¿Qué es la normalidad?


Un concepto que ha entrado muy en boga en la actualidad es el de normalidad. Específicamente se habla mucho con el tema de la pandemia de la nueva normalidad.  La normalidad es un concepto común y corriente.  De acuerdo con la RAE se puede referir básicamente a tres cosas: 1) que algo se halla en su estado de naturaleza, 2) a lo que es habitual u ordinario, 3) a aquello que sirve de regla o bien aquello se ajusta a esas normas. 
Pensando en corto estos tres campos de significado, podemos entender que la normalidad es una mezcla de estos tres elementos. También podemos suponer que a veces lo que es normal por naturaleza no siempre corresponde lo que dicen las normas, o bien que a veces tenemos prácticas habituales que contradicen a las normas y en ocasiones “reprimen” la naturaleza. A lo mejor la naturaleza humana es poligámica y la norma es monogámica. El deber ser nos indica respetar la Constitución Política desde la norma, pero en lo ordinario se respeta poco. Sentimos una necesidad de excretar nuestros desechos y lo reprimimos habitualmente por una norma social.  Podríamos pensar que el que estos tres aspectos no estén armonizados implicaría una normalidad anormal, contradictoria. No obstante, parece que la valoración de cada contradicción no se puede hacer en abstracto, sino en lo concreto. Yo no estaría a favor de ver gente defecando en la calle porque simplemente le dieron ganas en ese momento, sería algo antihigiénico. Aunque no lo dudo, que eso podría ser lo normal en otro lugar. La normalidad encierra contradicciones.  Esas contradicciones seguramente provocan desequilibrios, ya sean en la naturaleza, la cotidianidad o en la normatividad. Aunque también algunas alineaciones producen armonía en los tres aspectos. En otras ocasiones posiblemente sólo en dos. Habría que ves si esos desequilibrios son realmente nocivos o no. Posiblemente unos sí, otros no. Pensemos en nuestros ejemplos anteriores, asumamos que la naturaleza humana es polígama, eso podría ocasionar un efecto nocivo en las relaciones de pareja, aunque hay algunas de ellas que les cuesta menos trabajo ajustarse a la norma o resuelven el problema saliéndose de la norma. En otros casos, el que la norma nos introyecte una noción del pudor respecto a nuestras excreciones, es bueno para nuestra higiene social y poco nocivo para el cuerpo si se resuelve con rapidez el impulso excretor. Aunque una sociedad que limita el acceso a los sanitarios puede generar personas más propensas a desarrollar infecciones o cánceres si se vuelve una práctica cotidiana. El cómo la gente se enfrenta a la normalidad y el estrés que le genera varía según el individuo. La normalidad también se puede asociar a un estado psicológico o un sentimiento. Uno se puede sentir normal o anormal, que se traduce a sentirse armoniosamente integrado a un grupo o extraño a éste en su generalidad o en relación a un aspecto de ella. Otro ámbito viene desde la Psicología y la Psiquiatría, donde la normalidad es aquello que dictan bajo sus criterios estadísticos, científicos o arbitrarios. No siempre la normalidad en las ciencias de la conducta refleja una objetividad. La homosexualidad era concebida como una anormalidad patológica, hoy ya no. La normalidad tiene una dialéctica entre los individuos y la comunidad que es bastante compleja. También cabe la posibilidad de que alguien se sienta anormal ante una conducta que es normal o que se sienta normal ante una conducta anormal: alguien que se sienta mal por sentir atracciones por personas distintas a su pareja o un asesino serial que se sienta bien haciendo lo que hace.
La normalidad también es relativa. Lo que es normal en un sitio, es anormal en otro. Lo que es normal en una época o etapa o no es normal en otra. Lo que es normal bajo un criterio, puede ser anormal en otro. Lo normal varía espacio-temporalmente y epistemológicamente. De este último aspecto, resulta problemático definir exactamente cuáles son los criterios de normalidad. Parece ser que la regularidad y la universalidad de un fenómeno se convierten en criterios de normalidad en para juzgar a la naturaleza y la sociedad. Por otro lado, la normalidad es opaca a la conciencia, la asumimos tácitamente, pero no la tenemos clara. Captamos la anormalidad a partir de la extrañeza que un cambio en la rutina y la habitualidad produce.
No es un concepto que suela aparecer en los diccionarios de filosofía. No es parte de la jerga de esta disciplina. Sin embargo, sí aparece en la sociología. La normalidad es una característica de un sistema social que permite un funcionamiento eficaz y sin roces.[1] De ahí que por su etimología lo normal proviene de normalis, es decir “aquello que  conforme a la pauta o modelo común o típico”.[2]
En este sentido el propio Fairchild nos dice que una sociedad normal no existe porque requiere siempre de la alteridad. Sólo podría hablarse de sociedades normales en relación a multisociedades. Tampoco existe la normalidad en el sentido de que la sociedad sigue teniendo roces sociales. La normalidad no los evita todos. La normalidad genera normas de todo tipo. Sin embargo, la normalidad no se reduce a ellas, pues, como ya expresamos, muchas veces la normalidad sigue prácticas distintas a las del deber ser resolviendo o evitando de esa manera -no sé si más eficientemente- los conflictos. La corrupción resuelve problemas engorrosos, pero genera otros.
En la normalidad confluyen nuestras expectativas del deber ser y del mundo del ser, en ocasiones en armonía y en otras en contradicción. En la normalidad participan el estado de naturaleza, lo habitual y la normatividad. La normalidad es la práctica común respete o no la normatividad.  La normalidad es dialéctica (presenta una tensión entre el individuo y la sociedad), es relativa, tiene una función armonizadora que tiene sus defectos y por último: es dinámica. Los criterios de normalidad cambian conforme cambian las sociedades o su entorno. Lo que en algún momento era anormal se puede llegar a normalizar si se acepta en algún momento. La normalidad se vive psicológicamente.
La normalidad es tan huidiza en su objetividad que deja como lección la tolerancia. Juzgar lo anormal desde la normalidad en el ámbito ético puede ser peligroso. Entender la normalidad desde la epistemología supone todo un reto.
Bibliografía
Guido Gómez de Silva, Diccionario Etimológico de la Lengua Española, edit. FCE, México, 2009, entrada: normal.
Henry Pratt Fairchild, Diccionario de Sociología, edit.FCE,México, 2012, entrada: normalidad.  

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