Pedos existenciales

Si cree usted que es el único que tiene pedos o que los suyos son especiales, está en un error.  No son tan distintos de los del resto de la humanidad.
Un pedo es una mezcla de gases que es excretada del intestino por el recto.  Su nombre elegante es flatulencia. La palabra "pedo" fue acuñada en 1632. Su uso era vulgar. No obstante, el origen de tal palabra provenía del latín peditum, que se refería al viento expelido por el ano.
Un pedo normal está hecho del 60% de nitrógeno, del 20% de hidrógeno, 10% de dióxido de carbono, 6% de metano y 4% de oxígeno. Bajo esta composición los pedos son inodoros, pero flamables. Ahora bien, si está mezcla se ve afectada por la presencia de ácido sulfhídrico, que es producto de la descomposición química que hace la flora intestinal, entonces se produce un olor desagradable. La temperatura también influye en la intensidad de su aroma. Entre más caliente esté el pedo, más oloroso será. Así que no da igual echarse un pedo en la tundra que en el desierto, no da igual expulsarlo al abrir el refrigerador que al prender la estufa.
Todo ser vivo con un aparato digestivo produce pedos. Una gran cantidad de organismos multicelulares expelen dichos gases. Son muchos millones de criaturas. Representan toneladas de flatulencias que podrían dejar una huella ecológica. Desgraciadamente, no se ha estudiado el impacto que tienen los pedos de los vivientes en el efecto invernadero del planeta.
No obstante, a pesar de que contaminen, los pedos son naturales. Ahora bien, en el caso del ser humano,  suelen ser considerados bochornosos. A pesar de esto, gozan de gran popularidad en la literatura universal y el humorismo. Aunque padecen de la condena y burla en la sociedad, ciertamente expulsarlos resulta placentero. Lamentablemente es un placer culposo en este mundo de apariencias.
Los humanos no nos pedorreamos igual. Hay variaciones de grado y de género. Hay gente de pocos pedos, y hombres como José José que ellos mismos son unos pedotes. Estadísticamente las mujeres producen más ácido sulfhídrico, así que los pedos de ellas son más olorosos que los de los varones. El mito de que los hombres son más apestosos es derrumbado por la ciencia. Metafóricamente es atinado decir que los pedos de Eva eran más fuertes que los de Adán. A lo mejor por eso la tentó el diablo a ella, en vez de a él.
Pero concentrémonos en el aspecto de la fuerza. No sólo pueden ser más olorosos, también pueden sonar   más fuerte. Ellos suenan debido al cambio de presión que ocasiona su paso por el ano. La calidad sonora del pedo depende de la estrechez del ano que, a su vez, depende ésta de un esfinter que controla la tensión muscular en esa zona. También el sonido es determinado por la velocidad de la expulsión de los gases. La velocidad promedio de un pedo es de 7 millas por hora. No es tan rápido como un BMW corriendo sobre avenida Reforma, pero tampoco es escatimable. Lo que podemos deducir de lo anterior es que gran velocidad y mucha estrechez son una combinación no deseable en una reunión social. Lo idóneo es una gran dilatación y poca velocidad.
Ahora pongámonos en una actitud cultural. Aristófanes, William Shakespeare, Geoffrey Chaucer, James Joyce son algunos de los muchos ejemplos de literatos que escribieron sobre los pedos. Los pitagóricos consideraban que los pedos eran de la misma naturaleza del alma, eran un hálito. Así que evitaban comer habas, para que se escapara un poco menos del alma por ese orificio del cuerpo. El filósofo Benjamín Franklin sugirió buscar alguna solución para que la gente no produjera pedos. No obstante estos son necesarios y hay, incluso, personas que se excitan sexualmente con ellos. Es importante no confundir esta parafilia con la "pedofilia". El nombre correcto de la perversión a la que me refiero es el de eproctofilia. Michael Jackson no era eproctofílico, pero sí tuvo muchos pedos mentales.
Hablando de patologías, he de decir que gente con padecimientos como la colitis es más propensa a las flatulencias. Unos humanos tienen más pedos que otros en la vida. Esto puede llevar  a al escarnio público. Si alguien es altamente pedorro, es rechazado por la gente; y  si no consigue una pareja eproctofílica está en serios problemas. Pero no todo está acabado, todavía hay una solución: tener por mascota a un perro. Se ha observado que a estos animales les gusta el intenso aroma de las flatulencias. Es como si olieran perfume, mas todavía no se sabe por qué pasa esto.   De cualquier manera, me conduce a lo siguiente: los verdaderos amigos se descubren  cuando uno tiene pedos. Por algo el can es el mejor amigo del hombre. ¿Quién de todas sus amistades se regocija tanto en los momentos que se comparte íntimamente y sin inhibiciones los pedos? La respuesta es: sólo los canes.
Además, el ser humano tiene mucho que brindar a estos fieles compañeros. Algunas fuentes señalan que una persona en promedio se echa entre 10 y 14 pedos diarios. Sin embargo, en realidad la cantidad varía mucho según el individuo. Pero se calcula que pueden fluir entre 700 mililitros y dos litros de gas diariamente por nuestras nalgas.
La dieta influye terriblemente en la constitución de los pedos. Alimentos como el huevo, la leche junto con los productos lácteos, las carnes rojas y algunos vegetales, como el frijol o las habas favorecen la producción de pedos. Consecuentemente, si usted quiere disminuirlos o empeorarlos (para hacer a su perro muy feliz), haga un cambio en su vida, modifique: la dieta.

Por último, quisiera concluir esta reflexión con lo siguiente: algo sorprendente es que las personas, después de morir, siguen emanando gases antes de alcanzar el rigor mortis. En conclusión podemos aseverar que definitivamente los pedos son el último legado que dejan los difuntos a los vivos en este mundo.

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