Rivalidad entre hermanos


¿Qué es la rivalidad? Es un concepto que identificamos con relativa facilidad. Aún así cabe no obviar su significado para reflexionar sobre ella. La RAE la define como “la enemistad producida emulación o competencia muy vivas”.[1] Viene del latín rivalitas, que alude a la cualidad de enemigo, que se compone de dos estructuras: rivus (río), alis (relativo a).  Y es que esa etimología alude al que está al otro lado del río. Vivir contiguamente al lado de aquel que compartía el río, en el mundo latino, ocasionaba problemas de convivencia, por la usabilidad, la contaminación, la explotación del río. También los ríos podían servir de frontera natural con otra comunidad.[2]  La etimología y la definición de diccionario ayudan precisar mejor este concepto. Ahora bien, la rivalidad se piensa analógicamente, es decir, en parte igual y en parte distinto. La rivalidad se puede dar entre enemigos, por supuesto, pero también entre amigos, colegas, deportistas, compañeros de trabajo, estudiantes, familiares, cónyuges. La manera en que se puede rivalizar y los motivos por los cuales se rivaliza pueden ser bastante distintos. Se puede rivalizar fraternamente bajo ciertas reglas, pero también con odio y sin reglas. Se puede rivalizar unilateralmente contra otro (sin que el otro nos considere un rival) o se puede rivalizar mutuamente. Se puede rivalizar contra varios simultáneamente también. Lo que causa la rivalidad es el deseo de ocupar el lugar que crees que otro ocupa o quiere ocupar, o bien defender el lugar que ocupas y que otro desea tener.  Se puede rivalizar temporalmente y por un solo aspecto o se puede rivalizar permanentemente y por varios aspectos, incluso por todo.

La rivalidad es vista positivamente en ciertos contextos, como el deporte, la economía, y en general la competitividad es promovida en el mundo capitalista como motor del progreso en cualquier sentido.  Se premia al empleado del mes, al mejor promedio, al mejor maestro. Se establecen criterios para rivalizar. Pero la rivalidad también puede ser vista negativamente como un elemento de enajenación y estrés. La rivalidad en el crimen organizado o en la geopolítica, por ejemplo, son potencialmente nocivas. Se aplaude la prepotencia, el maquiavelismo, la violencia. La rivalidad puede estar también asociada a la destrucción del otro y puede ocasionar incluso la propia involución. La rivalidad tiende dos caras.

Pareciera que la rivalidad es un fenómeno antropológicamente arraigado. La propia lucha por la supervivencia en el mundo natural es una condición para la subsistencia. Hay depredadores y presas. Se puede ser depredador de una especie y presa de otra. Incluso dentro de una misma especie hay tal relación, como sucede con el ser humano. La rivalidad se da en la humanidad tanto entre comunidades (poblados, naciones, etc.), como entre individuos. Es común la rivalidad entre grupos relativamente pequeños, pero como poblados, o entre familias. Pero, incluso también la rivalidad se puede producir dentro de la misma familia.

Ahora bien, pensemos en la rivalidad en el contexto de los hermanos. En el imaginario colectivo existen muchos casos. El arte, la religión, la literatura y la mitología los ejemplifican. Pensemos en rivales icónicos como: Huitzilopochtli y Coyolxauhqui, Edipo con sus hijos y hermanos Eteocles, Polinices, y Antígona; Rómulo y Remo; Thor y Loki; Caín y Abel; Jacob y Esaú; los Hermanos Karamazov; las hermanas March de la novela Mujercitas, los hermanos del Popol Vuh.

Históricamente y socialmente se ha favorecido la rivalidad entre hermanos y sus familiares con categorías que establecen diferencias dentro del parentesco, como “medios hermanos”, “hermanastro”, “primogénito”, “bastardo”, “hijo adoptivo”; “hijo natural”, “hijastro”, “padrastro”, “madrastra”. Regularmente esos términos se asocian con una condición moral bajo la que fueron concebidos los hijos dentro o fuera de matrimonio, en segundas o terceras nupcias, bajo el derecho consuetudinario, e incluso el derecho positivo hasta el siglo XIX, en torno a la herencia del patrimonio familiar.[3] El sexo de los hijos era tajante. El machismo marcaba diferencia entre el hijo y la hija. La primogenitura también la generaba entre los hijos del mismo sexo.

Nuevamente recurriendo a la RAE podemos definir al “hermano” como aquella “persona o animal que tiene en común con otra u otro el mismo padre y la misma madre o sólo uno de ellos.[4] No hace diferencias entre la hermandad por sangre o adopción, ni el matrimonio, la infidelidad y la soltería. La hermandad es fijada en términos meramente lógicos a partir de un hecho que puede ser biológico o social.

Anteriormente las rivalidades entre hermanos eran favorecidas por las instituciones sociales. Hoy, con los avances jurídicos en torno al derecho familiar, las rivalidades han cambiado en función de temas distintos a la primogenitura y la bastardía, sino se dan respecto a otros asuntos como la pensión alimenticia, el divorcio o la propia dinámica familiar.

Así que la rivalidad entre hermanos no es algo extraño ni ajeno a las familias ni del pasado ni del presente. Las formas han cambiado, el fondo es el mismo: derechos y obligaciones, la moral, personalidades afines o incompatibles, anhelos, afectos, resentimientos, envidias, patologías psicológicas, trato desigual, etcétera.  Es posible experimentar rivalidad hacia el hermano que va a nacer de sus padres, hacia el nuevo hermano que va a surgir del nuevo cónyuge de uno de sus padres, hacia los hijos de la nueva pareja de uno de los padres, o hacia lo propios hermanos a lo largo de la infancia, la adolescencia y la vida adulta.

La rivalidad entre hermanos puede darse viviendo ambos en la misma casa o fuera de ella. Puede ser fomentada por uno o ambos padres (o ninguno), la nueva pareja de uno de los padres, puede ser fomentada por uno o ambos hermanos, o con la participación de varios cómplices dentro de una familia.

También llega a suceder que algunos creen ver una rivalidad en donde no la hay. Es decir, asumen que el otro está compitiendo con uno, cuando en realidad malinterpreta un fenómeno de imitación y admiración. Igualmente puede ocurrir que un hermano esté compitiendo con el otro y el otro no lo tome como rivalidad, porque no se de cuenta o no le importe.

 Ante tal situación hay un abanico decisiones posibles: ignorar el problema (evadir pensar en él y huir de éste), negarlo (asumiendo que el vínculo es bueno y recurrir al autoengaño), resignarse a una relación de enemistad y desarrollar cierta tolerancia, tratar de resolverla (con éxito o sin éxito), tener una relación distante o cortar de tajo la relación.

Qué tan convenientes son esas estrategias, está claro que unas son más eficaces que otras, unas más convenientes que otras. También el contexto de cada situación varía.

La rivalidad entre hermanos es común. Una encuesta levantada en Reino Unido a 2000 adultos para el programa de televisión Succession arrojó que más de la mitad de los consultados sentían que competían con sus hermanos.[5] La competencia es respecto al éxito en cosas tales como quién es el anfitrión en las reuniones, la propiedad de la vivienda, el éxito económico. Eso muestra lo común que es la rivalidad. Otra encuesta también anglosajona de OnePoll mostró que el 15% de sus encuestados compite con sus hermanos profesionalmente y que su elección de carrera tuvo que ver con la rivalidad.[6]

La comparación que hacen los padres y las personas es un factor de rivalidad. Comparar es una actividad cognitiva común, el problema está en el cómo hacemos explícitas las comparaciones y la intención de la comparación. Otro factor es la equidad, a veces los padres realizan un trato diferenciado por las edades o sexos que generen también rivalidad. Estos elementos pueden generar celos o envidia.

En consecuencia, si se quiere acabar con la rivalidad entre hermanos se debe de generar un ambiente cordial, equitativo y con la intervención activa de los padres. De lo contrario, la rivalidad podrá marcar a los hijos de por vida. La rivalidad es relativamente fácil de que ocurra y la sociedad la fomenta con facilidad.

 


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