamente, esto no aplica exactamente igual a todas
las especies. Aquí son determinantes dos cosas: la deriva genética y selección
natural. La deriva genética tiene que
ver con el cambio de una tendencia de características que experimenta una
población por una catástrofe natural, por una serie de accidentes, la migración
o el aislamiento de una población. Ahora bien, la selección natural es lo que
determina la variación genética poblacional. Es el desarrollo de una cualidad
adaptativa, de origen genético, que permite una mayor eficacia biológica de
supervivencia y reproducción. La evolución es una mezcla azarosa entre el azar
y la necesidad (Jacques Monod).
Ahora bien, la especie
está constituida por individuos. Éstos también presentan una variabilidad
intraindividual en función de sus cambios biológicos de su desarrollo (edad) y
cambios contextuales (sociales) y ambientales.
Al primer cambio (de la edad) se le llama “tipo”. Nuestro fenotipo
cambia con el envejecimiento. Pero también hay una plasticidad fenotípica
ligada a los cambios medioambientales. Tales cambios van a repercutir en la
comunicación y van a generar una plasticidad comunicativa. La comunicación
animal implica una eficacia biológica en la que puedas establecer relaciones de
cortejo, reproducción y crianza con tu especie de manera suficiente para tu
especie sin que te conviertas en presa para otras especies. Se buscan estrategias para ganar, o bien,
para quedar empatado o generar un equilibrio, antes que la derrota.
En la comunicación
animal existen los siguientes factores a considerar: la variabilidad biológica,
las señales emitidas por los animales, la eficacia biológica, los costes del
vivir y del comunicarse, los beneficios del vivir y comunicarse, las estrategias
de supervivencia y la adaptación a los cambios. Por supuesto también
encontramos los elementos de la comunicación: emisor, receptor, mensaje,
canal. Ese proceso comunicativo se da de
manera total bajo una ritualización (por la realización de comportamientos
repetitivos). Se ha pensado que la
comunicación animal tiene una función cooperativa -que en ocasiones sí se da-,
pero también puede darse con una intención manipuladora para beneficiarse de la
respuesta que genera el otro.
En ese circuito
comunicativo el mensaje es una señal, pero no necesariamente un
significado. El significado es más bien
la información que obtiene el receptor y la interpretación que hace de ella.
En consecuencia, en la
comunicación animal hay “verdades” y “mentiras”. Un animal miente cuando emite señales que no
corresponden lo que parece que señalizan. En cambio, la comunicación honesta o
verdadera se da cuando un animal emite una señal que corresponde entre lo que
la señal expresa y los rasgos del emisor y que, en segundo lugar, el receptor
de la señal se beneficia de la recepción del mensaje y el emisor, a su vez, se
beneficia de la respuesta del receptor. En otras palabras, cuando se incrementa
la eficacia biológica de ambos, la comunicación es honesta. ¿Por qué suele
darse tal tipo de comunicación honesta? Por compartir intereses comunes, o en
ocasiones, porque la señal emitida no tiene las condiciones para falsificar la
relación entre la señal y lo señalizado por limitaciones fisiológicas o
anatómicas. La emisión de la señal puede
tener un coste mínimo o un coste añadido. Es un coste energético. A esto se le
conoce como teoría del hándicap.
Reconocer al rival, por ejemplo, evita reconocer costes innecesarios
cuando hay una relación entre uno dominante y otro dominado. A eso se le llama
teoría del reconocimiento del querido enemigo. La mejor estrategia para evitar
enfrentamientos no necesariamente es la detección del enemigo. Las señales que
emite el enemigo pueden ser engañosas. Un indicador para no caer en el error es
su salud y condición. En el campo del
cortejo sexual, las señales también juegan un papel. Un rasgo exagerado puede
ser suficiente para que la hembra elija a un macho. Es una selección desbocada
o run-away. Ese rasgo puede ser un
peligro para el macho de vulnerabilidad ante un depredador. Otra señal es la de
los beneficios directos para la hembra: regalos. Las hembras en ese contexto de
cortejo también dan señales. Muestran ornamentos disimulados, que solamente
pueden ser pronunciados en sus épocas reproductivas. Por otro lado, hay
especies en las que la hembra exalta fuertemente su ornato. En ellas emergen
tres elementos en su comunicación: su intención de elegir al macho, la
competencia con otras hembras y la herencia de ornatos que los genes del macho
pueden transmitir a su descendencia.
En conclusión, la
comunicación animal es un proceso real que se traduce en comportamiento de supervivencia,
convivencia social y reproducción. Implica la teoría de la evolución y el circuito
de la comunicación. Hay un emisor, un
receptor, un mensaje (que es señal), un canal de transmisión de la señal y una
reacción al mensaje que implica una interpretación. La emisión de la comunicación
se da en el medio ambiente, y puede generar intencionada o no intencionadamente
un proceso comunicativo que se da entre los seres vivos.
Bibliografía
Gonzalo M.
Rodríguez Ruíz, Cómo se comunican los animales, Edit. Los Libros de la
Catarata, edición Kindle.
Comentarios
Publicar un comentario