El Síndrome Peter Pan


Muchos son los males que aquejan a la sociedad contemporánea: el ecocidio, el cambio climático, el SIDA, la depresión, la pobreza, el terrorismo y el síndrome Peter Pan. Quisiera centrarme en este último, quizá por ser el menos comentado y, por mucho, el menos comprendido.  ¿En qué consiste dicho síndrome? ¿Cómo puede Usted, estimado lector, saber si es uno de los muchos millones de personas que lo sufren en el mundo y si debe preocuparse por ello?
Para empezar, he de aclarar que no se necesita andar por las calles vestido totalmente de verde con mallas, camisola y una boina para poseerlo. Vestir así sólo significaría una cosa: que Usted es miembro del elenco del Lago de los Cisnes y está a punto de ir a trabajar. Tampoco implica que se pueda volar sin máquina alguna de por medio, y si cree poder hacerlo, le advierto, que si no llega a la Tierra del Nunca Jamás, al menos nunca jamás volverá a brincar.  El síndrome Peter Pan, no es una psicosis, ni una enfermedad mental de otro tipo. De hecho, no aparece en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV). En este sentido,  dicho fenómeno existencial luce un poco más normal, aunque francamente nunca he entendido qué es la normalidad.
Pero vayamos al grano, el citado síndrome es un cuadro psicológico y un estilo de vida que, según María Luisa Gastón de la Academia Internacional de Conscientología, se caracteriza por un comportamiento irracional, inmaduro e infantil en el adulto…  Palabras duras, para nosotros los Peter Pan, dado que nos descalifican. Sin embargo, ¿cuál es el modelo de la racionalidad y madurez que ella tiene en mente? ¿El que nos marcan nuestros padres o ciertas demandas sociales de liquidez, autonomía,  matrimonio y ecuanimidad?  Gastón tiene en mente los compromisos que son inherentes a nuestra programación existencial, es decir, como si hubiera un destino de decisiones revelado en nuestra existencia como especie, del cual huimos. Pero, ¿efectivamente existe tal cosa? No es evidente. El psicólogo Dan Kiley, sin tantos malabares mentales, en 1983 escribió un libro donde definió este síndrome, como las características de un hombre o mujer, que no sabe o no quiere renunciar a ser un hijo, para ser un padre o madre con la implícita renuncia a establecer nuevas metas o responsabilidades.  Esta definición resulta más sensata que la de Gastón, y por supuesto, denota que no es exclusiva del sexo masculino, así que hay tanto Peter Pan (si eres hombre), como Wendy (si eres mujer), o una mezcla de Peter Pan y Wendy, como en el caso de Michael Jackson, el único –y más perverso- Peter Pan con un parque de diversiones en su propia casa.
Los juicios en contra de los que padecemos este síndrome son muy duros, nos califican de irresponsables,  inseguros, emocionalmente inmaduros, temerosos de la soledad, ególatras e inconformes. Sin embargo, todo esto responde al propio diagnóstico que Lipovetsky da de la sociedad en la Era del Vacío. Así, que prácticamente Occidente es Peter Pan. Siendo realistas, ¿cuántos adultos podemos calificar plenamente como personas maduras,  responsables, seguras de sí, que no temen a la soledad, que piensan en lo demás y están conformes con su situación? Bueno, ni Jesucristo estaba conforme… ¿Es malo temer a la soledad? ¿Es malo pensar en sí o ver los defectos de la una realidad social injusta y de una humanidad que está acabando con la vida en el planeta? ¿Quién quiere crecer en un mundo así? Estar feliz sin la gente, sin pensar en uno y negando las desavenencias de la vida puede ser más nocivo e ideologizante, que lo contrario. Seguro Carlos Marx hubiera estado de acuerdo.
¿Acaso la imagen del niño es tan mala? Recordemos que para el filósofo Federico Nietzsche, en Así Habló Zaratustra, el modelo del superhombre es el propio niño, uno que juega y pone sus propias reglas en contra de la moral establecida sin reflexión alguna. Pues bien,  Peter Pan es un eterno niño creado por el dramaturgo James Mathew Barrey en 1904 en su obra teatral del mismo nombre, y parece coincidir con la intención nietzschieana de libertad.
Así que, en una época de imposición de la globalización y de hambre de  individualidad, el síndrome Peter Pan se da como una combinación entre las cadenas del capitalismo (el Capitán Garfio), y  las estrategias de resistencia de nuestro efebo interior en contra de éste. Espero de todo corazón, que todos tengamos todavía un poco Peter Pan, porque si no, entonces preocúpese, ya que esto significaría que han secuestrado al niño que llevamos dentro, y nuestra capacidad de sorpresa y de cambio, se habrán ido para siempre.
Atte.
Ricardo Mazón Fonseca

Asociación Mexicana Pro Peter Pan.

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