La filosofía de la educación de Protágoras de Abdera
A modo de introducción
Podemos decir a partir de Dennis M.
Senchuk que la filosofía de la educación ha estado centrada en las figuras de Platón y,
contemporáneamente, de John Dewey.[1]
No obstante, tangencial y anteriormente a ellos, la filosofía tuvo posiblemente
en la sofística a los padres de las ciencias y filosofía de la educación. Es
verdad que los textos más antiguos de
importancia en la literatura pedagógica
de Occidente que se conservan, son los del discípulo de Sócrates: el Menón, la República
y las Leyes. Pero también es verdad que se han perdido
textos más antiguos que quizá precedieron al discípulo de Sócrates en la
reflexión educativa. No sabemos si ya en los libros Sobre la política, De las
virtudes, y De las cosas no bien
hechas por los hombres de Protágoras estuvo planteada una filosofía de la
educación que Platón en el Protágoras
estaría exponiendo y refutando. Pero, siendo justos, podríamos remontar la
filosofía de la educación hasta los propios pitagóricos, quienes son
considerados por Francisco Larroyo como los primeros occidentales en instaurar
una educación intencionada, siendo Pitágoras el autor de un tratado de
educación ahora extraviado.[2]
Sin embargo, no podemos olvidar el señalamiento de T.W. Moore de no confundir
las teorías educativas con la filosofía de la educación, pues las primeras, o
bien estudian la educación como medio eficaz de socialización y cohesión social, o bien dan consejos a los
sujetos involucrados en la práctica educativa, y la segunda analiza el lenguaje
de la enseñanza y de las teorías educativas para generar una educación más
adecuada.[3]
En dado caso, no podríamos hablar de una filosofía de la educación entre los
antiguos, sino de teorías educativas que son actualmente analizadas por la
filosofía de la educación. Si en los sofistas no se encuentra la primera
filosofía de la educación, de cualquier manera su importancia en la reflexión
filosófica sobre la educación no se descarta tampoco. Así pues, ellos aportaron
al fenómeno pedagógico algunas
novedades, como la formación terciaria –análoga a la universitaria- entre los
griegos; el humanismo –como una corriente de pensamiento que se centró en la
noción y valor del ser humano- y la profesionalización de la educación. Esto
conllevó la creación de lo que llamamos educación liberal, es decir un modelo
de enseñanza-aprendizaje que trajo consigo la creación de especialistas en
educación, el planteamiento del fenómeno educativo en una relación individuo-Estado
y la venta de “artículos” y servicios educativos que denotan la concepción del saber como una propiedad privada –y
añadiríamos también, pública-.[4]Ahora
bien, Protágoras fue uno de los más famosos e importantes sofistas y, de
acuerdo con mordaz humor de Platón, éste ser, que era el más sabio de los
sabios (Prot. 309 d), identificó la
sofística con el arte de la educación. Por lo tanto, el presente trabajo pretende
reconstruir las ideas filosófico-educativas que Protágoras de Abdera sostuvo, a
partir del testimonio del Protágoras
platónico y de los fragmentos que los antiguos doxográfos legaron de dicho
pensador. Las ideas educativas de Protágoras contenidas en el Protágoras,
pudieron, ser un reflejo de las lecturas que hizo Platón de este sofista. De hecho,
el propio Diógenes Laercio comenta que algunas ideas de este sofista fueron
reproducidas por el fundador de la Academia, como fue el caso de las ideas de
Las Antilogias de Protágoras, que se
reprodujeron dentro de la República
de Platón (Diógenes Laercio III 37). Así que no es descabellada la hipótesis. Y
quizá las tesis educativas del sofista que se reflejan el Protágoras de Platón, hayan sido extraídas del Gran Tratado, escrito por el primero.
Sofística y eubolía
Para Protágoras el arte sofístico era
un arte antiguo, que anteriormente se mostraba bajo el disfraz de la poesía,
los misterios, los oráculos, la gimnasia o la música (Prot. 316 d) y que genera en los poderosos una mala reacción, al
parecer de envidia (Prot. 316 e y 317 a ). Aunque en el contexto en el que se da
este testimonio es ironizante, ciertamente sugiere que si la sofística le es
incómoda a los poderosos, lo es debido a que ella misma es un poder, o bien, porque
en su defecto genera poder en los que la reciben sus enseñanzas (y que
seguramente no pertenecen al círculo de los poderosos). En otras palabras, la
sofística tiene dimensiones políticas y éticas. Hace a la persona
mejor (Prot. 318 a ) en la administración
de la casa y en el actuar y hablar respecto a los asuntos de la ciudad (Prot. 318 e-319 a ); y no es una
instrucción en las artes, como la de Hippias (Prot. 318 d-e). Esto ya denota que la actividad sofística es una actividad educativa que, desde el
enfoque protagórico, no tiene como fin el aprendizaje de contenidos o ciertas
habilidades técnicas, sino la adquisición de ciertas competencias sociales, que
el Sócrates platónico identifica con el arte político y el problema de la
enseñanza de la virtud (Prot.
319 a y ss).[5]
Protágoras, en contraposición al filósofo ateniense, considera que la virtud es
enseñable y explica su posibilidad de enseñanza de manera metafórica, a través
de un mito, el de Prometeo, y de un discurso complementario a éste, que
sintetizarían la pedagogía protagórica entre los apartados (320 d) y (328 c) del Protágoras. Recordemos que este pensador fue un agnóstico, así que
cualquier interpretación teológica debe ser descartada. Mas bien, este relato
toma un cariz materialista, naturalista y evolucionista en su explicación de la
génesis de la areté. Habiendo un mundo sin mortales, pero siendo ya
momento de que éstos surgieran, Prometeo
y Epimeteo tuvieron por encargo distribuir las capacidades (dinamies) a los seres vivos que les
permitieran sobrevivir de tal manera que se defendieran unos de otros y del clima. Estas capacidades eran atributos tales como
la fuerza, velocidad, el poder esconderse debajo de la tierra, el pelaje,
garras, etc. Según este relato Epimeteo agotó todas las capacidades, siendo que
le faltaba solo una especie más: la humana. Así que su hermano Prometeo, al
darse cuenta del error, roba a Hefesto y a Atenea el fuego y la técnica. Tal
solución permitió a medias a los hombres vivir en bienestar, ya que
individualmente no podían sobrevivir y se juntaban en ciudades, pero se
destruían entre sí y cometían injusticias. En consecuencia, Zeus les mandó con
Hermes las virtudes de la justicia y el respeto para que así pudieran convivir.
Entre líneas Protágoras sugiere que una especie de evolución natural hizo que
los humanos desarrollaran la capacidad de aprender a vivir en comunidad. La
educación, pues, es un proceso de la historia natural del hombre que permite
mediante las herramientas del cuidado, ejercicio,
la enseñanza, el aprendizaje, el castigo y la amonestación adquirir la eubolía o virtud política (Prot. 323 e- 324 a). Si hay eubolia es
para poder sobrevivir. El fin de la educación, en última instancia no es la
política, sino la supervivencia. Por el otro lado, las mencionadas maneras de
educar, muestran que para Protágoras, la educación echa mano de procedimientos
positivos (cuidado, ejercicio, enseñanza, aprendizaje) y negativos (castigo y
amonestación), cuyas estrategias y métodos también podríamos relacionar con la
educación tradicional de carácter conductista que apela a la atención
(cuidado), la repetición (ejercicio), la escucha, el ejemplo y la memoria
(enseñanza y aprendizaje) y la sanción (castigo y amonestación). Estos aspectos de la educación pudieron haber
sido estudiados en su Gran Tratado
(como anteriormente sugerí), donde señalaba que el aprendizaje requiere de
cualidades naturales y ejercicio, y que hay que aprender comenzado desde joven
(Anecd. Par., I, 171, 31 De Hipmacho B 3). En el Protágoras el sofista homónimo también señala que los niños son
instruidos desde temprano por la nana, la madre, el padre, el pedagogo, y luego
por sus maestros de escritura, cítara y gimnasia (Prot. 325 c yss), siendo obligados, también por la polis a
memorizar sus leyes y a vivir conforme a ellas (Prot. 326 c). De esta manera, todo mundo participa de la virtud
política y de su enseñanza. Cada quién la enseña en la medida de su capacidad (Prot. 326 d-e). Y si hay hijos malos que
provienen de padres buenos, se debe también a que la disposición del aprendiz (Prot. 327 b). Por ende, la efectividad el aprendizaje de la
virtud depende tanto de la eficacia del maestro, como de la voluntad del
pupilo. Si bien, difícilmente, y por su época, podríamos esperar de nuestro
pensador griego un tratamiento constructivista de la educación, es interesante
que Protágoras señalara no seguir una currícula determinada. Este elemento
sugiere que el sofista volvía al alumno el centro de su formación sin apegarlo
a un plan de estudios determinado por él. Posiblemente esta flexibilidad curricular esté
en consonancia con su homo-mensura de los Discursos
Demoledores (Sexto Empírico, Contra los matemáticos VII 60). La lectura de este principio de que el hombre
es la medida de todas las cosas, se puede hacer a nivel individual, social o
como especie humana; de tal manera, que la educación en cada persona sería un
proceso individualizado, a pesar de estar inserto en una sociedad que también
es singular, pero que compartiría con las demás sociedades una raíz en una
historia evolutiva común, como lo denota el mito de Prometeo. En otras
palabras, su concepto de la educación, sería universal desde la perspectiva
evolucionista, pero relativista en lo concerniente a su implementación en las
polis y en los alumnos.
Conclusiones
Seguramente es injusto querer hacer embonar al abderita
en los moldes de las teorías y enfoques educativos actuales. Lo que sí es
justo, es considerar que aunque él no habla específicamente de educación,
podemos señalar que el análisis de su discurso sugiere la existencia de una paideia protagórica que aborda la
génesis, el fin, las estrategias y los métodos –por más rudimentarios que éstos
sean- de la educación. Las críticas platónicas también apuntan hacia ese
sentido, sin que necesariamente importen (y sólo en este sentido lo digo) para mostrar la visión protagórica
en torno a este fenómeno. Cabe mencionar, que esta concepción de la educación,
aunque es sencilla y primigenia, tiene un detalle que la hace vigente: el hecho
de relacionar la educación con la evolución, y luego, resaltar la posibilidad
de la educación en valores en un contexto de relatividad. La paideia
protagórica, aunque que desde nuestra óptica actual, resulte ingenua y
superada, en su época, su propuesta de una formación complementaria a la básica
-que recibieran los atenienses y que les permitiera desempeñarse mejor en los
asuntos de la polis-, fue una innovación y una de las primeras reflexiones en
el mundo griego sobre el rol de la educación.
Bibliografía
Robert Audi (editor), The Cambridge Dictionary of Philosophy, Cambridge
University Press, New York, 1996
Francisco
Larroyo, Historia General de la Pedagogía, 9ª ed., Porrúa, México, 1964
Oscar
Picardo Joao (coord.), Diccionario Enciclopédico de Ciencias de la Educación,
Centro de Investigación Educativa, San Salvador, 2005.
Platón,
Protágoras, trad. Ute Schmidt Oszmancsik, UNAM, México, 1994.
Antonio
Melero Bellido. Sofistas. Testimonios y fragmentos, Edit. Gredos, Madrid, 1996.
[1] Robert Audi (editor), The Cambridge Dictionary of Philosophy, Cambridge
University Press, New York ,
1996, entrada: philosophy of education.
[2] Francisco Larroyo, Historia
General de la Pedagogía ,
9ª ed., Porrúa, México, 1964, p. 140-143.
[3] Francisco Larroyo, Historia General de la Pedagogía, 9ª ed., Porrúa,
México, 1964, capítulo uno.
[4] Oscar Picardo Joao (coord.), Diccionario
Enciclopédico de Ciencias de la
Educación , Centro de Investigación Educativa, San
Salvador, 2005, entrada: sofistas.
[5] Esta concepción
posiblemente sea un reflejo de la protagórica, que es contrastada en el propio
diálogo del Protágoras con la visión platónica que entiende a la sofística como
un mercadeo de las cosas de las que se nutre el alma (Prot. 131c).
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