Leyendas urbanas en torno a la alimentación

Llámenles mitos o leyendas urbanas, existen muchos rumores infundados en torno a la alimentación. Se suele decir que hay alimentos que son nocivos para la salud.  Sin embargo, no se sabe ni se fundamenta realmente su malignidad.
Algunas leyendas son muy viejas. Por ejemplo, en México suele decirse que el consumo de naranja en la noche es mortal. Hasta hay un dicho que dice que la naranja por la mañana es oro, por la tarde es plata y en la noche veneno que mata. Yo mismo desmentí este mito cenándome una naranja antes de dormir. Sigo vivo.  También hay mitos muy nuevos. De los transgénicos, por ejemplo, no se conoce si a ciencia cierta son malos o no, pero la gente asume que son perjudiciales de antemano. De la comida orgánica se supone que es superior a la transgénica, mas no se señala que muchas pruebas de laboratorio que se han hecho en la Unión Europea, muestran que ella ha sido contaminada por transgénicos o por químicos de una u otra manera. En algunos países de otros lados del mundo, ni siquiera se tienen controles de este tipo de comida.
De los químicos de la alimentación se habla terriblemente de su toxicidad. Obviamente algún efecto deben de tener. Las dosis de ellos son bajas en la mayoría de los alimentos. Mas el bioquímico J.M. Mulet comenta que a pesar de esto, la industrialización del alimento lejos de disminuir la calidad de la y expectativas de vida, ha cooperado junto con los antibióticos en el aumento de la longevidad de los seres humanos y de su calidad de vida. Se ha reducido con la industria alimenticia la transmisión de muchas gastrointestinales severas,  la toxicidad de algunos alimentos que generan enfermedades como el butolismo, la deficiencia nutricional de algunos componentes que también genera enfermedades como el escorbuto, y se ha garantizado la provisión de alimentos en muchas ciudades (seguridad alimenticia).
En realidad no se ha demostrado con contundencia que cooperen en la gestación de cánceres. En dosis mayores, seguramente sí.  Pero éstas es más posible que sean producidas por la contaminación no de las frutas, verduras, lácteos y carnes directamente, sino del agua y otros elementos ambientales ajenos a la siembra y el cultivo con el manejo controlado de pesticidas y conservadores en focos muy específicos.  Los químicos usados en el hogar pueden ser más peligrosos que los de la alimentación misma.
Algunas leyendas son mucho más concretas. El primer alimento envuelto en las oscuridades de la difamación, según Mulet, es la leche. Por ejemplo algunos hombres suponen que la leche es mala porque sólo es para las crías de los mamíferos. El ser humano puede consumirla toda la vida porque conserva la capacidad de digerir la lactosa y porque ha desarrollado la ganadería. Muchos otros mamíferos dejan de consumir la leche porque implica un gasto energético para la madre, porque sus dentaduras evitan la posibilidad de la succión de la leche, y porque ellos no pueden desarrollar la ganadería. No obstante, si le damos leche a un perro o un gato adulto en un plato, la beberán felizmente. Solamente las personas o comunidades –como la asiática- que son intolerantes a la lactosa se verán privadas del consumo de leche. Pero alergias e intolerancias hay a muchos otros alimentos y no por eso son malos.
El segundo gran mito alimenticio es en torno a los edulcorantes artificiales. Su antigüedad es mayor a la que creemos. La sacarina –el primero de su tipo- existe desde 1880, año en el que fue descubierta por por Constantine Fahlberg e Ira Ramsen. Ellos no son azúcar, así que su portación calórica es menor, y no afectan a los triglicéridos de la sangre. No provocan caries tampoco. Su mala fama se debe a que son derivados del alquitrán.  El presidente Theodore Roosevelt la consumió inmediatamente porque era diabético y su médico se la recomendó. También estableció un comité médico para que determinara su peligrosidad. Fue aprobada. Incluso durante la primera y segunda guerra mundial tuvo un auge, ante la ausencia de las azúcares naturales. En los años setenta salió un estudio de laboratorio que sugería que la sacarina inducía al cáncer de vejiga en ratones de laboratorio. Eso ocasionó la mala fama de los edulcorantes artificiales. Lo cierto es que después se mostró que con investigaciones subsecuentes se mostró que hubo un error metodológico que generó el pánico en torno a la sacarina.  Mullet dice: ni la sacarina, ni los ciclamatos, ni el aspartamo, ni el acesulfamo-k son cancerígenos.
Otra leyenda urbana muy difundida es que el consumo de alcohol es bueno para el corazón.  Hay una evidencia de que un consumo mínimo puede tener efectos en la salud, pero no de manera maravillosa.  Más bien, la industria del vino ha fomentado este mito para satisfacer sus propios intereses. Un argumento que se suele dar es que la dieta francesa que es rica en grasas saturadas y vino, presenta en su población una menor incidencia de enfermedades cardiacas. Sin embargo, esa correlación no es directa, ni evidente. Así que, bajo esa misma lógica el consumo de caracoles o cantar la Marsellesa podrían ser causa también la causa de la mejor salud de los corazones. Se ha tratado de atribuir esas propiedades a los antioxidantes o a reservatrol de las bebidas alcohólicas, sin embargo, está demostrado que no tienen injerencia en la buena salud de una persona.
Otro mito es que la cerveza tiene grandes propiedades nutricionales, debido a estar hecha de cereales, por su cantidad alta de minerales y vitaminas. Se suele decir que cierta porción de cerveza puede ser el equivalente a un plato de carne. Eso es mera publicidad. Vinos y cervezas tienen una substancia neurotóxica que potencialmente es cancerígena y adictiva: el alcohol.  Así que las bondades del vino y la cerveza son simplemente mitos.
Cabe mencionar que en España también circuló el mito de que la mezcla de Baileys con Coca Cola era mortal. Mulet señala que no, que sólo es asquerosa debido a la textura que genera en el líquido. En cambio, una mezcla que sí resulta peligrosa es la de Red Bull con refresco de cola.  Ahora bien, un mito de los refrescos de cola, especialmente, uno que se atribuyó a Pepsi es que estaban hechos de fetos abortados. Claramente los refrescos tienen un alto nivel calórico, cooperan en la gestación de la obesidad y la diabetes. Cooperan en la matanza de adultos, no de embriones.
Por último, quisiera hablar de otro gran mito que es divulgado por escrito, incluso en libros de editoriales prestigiosas, pero poco éticas: las dietas milagro. Ninguna dieta rápida con suplementos y pastillas resulta confiable. Tampoco las dietas bajas o ausentes de un solo grupo alimenticio. Así pues las dietas carentes de carbohidratos son tan malas como aquellas que son carentes de proteínas o de grasas. En realidad se necesita de los tres elementos en las cantidades apropiadas y ejercicio, para bajar de peso eficazmente.  A las dietas que carecen de azúcares y tienen altas cantidades de grasa (disociativas), no sirven, tampoco funciona excelentemente la dieta de la enzima prodigiosa, ni la dieta Atkins, ni la paleodieta.  Una dieta que te hace bajar de peso muy rápido o que te desequilibra el organismo puede incluso matarte.  
En consecuencia muchos son los mitos en torno a los alimentos, estos son los principales. Los beneficiados en conservarlos son algunos periodistas, industrias o grupos ecologistas. Pero la ciencia todavía tiene que decir.  Se suele culpar a la industria de la alimentación como la culpable de la mala salud de las personas, posiblemente no toda ella es culpable de la mala salud, ni de los hábitos sedentarios de la gente.  La comida chatarra (y ahí incluyo a los embutidos), el abuso de la comida rápida  son más dañinos que los vegetales transgénicos, las carnes y leches por sí solos. Una dieta desbalanceada y hábitos sedentarios son la causa de nuestras enfermedades alimenticias. Esto no es un mito, es una realidad.
Bibliografía:  J.M. Mulet, Comer sin miedo, edit. Paidós, México, 2014. 

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