Los chicos malos de la película: los sofistas y los neosofistas
Cuánta razón tiene Mafalda al decir
que la vida es como una película a la que llegamos cuando ésta ya está iniciada
y no entendemos un carajo. La moral, entonces se convierte en una especie de
brújula para orientarnos en el complejo y enredado Hollywood de la existencia. Mi
formación moral tiene base en la educación familiar de corte cristiano que envolvía
a mi familia, y en el celuloide: la barra del canal 5, las películas de
Disneylandia, Chespirito y, algo de la cultura auditiva de Crí- Crí y Cepillín.
Cuando trato de comprender los moldes éticos de mi mente, por supuesto
que estos elementos cobran relevancia. Los conceptos del bien y del mal que
tengo como referentes fueron moldeados por el entorno y los medios de
comunicación. Dumbo, Bambi, Don Gato, Heidi, Mazinger Z, los Thundercats, el
Chapulín Colorado entre muchos otros sentaron mis postulados morales. Mi abuela, mi educadora principal, a su vez
consumía telenovelas y películas del
cine mexicano. Claramente el maniqueísmo fue parte de mi día a día. Así que los
buenos eran muy buenos; los malos eran muy malos. Cuando llegué a la licenciatura en filosofía,
que es un ambiente crítico, me percaté que también hay ahí moldes imaginarios
del bien y del mal. En todos los contextos hay prejuicios morales. Muchos de
ellos son enseñados inocente y casi espontáneamente durante la profesión. Rápidamente te enseñan el culto a Sócrates.
Es el modelo del filósofo comprometido que da la vida por sus ideas. También se
aprende que su discípulo Platón con sus diálogos es la piedra filosofal de la
filosofía venidera. Es el constructor de un sistema que sentó las líneas a
desarrollar del pensamiento occidental. Bajo este cariz, el filósofo se
caracteriza por ser virtuoso. Así pues, podemos recitar como mantra que la
historia de la filosofía es una serie de notas a pie de página de Platón.[1] Al aprender el evangelio platónico, aprendemos
también que los malos de la película son los rusos, los árabes, los villanos
que luchan contra James Bond y los sofistas (esos inmorales falsos filósofos
que mienten y cobran por sus enseñanzas relativistas, nihilistas, subjetivistas,
materialistas, sin un método dialéctico). Esos malvados, en cambio, utilizaban la
erística y la retórica para timar y enseñar a timar. Ellos son los ostentadores de los pecados
capitales del pensamiento intelectual. Platón los excluyó de la categorización de
“filósofos”. Los padres de la Iglesia, la filosofía escolástica y la modernidad
temprana repitieron ese esquema. Los sofistas fueron censurados y apaleados en
la historia de la filosofía. Fue Hegel quien los reincorporó. Los malos siempre
tienen un rol importante en la trama de una historia.
En el cine
hollywoodense el mal encarna en un sujeto o categoría de sujetos. Por ejemplo,
las películas de King Kong alejaron a la gente del verdadero rostro de la gran
depresión para hacer a la humanidad luchar contra un gran gorila salvaje, en
vez de enfrentar a los capitales mal manejados por el gobierno estadounidense.
La figura los alemanes nazis, los japoneses, los soviéticos, los musulmanes,
los terroristas (en abstracto) y los latinos como personajes malvados han
ocupado el rol del malo en la industria hollywoodense para generar una
explicación de la causa de los males del otro. El cine es el gran relato
mitológico de nuestra era. Por eso hay el interés del imperialismo cultural
norteamericano de imponer su relato.
Ciertas lecturas en
filosofía explican las causas del mal de la filosofía o de su sociedad a través
del rol del malvado. Eso pasaba con los herejes, los apóstatas, los infieles en
la Edad Media; con la aristocracia, la monarquía, la Iglesia, los repetidores
dogmáticos de Aristóteles en la Edad Moderna. En nuestro imaginario de la edad
antigua hemos privilegiado a Sócrates, Platón y Aristóteles por encima de resto
de los pensadores antiguos. Otros son vistos como buenos, pero secundarios,
como los presocráticos o los estoicos. Otros son vistos como malos, algunos
como modestamente malos como los cínicos, hedonistas o los epicúreos, que son
tolerables y tienen algunas aportaciones buenas. Y, finalmente, otros son
vistos como extremadamente malos y esos son los sofistas.
Lo anterior tiene que ver con las preferencias
de una institución posterior a la Antigüedad que rápidamente dominó el
pensamiento filosófico e hizo de la filosofía su sierva. Mucho más útiles eran
Sócrates, Platón y Aristóteles para justificar su cosmovisión que los
materialistas de Demócrito o Protágoras, por ejemplo. El gusto de los filósofos patrísticos por
Platón y el de los escolásticos e islámicos, por Aristóteles, fue muy
evidente. El criterio de la filosofía
para valorar a las filosofías previas fue de carácter metafísico-religioso. Así que éstas (las filosofías antiguas) debían de reflejar
categorías que se pudieran asociar con una realidad divina y trascendente, conceptos
que pudieran incluir un dualismo metafísico y justificarlo y una epistemología
adecuada para acceder a dicha trascendencia. La filosofía sofística no cumplía
con dichos criterios. Por eso fue relegada. Y, a pesar de que la secularización
moderna criticó a la Iglesia, el pensamiento religioso permeó a los principales
filósofos empiristas, racionalistas e idealistas. Así que no se revisaron los
postulados sofistas en una relectura crítica que los reevaluara.
Un día, me di cuenta,
que no solamente estaba viendo la película de la filosofía y de la vida, sino
que, como todo ser humano, estaba participando de ella. Prontamente descubrí
que pasé de ser un inocente espectador a ser un personaje que kafkianamente se
estaba transformando en un sofista.
Verán cuando egresé de
la carrera, me di cuenta que compartía varias cosas con los sofistas: la
primera, fue que empecé a cobrar por mis enseñanzas. Los sofistas eran educadores profesionales (en
el sentido de que cobraban por los conocimientos que impartían). En su época fue
algo supuestamente novedoso en comparación con la educación de los filósofos
milesios, efesios o eleatas. Ahora bien, para muchos resultó monstruoso el
cobrar por enseñar algo tan altruista como la filosofía, entre ellos destacó el
buen Platón.[2]
Los sofistas representaron una categoría socioeconómica emergente de la antigua
Grecia que causó prurito. Hoy en día,
cobrar es la norma en la enseñanza de la filosofía. Y es extraordinario el caso
de quien la enseña sin obtener una remuneración por ello.
Debo confesar que me
sumé a esta cotidiana práctica inmoral de cobrar por enseñar por una razón moral
fundamentada: la imperiosa necesidad de vivir y mantener vivas a una madre y
dos mascotas achacosas en una sociedad donde el dinero es el medio obligatorio
de adquisición de los bienes necesarios para la supervivencia. Es una razón
compartida por la mayoría de los docentes de la filosofía. Añado que lamentablemente
no tengo las destrezas del polímata de Hippias, quien confeccionaba sus
prendas, calzado y utillaje. Él fue un defensor de la autonomía y de la lucha
contra las leyes opresoras. De paso, me pregunto si un Hippias contemporáneo,
podría ser catalogado como un rebelde anticapitalista que rechaza a las grandes
marcas y el consumismo. Una persona
confeccionando su ropa, creando sus muebles, armando sus aparatos eléctricos,
generando sus propios alimentos y financiando todos estos proyectos a través de
la monetización de su propio conocimiento sería algo tan subversivo como un
Gandhi haciendo sal ante Imperio Británico. Curiosamente esas destrezas no nos las enseñan
en las escuelas. Nos educan para ser trabajadores y a la vez consumidores,
seres dependientes y alejados de una mayor autonomía que sería un objetivo
deontológico de la educación. Los sofistas educaban a sus alumnos en función de
sus necesidades e intereses. Si bien, la conceptualización de qué es un sofista
puede ser problematizada, una definición bastante aceptada es la de que ellos
eran “maestros profesionales que ofrecían su sabiduría y su entrenamiento en la
virtud a los estudiantes que pagaran” (Billings & Moore, 2023). En la
visión de los primeros filósofos antiguos la filosofía era algo que se
perseguía ningún interés financiero. Eso es fácil de pensar cuando perteneces
como filósofo a una élite, tienes garantizados tus ingresos o recibes el
mecenazgo de algún aristócrata (como posiblemente sucedió con Sócrates). Los
sofistas representaron un cambio socioeconómico de una educación. Se constituyeron
en algo así como profesores o tutores privados.
Tampoco hay que perder
de vista los sofistas eran profesionales en otra dirección distinta a la
económica. Eran profesionales en sentido opuesto al diletantismo (práctica
amateur). Esto implica seguir una metodología y una práctica constante de un
conjunto de disciplinas. Estos intelectuales tenían dos tipos de escenarios:
los públicos y los privados. Hacían torneos de debate, competencias de oratoria,
exposiciones públicas y conferencias privadas (epideixis) sobre muy
diversos asuntos que podríamos agrupar en: temas políticos, parábolas
mitológicas y tratados filosóficos (Billings & Moore, 2023). Pero también participaron de embajadas y
comisiones políticas. Pródico fue embajador de Ceos, Protágoras diseñó una
constitución para Turios, una colonia ateniense por encargo de Pericles,
Gorgias también fue embajador de Leontini para pedir ayuda a Atenas contra
Siracusa, Hippias fue diplomático de Elis. Sus actividades públicas y privadas estaban
ligadas al contenido de su labor educativa.
En consecuencia, los sofistas no eran
solamente profesores, también eran oradores, escritores de discursos por
encargo, asesores de políticos y mil chambas (Billings & Moore, 2023). Esto
sucede también con muchos de nuestros sabios contemporáneos. Independientemente
del grado de prestigio de los filósofos actuales, la mayoría se dedica a dar
clases constantemente con sus recursos didácticos, e incluso, combinando muchas
espacios o actividades laborales.
Algo interesante en el
vocabulario griego es que el término “sofista” se refiere a un experto en una
técnica manual o intelectual. En los textos homéricos, de Arquíloco y Alcmeón sophía
significaba saber técnico. Fue hasta el siglo V a.C. que sophía se
empezó a entender como sabiduría. De ahí que Hippias fuera en toda forma un
sofista al dominar muchas técnicas de todo tipo. La filología nos muestra que
el término “sofista era amplio”: se decía de la técnica de la carpintería, la
navegación, las artes marciales, la agricultura, la excelencia, expertise, etc.
Sin embargo, se generó una oposición
entre los saberes técnicos y los intelectuales hacia ese siglo V. Píndaro
entiende a los poetas, como sofistas, por ejemplo (Billings & Moore, 2023).
Luego, la sabiduría, para este personaje
se expresaría en la narración mítica que comunica poéticamente el saber. Está, para este poeta, asociada a las musas y
al Dios Apolo por su conocimiento divino y todos ellos porque son patrones de
las artes-técnicas (Nemeas 4.2 y Píticas 4.295-6). En Hesíodo la sabiduría se
asocia a las destrezas poéticas (Billings & Moore, 2023). Esquilo y Sófocles utilizan la palabra “sofista
“para referirse a bardos o músicos que transmiten también un saber moralizante,
como el mítico. Así que el termino se asoció tanto a un saber
innato (asociado a lo divino) y un saber aprendido (asociado a lo humano). Sophía
fue una categoría con una connotación positiva. Pero en esa misma época,
también tuvo la connotación negativa de un maestro de argumentos engañosos,
como propuso Aristófanes en las Nubes en el año 423. La palabra “sofista” también se asoció con los
oradores. Tucídides llegó a emplear en este sentido el término. Haciendo una
analogía, podemos decir que hoy en día son sofistas aquellas personas que
cultivan varios saberes técnicos, quienes combinan dos o más profesiones
diversificar sus recursos. En el mundo
capitalista actual tenemos el sofista que da clases de filosofía en una escuela
y luego va a otra u otras para completar su sueldo. O bien, que imparte sus
clases, y en el resto del tiempo lo invierte en una actividad productiva
distinta profesionalizada, sea desde el emprendedurismo o desde otra profesión.
Conozco filósofos que son maestros en un turno y administrativos en un hospital
público, como el buen Francisco Aviña; conozco filósofos que dan clases de
filosofía y que a la vez litigan como abogados; etc. Yo mismo estoy
considerando vender Avón, hacerme fotógrafo y andar de youtuber. Además de que
ya exploré de joven los senderos de la poesía, el cuento corto, el ensayo y el
blogueo. En fin, respetando las distancias y las diferencias, creo que ahí hay
una similitud entre los antiguos sofistas y los contemporáneos. Encontramos a autores como Critias, ligados a
la escritura de la literatura, el sofista Ion de Quios también escribió
tragedias y poesía; Estesimbroto de Tasos, lo mismo fue un alegorista de Homero
que un comentarista de la Guerra del Peloponeso, Damón de Oa hizo trabajos
importantes sobre la música y asuntos culturales, al mismo tiempo que apoyó a
Pericles en varios proyectos, Hippias escribió de todo, hasta catálogos de personajes
olímpicos (Billings & Moore, 2023). Los intereses variados y las vocaciones
complejas ya existían desde la antigüedad.
No podemos perder de
vista que sofistas no solamente fueron Gorgias, Protágoras, Antifonte, Pródico;
también fueron llamados así Sócrates y hasta el mismísimo Platón. Sócrates de
joven quizá fue picapedrero y aficionado a la filosofía de la naturaleza.
Platón de joven quería ser político, de grande fue asesor político. Porque
fuera de los círculos socráticos, las palabras “filósofo” y “sofista” eran
categorías indistintamente usadas para describir a los intelectuales griegos y
más ampliamente a muchas otras personas con saberes técnicos. En consecuencia,
“sofista” es una categoría que consideramos clara en retrospectiva porque hemos
asumido una tradición platónico-medieval de lectura de la historia, pero en el
contexto clásico, no era una categoría ni estable, ni natural, ni transparente.
(Billings & Moore, 2023). Los
sofistas, como hoy los enlistamos, fueron designados por Platón y Jenofonte.
Respondieron a una reacción del círculo socrático, que los categorizó como los
antagonistas de Sócrates. Hegel los consideró como una expresión subjetivista
del pensamiento griego que necesitaba dialécticamente darse. Ya más
mesuradamente George Briscoe Kerferd consideró a los sofistas como un
movimiento sui generis. Mark Munn lo describe como un movimiento educativo de
tutoría en las distintas artes de la sabiduría (Billings & Moore, 2023). En
la actualidad el revisionismo los considera filósofos con un diverso rango de
actividades e intereses (Billings & Moore, 2023). Así que esta última
consideración muy general y ambigua, puede asociarse con filósofos de la
actualidad.
Pero volvamos a mi
transmutación en sofista. También de repente descubrí que después de conseguir
mi primer trabajo, tuve que conseguir otro. Luego, otro y otro, hasta que me
descubrí trabajando en cuatro planteles escolares en Naucalpan, Huixquilucan, Santa
Fe, La Condesa. Luego recordé que los sofistas eran profesores itinerantes que
iban de polis en polis impartiendo sus enseñanzas en Atenas, Megara, Olimpia, Ceos,
etc. Nos diferenciarían las distancias (a ellos y a mí), pero nos asemejarían
los viajes continuos y los cobros. Aunque de este último aspecto debo hacer una
digresión. Los sofistas cobraban tarifas desmedidas. Las escuelas en las que he
trabajado, también lo han hecho con sus alumnos. Los sueldos de los sofistas
contemporáneos son altamente desmedidos también, pero hacia el otro extremo financiero
respecto al de los sofistas antiguos. Acá las ganadoras son las escuelas. Hippias
recaudó 150 minas en un viaje que hizo por Sicilia; Protágoras y Gorgias
llegaron a juntar 100 minas en alguna ocasión por sus cursos. En el siglo V
a.C. una casa promedio valía entre 3 y 5 minas en Atenas; y una de lujo entre 20
y 30 minas. Podríamos pensar que los
sofistas son unos abusivos. Nomás que hay que revisar algunas cosas. Aristóteles
en la Ética Nicomaquea se muestra abierto a recibir regalos de sus discípulos.
En lo personal me parece sospechoso que la Academia y el Liceo fueran escuelas
gratuitas que no recibieran ninguna tarifa de su alumnado por más ricos que
fueran el ateniense y el estagirita. Aún así son los buenos de la película. Un profesor actual que recibe obsequios de sus
alumnos está fallando a su ética profesional; pero si los recibe de su
empleador, ya no. En la Edad Media, como
cuenta Jacques Le Goff, los profesores de la universidad de París recibían
obsequios y bienes materiales directamente de los alumnos a cambio de sus
enseñanzas. Esto no implicaba que se aprobaran los conocimientos del alumno sin
que existieran las competencias universitarias. El maestro no estaba obligado a
certificarlo.
Cobrar en la antigüedad
era malo y solamente para los sofistas, pero en la Edad Media ya no. Aún así, resulta
que los buenos no cobran y mágicamente tienen escuelas de mucho peso y que
operativamente requerían no poco dinero, y los sofistas en sus enseñanzas
individuales sí cobraban eran los malos por hacerlo. ¿Qué hubiera dicho
Mafalda? Un crítico de todo esto (Kerferd) puso en duda la versión platónica de
los montos de colegiatura exagerados que atribuyó Platón a los sofistasl Y
también pongo en duda la gratuidad de la formación dentro de las escuelas
socráticas mayores. Munn cree que 5 a 20 minas sería una cifra aceptable por el
cobro de la formación sofística (Billings & Moore, 2023). Hagamos una comparación con el presente. La Escuela
Sierra Nevada, lugar de neosofistas, cobra de inscripción 18215 pesos, más una cuota de materiales anual
de 27 055 pesos y diez pagos de colegiatura mensual 23910 pesos. Eso equivale a
853 110 pesos. Esto es a nivel de
bachillerato. Así que equivale al costo de un departamento de interés social en
la zona conurbada de la Ciudad de México. La analogía, por lo tanto, es
sostenible, si pensamos en lo que actualmente pagan las élites por la formación
escolar en comparación con la gente de a pie de la antigüedad y de la
contemporaneidad. Considerando que los griegos apenas podían costear la
educación básica que recibían del citarista, del gramático y al pedotriba
(maestro de gimnasia), la educación sofística, fue definitivamente una
educación superior para grupos sociales privilegiados, pero que participó con
fuerza de la economía del saber del siglo V de la Grecia Antigua, como sucedió
con la educación helénica básica, que nadie reprochó por ser también
remunerada.
Eso me hace entender
mejor por qué se dice que los sofistas educaron a jóvenes aristócratas. Por si
fuera poco, de repente me descubro como un educador de jóvenes aristócratas.
Protágoras enseñó a los hijos de Pericles (Protágoras 17 c y ss) y el político oligárquico
ateniense se formó con Pródico de Ceos, según cuenta Jenofonte. Pues yo me
descubrí dándole clases a hijos de empresarios, de políticos o de altos CEOs de
empresas transnacionales. A los sofistas se les increpó haber formado a gente
de moral dudosa en el poder. Jacqueline
de Romilly señaló que gente que se formó con los sofistas e hizo cosas política
y moralmente cuestionables, generó una mala reputación de sus maestros entre
algunos atenienses. Lo entiendo, A mí me han increpado como formador de los
bastiones de la derecha mexicana. El debate entre Sócrates y Protágoras sobre
la posibilidad de educar moralmente a los jóvenes sigue vigente respecto a
nuestro sistema educativo. Como buen neosofista, también me toca el guayabazo. Además,
mis enseñanzas han versado en torno al uso de principios lógicos y retóricos. Y,
frecuentemente, mis alumnos y colegas me consideran un charlatán. Soy un
sofista de closet.
Entonces si prestamos
atención a trama de la película, ya no sabemos quién es el malo, quién es el
bueno, porque todos los personajes comparten características de unos y otros. Los
criterios morales se difuminan. No sabemos qué va a pasar con la historia porque
la trama es mucho más complicada que eso. Atendamos al contexto narrativo.
La sofística participó
de la ilustración griega, que debe ser entendida como una época de conciencia
de la ruptura y cambio intelectual que implicó el cuestionamiento de las ideas
establecidas y un nuevo posicionamiento epistemológico que exploró los límites
de la razón y del conocimiento de la causalidad. De ahí que se revisara el rol
de la divinidad en el saber de la época y el cuestionamiento de las creencias
religiosas en torno a la ocurrencia de las cosas. Fue una época de mucha
investigación “científica” en torno a la naturaleza, la astronomía y las
matemáticas (la physis), pero también de mucha investigación en torno a la
historia, la etnología, la interpretación de los mitos, el lenguaje, la
retórica, la virtud, lo humano (el nomos). Así que podemos postular una especie
de enciclopedismo antiguo en la que se explora también la interconexión entre
la naturaleza, la cultura y la teología.
Así como los sofistas vivieron una época de cambio en el siglo V a.C.,
los neosofistas experimentamos también un gran cambio en torno al saber en el
siglo XXI. Es un cambio acelerado, que cuestiona las formas de saber
tradicionales (de los libros, de las autoridades epistémicas) y que también
está generando una transformación de nuestras formas de organizar la cognición.
Los neosofistas no solo somos parte de la intelectualidad contemporánea, sino
también somos creadores de contenidos. Esta época actual, que es heredera de la
era de la información de los años noventa, ha llegado a un momento de
producción masiva de datos y su explotación a través de algoritmos que
reorganizan el conocimiento a través del internet y las redes sociales. Existen
formatos digitales para la transmisión de los conocimientos que dan nuevos
espacios a los textos, a la información y transmisión del conocimiento a través
del vídeo que permite un acceso enciclopédico al conocimiento que se produce en
cantidades grandes y a ritmos acelerados (especialmente con la incursión de la
inteligencia artificial) que nos hace replantear un cambio intelectual y
cognitivo en las nuevas generaciones que paradójicamente, se enfrentan a una
producción masiva de conocimientos y de
información que se manifiesta en TikTok, Instagram, YouTube, Facebook, Equis,
etcétera, y a la vez, produce a un
posicionamiento político en torno al saber que genera la difusión y divulgación
de la ciencia, las artes, la filosofía, la promoción del desarrollo humano, el
activismo ecológico y medioambiental, la defensa de los derechos humanos, por
un lado; pero por el otro lado, encontramos los fenómenos de la posverdad y las
fake news asociados al resurgimiento de las ultraderechas, el negacionismo del
cambio climático, el ecocidio, el fascismo, el racismo, la discriminación y el
fanatismo religioso en perversas amalgamas republicanas, sionistas, pro-rusas y
de muchas otras filiaciones. Mientras que observo comunidades que pugnan por el
multiculturalismo, el feminismo, los derechos de las minorías, la cultura woke, el
ambientalismo, el rescatismo y el activismo de las ONGs, también observo la
expansión de regímenes autoritarios de carácter nacionalista y dictatorial que
están cobrando fuerza en muchas latitudes del planeta: en Estados Unidos, El
Salvador, Ecuador, la Unión Europea, Rusia, China, Irán, Israel, Yemen, Uganda,
Guinea Ecuatorial, Corea del Norte y otras naciones. Pareciera que viviera al
mismo tiempo en dos mundos que entiendo menos que la teoría de los mundos de
Platón. Si atiendo a mi microcosmos, es
algo similar. La junta directiva del condominio en el que vivo tiene alrededor
de 15 años dirigiendo e imponiendo sus reglas y cuotas a voluntad sin
considerar la existencia del resto de los vecinos, ni de la Ley de Propiedad de Condominio de
Inmuebles de la Ciudad de México, pero a la vez son barbeados por los vecinos
con tal de que administren la infraestructura y los servicios. Para ellos soy un mal vecino porque no los
obedezco, pero para otros soy un buen vecino porque cuido de mi familia y no me
meto realmente con nadie. Trabajo en una preparatoria particular del Estado de
México que dice ser formadora de estudiantes de excelencia para que estén
preparados para estudiar en el extranjero y las mejores universidades del país,
pero me piden al mismo tiempo que los pase, incluso sin hacer nada y les dé
actividades de aprendizaje que siempre sean divertidas, sencillas, y si no lo
hago así, soy amonestado severamente por los directivos, quienes creen que no
me adecuo a mis alumnos por ser un profesor que también es universitario. En el
medio universitario se suele ver como el profesor light al que fuertemente
tiene su fuente de horas docentes en el bachillerato, por poseer ese estilo
preparatoriano. Confieso ser un profesor que estudió filosofía,
pero que es materialista, aunque no sé qué es exactamente la materia, pero que
creo junto con Mario Bunge que creer en una realidad no material ocasiona
muchos problemas en los planteamientos filosóficos. Confieso ser un relativista
que considera que el relativismo es transversal a la ontología (que es relación
entre entes) y la epistemología (que es relación cambiante entre los elementos
constitutivos del conocimiento). Confieso ser nihilista porque no creo que se
pueda conocer el fundamento último de las cosas ni de la materia, ni de la vida
o su sentido. Confieso ser escéptico del poder de la filosofía que le confieren
muchos clásicos. Considero que la filosofía es más un acto de vanidad y que verdadero
poder una herramienta más, como lo es un martillo. Muchas veces fui advertido
por mis familiares que estudiar filosofía era un camino al fracaso. Afortunadamente el fracaso es relativo. Mi madre, de quien estoy ahora a cargo, es
una dulce criatura con carácter de niño de dos años que fue transformada
anómalamente por una demencia en una persona tierna cuando en su estado
adecuado de salud neurológica era una persona bastante impositiva, explosiva e
intolerante. Hoy, algunas amistades me reprochan que desperdicio mi vida
cuidando de quien me maltrató. Otros señalan que soy un buen hijo, que incluso,
sacrificó a una bella y hermosa novia que nada tenía que envidiarle a una
espartana para cuidar a una persona agonizante.
Mi ex cree que fui un tonto al optar por mi madre. Yo creo que ella fue
tonta por hacerme elegir entre ambas. En su defensa puedo decir que en las
fuentes primarias no se habla de esposas o hijos de los sofistas, porque los
malos no tienen hijos ni se casan por su nivel de maldad. Estoy condenado a
seguir buscando siempre a mi siguiente ex pareja en la época del amor líquido. Como
ven, mi entorno personal es igual de confuso que el mundo en el que habito. Así
que soy un outsider de la periferia, como los sofistas lo son en la historia de
la filosofía.
Podría pensar que entregarme a Dios resolvería
esta crisis existencial. Por le creo al buen Protágoras, quien dijo que ni
varias vidas serían suficientes para saber si los dioses existen o no. A veces
me seduce la idea del teísmo, pero también me persuade el ateísmo. Me declaro
francamente agnóstico y sin hallar solución en la trascendencia. En
consecuencia, me parecen relevantes las tesis gorgianas del “nada es”, “si
fuera, no lo podríamos conocer”, “si lo conociéramos, no lo podríamos
comunicar”. El nihilismo refleja muy bien todo lo
anteriormente dicho.
Insisto, cuánta razón tenía Mafalda al decir que la vida es como una
película que, cuando llegas a ella ya estaba avanzada y no entiendes ni un
carajo. En mi propia película yo me
creía bueno. Creía saber la trama. Me descubro siendo un mal hijo, una mala
pareja, un mal vecino, un mal profesor, me descubro no siendo un filósofo sino
un sofista aficionado al relativismo, al materialismo, que está alejado de la
trascendencia y que es escéptico del peso de la tradición para filosofar. Pero también he revalorado al pensamiento
sofístico porque encuentro que empata con muchas realidades de la vida
intelectual contemporánea: el profesionalismo, la multidisciplina, el estilo de
vida itinerante, la educación de las personas, el giro lingüístico de la
filosofía actual. El revisionismo de la historia de la filosofía y de los
sofistas ya es una especie de metareflexión filosófica. Los sofistas eran
pensadores distintos y que fueron estereotipados. Y es que nos movemos con estereotipos.
Cuando veo que me gustan muchas cosas de esta vida, a pesar de las que me
disgustan; cuando observo que en algunos aspectos pienso lo contrario de mí de
lo que otros piensan, cuando noto que pienso distinto de los otros sobre lo que
piensan otros de ellos, concluyo que en realidad solo nos conocemos todos muy
superficialmente. Luego, nada es. Cuando asumo mi misantropía y veo que amo enloquecidamente a los animales, que amo jugar
al comediante y al orador, deduzco que: seguramente hago de lo malo, bueno;
hago de lo grande algo pequeño; de lo verdadero hago lo falso porque mis
palabras son como medicinas y según cómo las use tienen su efecto determinado
en mi cuerpo, Paradójicamente la dependencia que tengo a mis drogas
lingüísticas me lleva a pensar que cuando analizo lo que pienso solamente sé
que no sé nada. Porque efectivamente nada
es y no se puede conocer.
En un contexto ontológico y epistemológico así, en un mundo sobrepoblado
de gran desarrollo científico tecnológico, en un mundo de grandes logros y
contradicciones que se siente más cercano a la extinción que al progreso duradero,
empiezo a sospechar que estoy atrapado dentro de una película más confusa que
el largometraje de Madre de Darren Aronofsky y Javier Bardem. Si ustedes odian
a alguien, regálenle ese DVD. También
suelo pensar que el guionista de mi vida soy yo, aunque la vida frecuentemente
me susurra que el escritor es Woody Allen. Sofía en el Mundo de Sofía se dio
cuenta que era el personaje de una historia escrita por alguien más y se
obsesionó por escapar de la historia para no dejar de ser. Sin embargo, ellos
son invisibles al salir de la historia. La nada es el destino de los relatos.
Solamente me queda concluir lo que dijo un gran cinéfilo austriaco
aficionado al Western y que seguramente hubiera sido un gran amigo de Mafalda:
“De lo que no se puede hablar, hay que callar”. Y, si alguien de ustedes considera, como yo,
que esta ponencia es un chiste, les recuerdo que también Wittgenstein aseveró
que se puede filosofar con chistes.
Fuentes
Billings,
J., & Moore, C. (Eds.). (2023). The Cambridge companion to the sophists
[Versión Kindle]. Cambridge
University Press.
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