El orden del caos
El caos es más
abundante cuando se busca el orden porque el caos está mejor organizado.
Ciertamente el mundo surgió de un caos primordial. El Big Bang dio origen
a un orden cosmológico que derivó en la armonía de un universo relativamente
estable que en realidad se rige por el desorden. El macrocosmos se refleja en el microcosmos y
viceversa. Por eso, fiel al devenir cósmico asumí el caos como forma de
organización. Mi espacio era antecedido por una advertencia escrita en un
cartel: my room, my mess,my bussines (mi cuarto, mi cochinero, mi asunto).
Entrar en mi mundo era entrar a una serie de átomos y moléculas sin
organización que chocaban centrífugamente entre ropa, trastos, aparatos,
libros, chácharas, discos. El desorden
según un grupo de psicólogos liderados Katlee Vosh de la Universidad de
Minnesota conduce a la creatividad. A partir de un estudio hecho con 34
estudiantes holandeses y 48 norteamericanos se concluyó que los ambientes
desordenados fomentan soluciones más aventuradas, ideas más ingeniosas. Albert
Einstein y Mark Twain tenían escritorios sumamente desordenados. El caos
condujo a la teoría de la relatividad y creó a Tom Sawyer. Así que basándome en
mi nivel de caos asumí estar destinado a realizar grandes aportaciones a la
humanidad.
A Einstein se le decía que un
escritorio desordenado produce gente desordenada. El respondía que entonces qué
si el orden genera un escritorio vació, entonces, ¿qué se puede esperar de las
mentes de la gente ordenada?
Sin embargo he de admitir que todo lo hasta aquí dicho es falaz, incluso
el estudio de dicha universidad norteamericana. Alrededor de setenta u ochenta
personas no son suficientes para mostrar un patrón de creatividad que convierta
a los desordenados intelectualmente superiores a los ordenados. Que Einstein y
Mark Twain fueran desordenados no significa que todos los genios y los
creativos sean desordenados.
De hecho, generar un orden también requiere de creatividad. Ordenar un
espacio enfrenta al hombre consigo mismo. Limpiarlo lo enfrenta con la
mismísima naturaleza. Los monjes
estudiantes del zen limpian el su sala de meditación –el zendo- en un estado
casi de meditación, se hacen uno con la limpieza, en silencio, logran encontrar
la paz y la trascendencia. El orden permite ser más eficiente, encontrar las
cosas con mayor facilidad, caminar sin miedo a tropezarse o temor a ser atacado
por una alimaña escondida entre tanta basura, el orden fomenta la salud y la
experiencia estética del hogar. Un hogar que da seguridad y confort
cumple con la función que separa al hombre prehistórico de las cavernas
del hombre moderno civilizado.
María Kondo propone un orden minimalista y perfecto en el hogar. Ella
misma es así. María Gallay dice que es bueno tener un poco de caos es en
espacio, pues no se trata de sufrir un orden, sino de vivir eficientemente con
los cambios de lo cotidiano. Cada cabeza es un mundo, cada mundo es un hogar
distinto. El orden es relativo, subjetivo, intrasferible y personal.
Por años viví explotando el orden del caos, ahora estoy experimentando el
caos del orden. Me veo retado a categorizar, seleccionar, decidir, planear y
pensar tanto en el presente, como en el futuro. En mi mente emerge el principio
rector de lo indeterminado, como el apeiron de Anaximandro. Mi escoba, mi
sacudidor, mi trapeador generan las formas del mundo. Como en el zen me hago uno con el todo, me
fundo con el universo, soy creación y creador a la vez.
El caos en griego significa vacío, espacio. Así que el desorden y el
orden son dos caras de la misma moneda. Ya lo había mostrado Hesíodo en su
Teogonía del caos surgieron todas las cosas: la oscuridad y la noche, la luz y
el día. Acompañaron ellas a la Tierra y al amor. Así que me rijo por los ciclos que bien
predijo el buen Empédocles: todo se compacta en una masa enorme tremenda y
amorfa, hasta que su propio caos es incontenible y surge un universo ordenado,
separado, estable que llega a un límite que vuelve a mandar centrípetamente
todo al origen. Big Bang y Big Crunch, así es mi relación con el universo. Porque cuando se vive en el caos, el orden es
más abundante, por éste es más organizado. He aquí la paradoja del orden del
caos.
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