La sensación y los cinco sentidos

Las sensaciones son un fenómeno importante dentro de nuestra consciencia. Ellas implicas ciertas intuiciones de sentido común: que las cosas percibidas existen independientemente de la mente, que las propiedades de esas cosas existen independientemente de la mente, que los objetos y sus propiedades siguen existiendo a pesar de que ya no sean percibidos. Las sensaciones son experimentadas de manera inmediata, es decir, la conciencia experimenta a las sensaciones con inmediatez (la haya o no). Las sensaciones, además, provocan reacciones en la conciencia y tienen un rol causal para generar: creencias, deseos, emociones, etc.[1]  Obviamente de manera ingenua interpretamos nuestras sensaciones como reales (realismo ingenuo o perspectiva ingenua). Pero si somos críticos podemos entender que algunas sensaciones son el producto del error perceptual, es decir: son causadas por la ilusión o por la alucinación.[2]  Una actitud filosófica o crítica hacia la percepción, nos muestra que también ésta, no sólo da cuenta de la realidad, sino del sujeto que interpreta esa realidad.  Una ilusión refleja una apariencia que no corresponde a la realidad (como el fenómeno en el que percibo una vara como curva y no lo está).  Es decir: “las ilusiones son experiencias sensoriales en las que los objetos físicos externos a la mente aparentan o parecen ser distintos de lo que en realidad son”.[3] En cambio, en la alucinación, hay la carencia de un objeto físico. Mientras que, a la ilusión puedo distinguirla de la realidad, a la alucinación, no. La ilusión es provocada por un efecto medio ambiental o una confusión del sujeto, mientras que la alucinación es provocada por una alteración neurológica inducida eléctrica o químicamente por un agente externo o interno al cerebro (droga, electrodo, tumor, sugestión).   

La sensación es el proceso de recibir un estímulo de fuera del cerebro y transmitirlo a éste por los órganos de los sentidos y las conexiones nerviosas. La impresión sensible es enviada por alguno de los órganos de los sentidos: la vista, el gusto, el tacto, el olfato, el oído o cualquiera de los otros sentidos menos conocidos. Repasaré cómo funcionan dichos mecanismos.  Los sentidos son más de cinco en realidad. La orientación espacial, cinética, el apetito sexual, la percepción del dolor, el hambre o la sed son también formas de sentidos. Podemos hablar entonces de un sistema sensorial complejo. El culpable de la clasificación en cinco sentidos es: Aristóteles. Aunque no es del todo exacto podemos hacer que los otros sentidos se subordinen a ellos. El equilibrio lo podemos vincular a la vista, el oído y el tacto, el hambre y la sed al gusto, el olfato y la vista, etcétera. Hay quienes dicen que los seres humanos en realidad tenemos 13 sentidos: los cinco tradicionales, y además, el dolor, la orientación, la aceleración, el color, la luz, el equilibrio, la temperatura y la cinestesia. Sin embargo, asociamos muchos de ellos a un sentido, como el color y la luz con la vista o la temperatura con el tacto.[4] Pero hay quienes entienden que hay otros tantos más como algunos otros que ya mencionamos de pasada (el hambre, la sed o el apetito sexual) y podrían ser más de 20. Incluso hay un fenómeno que padecen algunas personas que prácticamente se refiere a la experimentación de una sensación de otro sentido ocasionada por un estímulo sensorial de otro tipo.  La manifestación más común se da en la experiencia del color que también hace experimentar números, letras o sonidos. Hay quienes con el tacto experimentan sensaciones gustativas o bien, con los sonidos experimentan también sensaciones táctiles. Se cree que esto puede ser producido por una confusión neuronal dentro del tálamo ocasionada por los neurotransmisores.

Podemos definir a los sentidos como los instrumentos de los seres vivos para tener una interacción con el mundo.[5] Hay que unos sentidos son físicos: como la vista, el oído y el tacto, mientras otros son químicos, como el gusto y el olfato.  Estos últimos son los más antiguos evolutivamente, luego vinieron los físicos. Se dice que el más antiguo es el gusto, luego surgió el olfato.

No todos los seres vivos han desarrollado igual sus sentidos. Unos animales tienen sentidos que otros no tienen. Los murciélagos son ciegos, pero en lugar de eso han desarrollado el sentido de la ecolocalización (que se ubican en el espacio a través de la emisión de sonidos que captan como un sonar). Otros animales también han desarrollado la magnetopercepción o la electropercepción.[6]  También sucede que teniendo el mismo sentido, unos captan ciertos umbrales que los otros no captan o los utilizan de manera distinta. Hay animales que tienen una menor cantidad de conos en la retina, eso afecta su percepción del color, por ejemplo; o bien, tienen ojos lateralizados y captan deficientemente las profundidades. Las ballenas  se comunican en frecuencias de sonido que el ser humano no puede escuchar.

Los sentidos también marcan un estilo de relación con la realidad. Sin ellos no desarrollaríamos nuestra vida cómo la conocemos.[7] Quien tiene una discapacidad asociada a la privación de uno de los sentidos vive distinto que el resto de las personas. Los sentidos determinan formas de captar y de ser en el mundo. De ahí la importancia y los esfuerzos que ha destinado la medicina para revertir las discapacidades sensoriales. Por ejemplo, se tienen aparatos para aumentar la audición en personas con sordera. Y desde 2002 La Universidad del Sur de California y la Second Sight Medical Products están trabajando en prótesis retinianas para personas con ceguera que lleva dos generaciones de experimentación: Argus I (2002) y Argus II (2007).

En todo proceso sensorial hay una forma de energía que estimula a una célula receptora de un órgano sensorial. Esa energía es convertida en una señal nerviosa la cual viaja hacia el encéfalo. Por eso es que se puede decir que los órganos de los sentidos funcionan como transductores, es decir, transformadores de ciertas señales físicas o químicas en señales eléctricas que se transmiten por los nervios.[8]  Cabe mencionar que todavía ignoramos mucho del proceso de la sensación. Los mecanismos más conocidos son los de la visión y el oído, que son los dos más usados por el animal humano. Mientras que los menos estudiados son el olfato y el gusto.

Desde una perspectiva evolucionista, dicen Jean-Didier Vincent y Pierre-Marie Lledo que:

        Para sobrevivir la mayoría de las especies animales deben adaptar sus estrategias de comportamiento a las variaciones que se dan en su entorno. Esta adaptación extraordinaria de los comportamientos tiene su origen en los mecanismos, a menudo complejos, que intervienen a nivel de los receptores sensoriales (donde se recogen las informaciones en bruto), a nivel integrativo (donde se filtran, se tratan y se codifican las informaciones procedentes de los distintos captores) y, finalmente, a nivel perceptivo (donde se formas las representaciones mentales de las informaciones recibidas). Estos mecanismos, que dependen de receptores y centros más integrados, permiten desencadenar comportamientos fundamentales para mantener la vida y la evolución de las especies, por ejemplo, los relacionados con la reproducción, con evitar el peligro o con la búsqueda de alimento.[9]

Lo anterior nos da un ciclo cognitivo que consiste en la sensación, integración, percepción y comportamiento. El comportamiento está ligado en última instancia con la supervivencia: la reproducción, la detección de peligros y la alimentación. Los sentidos nos conducen básicamente a esas tres acciones.

La sensación, pues, está estrechamente ligada a la percepción en tanto que la segunda es una sensación consciente. Si bien a veces suelen usarse ambas palabras como sinónimos. La sensación es la estimulación que va al cerebro, mientras que la percepción se da en el encéfalo e implica una reacción al medio ambiente. A veces la sensación opera sin el pensamiento y posteriormente éste se involucra. Por ejemplo, los receptores sensoriales pueden registrar un cambio repentino y disparar una reacción del cuerpo sin que medie ningún pensamiento. Un cambio de luz o de sonido repentino genera una reacción automática, que ya luego después será acompañada de un pensamiento. Por ejemplo, cuando un objeto en una escena se mueve sorpresiva o rápidamente nuestros ojos se ven atraídos hacia él. La información sensorial que manda el ojo del movimiento no es a la corteza bajo sus rutas tradicionales, sino la manda directamente al tálamo y de ahí al área V5 de la corteza visual que se ocupa del movimiento sin ser totalmente conscientes de lo que estamos viendo.[10] A ese fenómeno de visión no consciente se le llama visión ciega. Así es como podemos esquivar algo que viene hacia nosotros sin que sepamos qué es. Una manifestación patológica de la visión ciega es la ceguera categorial, es decir, debido a un daño en el área de cerebro que da sentido a las imágenes que recibe, se sabe que una persona no sabe identificar los elementos de una categoría concreta, que suele tener relación con los animales. Se puede reconocer todo lo que hay alrededor de esa criatura excepto al animal mismo.  También se puede dar una ceguera categorial respecto a objetos.

Esto muestra que sensación y percepción son distintas aunque se den estrechamente emparentadas. Desde una perspectiva neurológica la simple aprehensión se inicia con la sensación y la percepción. Es decir, la sensación es el proceso de recibir un estímulo de fuera del cerebro y transmitirlo a éste por los órganos de los sentidos y las conexiones nerviosas. La percepción es el proceso de interpretación que realiza el cerebro de las imágenes sensoriales. Un aspecto interesante de la percepción es el de las neuronas espejo, es decir, que reflejamos los patrones neurológicos de las actividades que percibimos que hacen otros cuando interactuamos con otros. Se da en los sistemas de movimiento, en el habla, la conversación, la memoria social y otras actividades.  El cerebro tiene un diseño social.[11]

 

La visión

 

La visión o la vista es “la función fisiológica y psicológica por medio de la cual el ojo y el cerebro determinan información transmitida del exterior en forma de energía radiante llamada luz”.[12]  También se puede definir como la facultad  por medio de la cual el ojo percibe el mundo exterior. La vista es fundamental para enfocar a los objetos y percibir color, forma, distancia e imágenes en tres dimensiones. En el caso del ser humano y otros animales tienen la capacidad de tener visión estereoscópica, es decir, pueden enfocar los dos ojos sobre un mismo objeto. Eso permite captar mejor la tridimensionalidad. Es importante recalcar que el 80% de nuestra actividad cerebral depende de señales visuales.[13] De ahí que sea el sentido más importante para el hombre.

La luz es una especie de presencia que llena un espacio. No la olemos, no la sentimos, a pesar de que nos toca y la tocamos. Sin embargo, si la podemos  sentir en la piel en forma  de calor. No  se observan límites claros en ella. No siempre se observa homogéneamente. Tiene variaciones de intensidad. Puede ser brillante o tenue. Cuando no hay luz hablamos de sombras o de oscuridad. La luz nos hace accesibles a las cosas. La oscuridad las oculta.  Vuelve a las cosas visibles o invisibles en función de su presencia o ausencia.  La luz le confiere a las cosas forma, volumen, altura, profundidad, el movimiento o el reposo. Nos permite sabernos en el espacio y desplazarnos en él esquivando o yendo a los objetos de nuestra atención según nuestro interés. El dominio de la luz nos da poder. Por eso se han inventado fuentes artificiales de ella. Se comporta misteriosamente. Por eso ha sido estudiada por los científicos. En la naturaleza se presenta como cíclica: el día y la noche. Durante el día se difumina hacia todos lados, salvo que sea bloqueada por barreras naturales o artificiales: cuevas o muros. Durante la noche, está ausente, salvo que sea producida artificialmente. Se asocia a la luz con la inteligencia, la razón, el orden y la protección. Su ausencia sería lo contrario en muchas representaciones simbólicas.

La luz que nos llega a la Tierra mayoritariamente viene del Sol. Emite todo tipo de luz: visible e invisible. La luz visible  es  blanca. La luz que captamos de los objetos en realidad es luz refractada por ellos. Al llegar la luz blanca al objeto sus átomos absorben fotones de la luz incidente, pero también reflejarán  los fotones de las frecuencias que no fueron absorbidas por la sustancia. De ahí surgen los colores. La luz que vemos de los objetos es la de los colores que no fueron absorbidos. También es afectada por los colores que están a su alrededor.

La luz es radiación electromagnética. Esa entidad se comporta de varias maneras. Puede viajar en línea recta. Puede ser refractada. También puede se puede desplazar de una manera en la que varía la intensidad de la luz, como si ésta se curveara. Se difracta. En consecuencia también se comporta como una onda. En el mundo macroscópico la luz se comporta como onda, en el mundo microscópico como partícula. La luz se mueve a 300 000 km por hora, esa es su velocidad de propagación.  Las ondas son desplazamientos sobre una línea recta imaginaria con un movimiento ascendente y descendente del fluido en el que suceden. La parte más alta del movimiento ascendente se llama cresta. La parte más baja se denomina valle. Hay una distancia vertical entre la línea imaginaria y la cresta. Se le conoce como amplitud de onda. Hay una distancia horizontal entre una onda y otra sobre la línea recta. Es conocida como la longitud de onda. También se puede medir la frecuencia de las olas, que es el número de repeticiones u oscilaciones que realiza por segundo. La frecuencia se mide en Hertz. Hay una relación entre la frecuencia y la longitud. Entre mayor sea la frecuencia, menor es la longitud. Si la frecuencia es menor, la longitud es mayor.

Esto es importante de saber porque no toda la luz es visible al ojo humano. Solo captamos la luz en determinado rango de frecuencia. También importa la longitud de onda porque ella está ligada al color. El ojo humano tampoco capta todos los colores. Su rango está entre los 4000 y los 7200 amperios. No vemos ni las ondas ultravioletas, ni las infrarrojas.

El ojo puede ser entendido como una extensión del sistema nervioso central que funciona como una cámara fotográfica  con un campo visual con un ángulo de casi 180 grados, con visión nocturna y una capacidad de movimiento del globo ocular en milisegundos a través de 6 músculos localizados en su órbita. Esto a su vez le permite enviar al cerebro órdenes al cuerpo a la velocidad de la luz. Los ojos colaboran con el cerebro para que el mundo tenga sentido y en  última instancia nos ayudan a sobrevivir. La visión no sólo transmite imágenes, sino nos permite categorizar lo captado. Sin embargo, el ojo no capta todo lo que lo rodea. Se llega a decir que no ve el 99% de lo que hay alrededor. Hay muchas cosas que no capta el ojo por ser demasiado pequeñas, demasiado rápidas, demasiado lentas, muy distantes o porque no están en el rango del espectro de luz que captamos. Por ejemplo no captamos millones de fragmentos de polvo, ácaros, bacterias, esporas, hongos,  algas, virus, gases,  moléculas y átomos. Tampoco captamos muchos planetas, estrellas, radiación cósmica y  otros cuerpos celestes. No percibimos la luz infrarroja que sí captan algunos reptiles, como algunas serpientes y el caimán. Sin embargo, con la tecnología creada por nuestros cerebros  nos permite captar con telescopios, microscopios y cámaras cosas que no podríamos ver.

Paradójicamente también podemos ver con el cerebro sin usar los ojos, como sucede cuando imaginamos, recordamos o soñamos.

El ojo tiene tres membranas: la esclerótica que es blanca y tiene en su parte anterior posee una estructura transparente llamada córnea. Ésta permite el paso de la luz al ojo y protege al iris. Después está la capa media del ojo, que tiene muchos vasos sanguíneos, en la que están el iris, la pupila por fuera. La pupila es una especie de diafragma que regula el paso de la luz, mientras que el iris controla su diámetro. Por dentro está una capa llamada coroides y el cuerpo ciliar, que contiene músculos que curvean el cristalino (una especie lente dentro del ojo) para enfocar las imágenes. La capa interna tiene a la retina que tiene dos células fotoreceptoras: los bastones y los conos.  En la visión, la luz entra al ojo por la córnea, luego pasa por la pupila y el cristalino, el cual la dirige hacia la retina. El cristalino cambia su forma para permitir que la luz se enfoque de manera adecuada en la retina. Detrás del cristalino hay humor vítreo. Entre el iris y la córnea y el entre el iris y el cristalino hay dos cámaras pequeñas que están llenas de humor acuoso.

La luz llega a la retina por un proceso de refracción en el que participan la córnea y el cristalino. En algunos casos no hay la suficiente potencia para desviar la luz y se forma una imagen muy atrás en la retina. A eso se le llama hipermetropía. Si la potencia es mucha, se forma la imagen antes de la retina. Tal fenómeno es la miopía. Cuando la córnea pierde su forma curva original sucede el astigmatismo. La hipermetropía impide ver con claridad los objetos cercanos. La miopía produce una visión borrosa de los objetos lejanos. El astigmatismo hace que se vean borrosos los contornos de las cosas.

La retina se estimula con la luz y ahí es donde realmente inicia la sensación de la visión. Durante ese proceso el ojo se mueve incesantemente. Eso permite que llegué mejor la luz a la retina y que llegue  mejor  la luz de las cosas que están alrededor del objeto que estamos viendo. Si no se moviera el ojo, seguramente se vería de manera confusa el objeto.

En la retina hay dos tipos de células receptoras: los bastones y los conos. Los primeros responden a grados de luz y oscuridad. Los segundos responden, además de lo anterior, al color y a los detalles. Los conos están al centro de la retina, los bastones a su alrededor. Cada ojo posé alrededor de 7 millones de conos y 125 millones de bastones. Los conos captan señales de color: azul, verde y rojo.

Profundicemos un poco más en esto.

Los fotones de luz son convertidos en señales nerviosas. Es una señal eléctrica codificada. En la parte superior de los bastones de la célula, la luz que golpea afecta a ciertas moléculas que absorben la luz. Esas moléculas son de un pigmento rojizo llamado rodopsina. La rodopsina tiene dos components: el retinal y la opsina. El retinal absorbe radiación ultravioleta. Al combinarse con la opsina se modifica la longitud de onda de la radiación que absorbe. La convierte en luz verde. En los conos se da un proceso similar, pero la luz que se genera es azul, verde o roja. Eso se debe a que hay tres tipos de conos. Se les llama conos azules, verdes y rojos respectivamente. Esas moléculas se modifican y envían una señal a través de la membrana de plasma que transmite dicha señal al segmento interior del bastón hasta que llega a una terminal sináptica. Esa señal de cada célula fotoreceptora se combina con otras señales de otros fotoreceptores individuales. No sabemos exactamente cómo sucede. Hay una teoría que postula que no llegan las señales individuales de cada célula al cerebro, sino una sola señal que transmite el nervio óptico que es el resultado del promedio de todas las señales individuales. A esta teoría se le conoce como teoría de la adaptación

Con esas tres señales el cerebro crea una gama del espectro visual que llega a los 10 millones de colores.[14] Estas células conectan con unas células ganglionares cuyos axones forman el nervio óptico. El lugar donde se unen la retina y el nervio óptico, se llama punto ciego. El nervio óptico conecta con el quiasma óptico, el lugar donde conecta dicho nervio con el encéfalo al hemisferio cerebral contrario mediante los tálamos ópticos y de ahí al lóbulo occipital.  Los anexos del ojo son elementos anatómicos que protegen al ojo en su periferia: las cejas: las pestañas, los parpados, las glándulas y los conductos lacrimales. Permiten la lubricación y le cierre de los ojos.

Los conceptos de carácter visual se alojan en la nuca, conforme ascienden hacia la coronilla son más abstractos. Pero los conceptos que son mucho más abstractos y poco visuales se alojan en el córtex frontal y temporal. Los conceptos se registran en la memoria. Hay una ruta común que lleva el impulso visual al tálamo y de ahí a la corteza visual V1. Se sabe que ahí hay  neuronas que llamaron células simples que identifican líneas con cierto ángulo dentro del campo visual y que otras de ellas reaccionan a luces con cierta longitud de onda, es decir, a colores. Tales otras células están en el área V4.  De hecho, si hubiera una lesión en dicha área, podríamos ver el mundo en tonalidades de grises: acromatopsia. Posteriormente, las células simples conectan con otras llamadas complejas, ellas establecen la conexión entre las líneas percibidas y el color. Finalmente transmiten dicha información a las células hipercomplejas,  que responden a formas o áreas específicas. Eso genera un esbozo primario bruto que solemos vincular con nuestras experiencias previas para darle sentido, que el cerebro completa de una manera gestáltica.  Ahora bien, la captación del mundo como tridimensional  (largo-ancho-profundo) se produce en el área interparietal anterior que aprovecha la disparidad binocular de los ojos y las formas que el cerebro capta de los objetos en movimiento.[15] Esto nos lleva al asunto del movimiento.

También captamos los movimientos en el área V5 de la corteza visual, como ya se dijo. Esa sección está en relación con una parte de los lóbulos temporales que se ocupa de los movimientos y las caras, es conocida como el surco temporal superior o STS. Responde a cuerpos en movimiento y organiza la información como hacen las películas en cuadros distintos que se relacionan entre sí. Un daño en el área V5 en ambos hemisferios del cerebro ocasiona una ceguera al movimiento. Hace que una persona vea estáticamente una escena, como un carro a distancia, y en el siguiente momento de repente lo vea realmente cerca, también de manera estática.[16]

Ahora prestemos atención al reconocimiento de las personas, pues tiene una mecánica muy particular. Cuando vemos figuras y rostros humanos, se activan dos áreas del cerebro: el área corporal extraestriada o EBA (Extrastriate Body Area) que está fuera de la corteza visual estriada y contienen unas franjas de células más oscuras. La EBA se encarga de identificar las representaciones del cuerpo y las imágenes de éste como contornos. En un problema de anorexia se cree que puede haber una alteración de la EBA. Pero en el reconocimiento de personas también participa otro circuito: el área corporal fusiforme o FBA3 que es una parte del cerebro plegada debajo del lóbulo occipital  donde se une con el lóbulo temporal. No se concentra en los contornos del cuerpo, como la EBA, sino en la integralidad de la figura humana. Da unidad a los detalles. Por último tenemos el área facial occipital, la cual, está debajo de la EBA. Esa área reacciona a las puras caras y no a otro tipo de objetos. .El área facial occipital reconoce un estímulo visual como una cara, pero luego va interactuar con el área facial fusiforme que permite reconocer el detalle de un rostro y relacionarlo, mediante sus conexiones con el lóbulo temporal,  al recuerdo de la información personal, biográfica y de nombres. En conjunto la EBA, la FBA3 y las áreas facial occipital y fusiforme actúan para reconocer personas. Un daño del área facial fusiforme, como sucede en las personas con Alzheimer, ocasiona un problema conocido como prosopoagnosia. Pero ésta no es exclusiva de dichos enfermos, también se puede dar en ciertas personas con cerebros no demenciados. Esto nos lleva a concluir que el sistema visual no solo reconoce objetos y ya, sino que también tiene un diseño social. De hecho, el reconocimiento de las caras conecta con las emociones. Cuando vemos a una persona que nos es familiar por el trato hay un circuito que activa una emoción que va de la corteza visual a la amígdala. También se extiende el circuito hasta el lóbulo frontal, encargado del procesamiento de información.[17]

Ahora, si recapitulamos lo anterior, podemos decir que existen tres rutas que acompañan al proceso de la visión: la que permite identificar los objetos en su figura, color, sus características, llamada corriente visual ventral, que va hasta los lóbulos temporales del cerebro; y en segundo lugar está la corriente visual dorsal, que se ocupa de ubicar, de localizar los objetos en el campo visual en su movimiento y profundidad. Se activa con el movimiento de los objetos, incluso sin necesidad de pensamiento consciente. Ésta va de la corteza visual a los lóbulos parietales. En tercer lugar, cuando se trata de personas, el cerebro activa, además la EBA, la FBA3, y las áreas faciales para poder reconocer a las personas. Con todas esas rutas damos sentido al mundo visual que captamos.
Si todavía quisiéramos entender más holísticamente la visión tendríamos el siguiente trayecto: la luz visible entre los ojos, llega a las células de la retina, es transportada por el nervio óptico al tálamo, el cuál canaliza esa señal al cortex visual  en tres rutas: la dorsal, la ventral y la relacionada con el reconocimiento de las personas, por último se envía la información al lóbulo frontal para que en la conciencia eso se convierta en una percepción que genere una conducta y toma de decisiones.

La audición

 

También el oído puede ser entendido como una extensión del sistema nervioso central. Sus funciones son la audición y el equilibrio.  Es un órgano que sirve para captar ambas cosas. La audición es la capacidad de captar las ondas sonoras que tiene el oído.  Así que oído  y audición no son exactamente lo mismo, aunque frecuentemente se hable del oído como sinónimo de audición.

El oído se divide en tres partes: externo, medio e interno. El externo comprende al pabellón de la oreja y el conducto auditivo externo de aproximadamente dos centímetros y medio.  En la piel del pabellón se secreta una sustancia cerosa que es la cerilla. El oído medio está constituido por la caja del tímpano y se separa del oído externo por una membrana. Se separa del oído interno por una pared con dos orificios llamados ventana oval y redonda. Está conectado con la faringe por la trompa de Eustaquio que es una estructura  que equilibra la presión con el exterior. La cavidad timpánica está llena de aire.  Dentro de la caja del tímpano hay cuatro huesecillos móviles: el martillo, el yunque, el lenticular y el estribo (algunos anatomistas prefieren hablar de solo 3 huesos). Ellos constituyen una cadena. El oído interno está formado por el laberinto. Este está dentro del hueso temporal del cráneo. Dentro de éste hay: el caracol o cóclea, el vestíbulo y tres conductos semicirculares. Dentro del caracol  está el órgano de Corti,  el cual conecta con el nervio coclear que va al bulbo raquídeo y de ahí al lóbulo temporal, donde se alojan los sonidos. Conecta a través de unas células ciliadas que se estima son alrededor de 24 mil.

Las ondas sonoras son producen vibraciones dentro del tímpano, al cual, lo hacen vibrar. Éste mueve a los  martillo, al yunque y al estribo para que vibren en secuencia.  Tales vibraciones son magnificadas por la ventana oval. Luego hacen que el líquido dentro de la cóclea empuje hacia arriba y abajo al órgano de Corti. Ahí hay células pilosas que son los receptores de la audición y de ahí llega el sonido al encéfalo. Específicamente llega al puente, que es una región del bulbo. De ahí, el impulso se traslada al cuerpo trapezoide, una forma de punto donde se cruzan de hemisferio las señales nerviosas del cerebro. Ahí se compara las diferencias entre las percepciones de un oído y otro. Luego se traslada al complejo olivar superior.  Ahí se categorizan los sonidos por volumen, tono y  ritmo. Posteriormente se envía la señal a la corteza auditiva de la parte lateral del lóbulo temporal, mediado antes con una parte del tálamo que primero recibe la señal y lo envía a la corteza. Ahí se realiza la audición consciente. Se identifica el tipo de sonido que estamos escuchado.

Ahora hablemos de la detección del habla. Cuando el cerebro detecta una voz humana que habla se activa más el hemisferio izquierdo. Ahí se asocian los sonidos con las palabras, conectándose también con el lóbulo frontal para la toma de decisiones del habla. El hemisferio derecho se activa más con los cambios de tono, especialmente cuando se escucha música.  Para algunos neurólogos la capacidad para escuchar música está tan integrada al cerebro como la capacidad lingüística. Tan es así que una lesión en ambos lóbulos del cerebro en la parte relacionada a la música impide la identificación de las melodías, aunque no su disfrute. En consecuencia, cuando el cerebro escucha lenguaje, presenta más actividad eléctrica en el hemisferio izquierdo; cuando escucha música, presenta más actividad en el hemisferio derecho.

Cabe mencionar que el sonido es una experiencia psicológica creada por el cerebro y no algo que exista en sí en la realidad.

El cerebro solo capta ondas sonoras en un rango de frecuencia (número de ciclos por segundo en una onda) y de volumen (amplitud de la onda). Si una vibración que tiene un cuerpo se realiza de manera periódica y con cierta frecuencia, el aire o el medio a su alrededor lo reproduce. El oído percibe ondas sonoras de entre 20 y 20 000 hertz. Las ondas que tienen frecuencias mayores a los 20 000 Hertz se les llama ultrasonido.

El sonido la captamos en tonos. Estos pueden ser graves o agudos. Los sonidos de mayor frecuencia son agudos, los de menor frecuencia son graves. En el caso de sonido la amplitud de la onda se percibe. Las de mayor amplitud tienen mayor energía. Así pues el oído humano percibe la intensidad del sonido.  Si el sonido producido es demasiado débil, el oído no lo percibe. El cuerpo humano genera sonidos con su actividad. El sonido producido por el ambiente debe ser superior a éste para ser captado. Si el sonido es demasiado fuerte, puede dañar el tímpano. El oído no solo escucha tonos y volúmenes. También capta timbres. Ellos son sonidos distintos, incluso aunque tengan el mismo tono y volumen. No suena igual una misma nota tocada por un piano que por un violín. También el cerebro tiene la capacidad de seleccionar entre un cúmulo de sonidos a cuál prestar atención. A esto se le llama el efecto de fiesta de coctel.

El cerebro hace conceptos de los sonidos, pero también utiliza los sonidos para codificar conceptos en el lenguaje. También suele jugar con los sonidos para crear sensaciones placenteras a través de la música.  Son tan primarios los sonidos en la mente que los sonidos de la música se conservan más en la memoria que el resto de los recuerdos en los pacientes con Alzheimer. Los recuerdos más antiguos de los bebés son auditivos: los de la voz de la madre y la música que escuchaban. A las 18 semanas ya empiezan a reaccionar reconociendo la voz de la madre. El aprendizaje de la música, también aumenta el mayor desarrollo de la inteligencia en general.

En fin, la escucha holísticamente seguiría el siguiente trayecto: entra el sonido por el oído externo, viaja por el canal auditivo, llega la membrana timpánica, mueve varios huesos, pasa a la cóclea, luego en el órgano de Corti el sonido es transformado en impulsos eléctricos que viajan por el nervio coclear, el cual conecta con la médula, sube al bulbo raquídeo,  pasa por el trapezoide, el complejo olivar superior, sigue un curso ascendente hacia el tálamo y de ahí la señal es enviada a la corteza auditiva.

El Olfato

 

El olfato se produce en la nariz. Es el sentido que percibe los olores. El olfato llega a reconocer alrededor de 10 mil moléculas en promedio, aunque en gente entrenada, como enólogos o perfumeros, puede elevarse la cifra a 40 mil.  Olemos sustancias que llegan por el aire a nuestra nariz. Llegan por evaporación y sublimación o llegan por difusión. La evaporación transforma un cuerpo del estado líquido al gaseoso. La sublimación es la transición de un cuerpo de sólido a gas. La difusión tiene que ver con la concentración de una sustancia dentro de otra.  El olor es en realidad el desprendimiento de las moléculas de una sustancia, que por evaporación, sublimación o difusión llegan a nuestra nariz debido a la aspiración que realizamos con la respiración.

Dentro de la nariz hay una membrana que tapiza la parte superior de las fosas nasales. Ahí están las células que constituyen las terminaciones del nervio olfatorio. Ellas atraviesan una estructura llamada etmoides, que están en la parte anterior y media de la base de cráneo.  Ahí llega la señal nerviosa al bulbo olfatorio. Esa sensación es alojada en el lóbulo temporal. Las rutas que siguen los olores son varias. Una conduce a la amígdala, otra al hipocampo, y otra a la corteza olfatoria.  A diferencia de la vista y el oído el olor no pasa por el tálamo.

Así como existe la ceguera o la sordera, existe una privación o disminución sustancial del olfato que se llama anosmia. Regularmente es producida por un daño en la corteza o en el bulbo olfativos. Rara vez es congénita. Tampoco es algo tan grave como sucede con otras privaciones como la ceguera o la sordera.

 Los olores son producidos por las sustancias que se transportan en el aire y entran a la cavidad nasal. Hay ciertas sustancias que permiten la comunicación entre los animales y que, al parecer, en el hombre no son tan importantes: las feromonas. Ellas estimulan el órgano vomeronasal (OVN) y ocasionan cambios en el sistema endócrino de los animales. Los humanos hacemos conceptos de los olores que captamos. Hay personas más sensibles a los olores que otras. Incluso hay quienes se pueden dar cuenta de que otro ser humano está enfermo por su olor. Por el otro lado hay quienes son muy insensibles al olor. En parte, esto tiene que ver con la educación, los indígenas australianos están altamente entrenados en la detección de olores en su entorno y tienen mayores conexiones nerviosas relativas al olfato. Ahora bien, al parecer, hay ocho olores primarios que detecta la nariz:  alcanfor, pescado, malta, menta, almizcle, espermático, sudoroso, urinario.[18] La mezcla de éstos dan el resto de los olores.

Si bien el olfato es un sentido menguado en el ser humano respecto a otras especies animales, tiene su importancia. El humano tiene en promedio 12 millones de receptores olfativos, un gato tiene 70 millones y un perro mil millones.[19] Aun así, en el humano, el oler acompaña a los primeros movimientos respiratorios del recién nacido. La olfacción le permite al feto reconocer químicamente a su madre. Este proceso continúa con el reconocimiento de las personas cercanas al bebé, además de que  permite reconocer y seleccionar los alimentos, y más tarde, detectar sustancias tóxicas, alimentos en mal estado, garantizar la atracción y el reconocimiento de compañeros sexuales.[20] Y es que el olfato desencadena emociones agradables o desagradables, evoca recuerdos e imágenes. El circuito neuronal del olor, está ligado a la memoria de las emociones.

El gusto

 

El gusto se aloja en la boca. Es el sentido que permite captar los sabores. Depende de nuestra lengua fundamentalmente, pero también del velo del paladar y el istmo de las fauces. Ahí hay papilas gustativas que dentro poseen unas estructuras llamadas yemas gustativas que a su vez dentro poseen células receptoras  que se vinculan con neuronas a través de un axón que toca a la base de cada yema. 

La célula receptora al ser estimulada por el químico de un alimento libera calcio y eso va a ocasionar un cambio químico dentro de la célula que va a ser transmitido a la neurona. Tenemos entre 2000 y 5000 yemas en la lengua. Su regeneración es aproximadamente cada 2 semanas. Hay tres tipos de papilas gustativas: las fungiformes, las foliáceas y las calciformes. No es que cada papila capte un tipo de sabor, tampoco es cierto que la lengua tenga sectorizada la captación de los sabores. Lo que sí se sabe es que  hay algunas células receptoras que son sensibles específicamente a un determinado sabor y que hay algunas zonas son un poco más sensibles a unos umbrales de sabor que a otros.  Ahora bien, los axones de esas neuronas van a confluir en tres nervios: el vago, el glosofaríngeo y un nervio craneano. De ahí la información va al bulbo raquídeo, el tálamo y a la corteza gustativa.  Pero también tiene una conexión con el hipotálamo y la respuesta placentera de la alimentación.

El gusto también es detonado por las sustancias químicas de la comida. El sabor es una mezcla además de los estímulos que recibe el cerebro por la nariz y la lengua. Es producto del olfato y el gusto. A este proceso se le llama olor retronasal que es distinto al olor ortonasal. En otras palabras, el sabor implica olor, pero hay olores que no implican sabor. El olor ortonasal llega directo al cerebro sin pasar por el sentido del gusto, mientras que el retronasal se combina con éste.

Los sabores primarios son: dulce, amargo, salado, ácido. Hay un quinto sabor básico llamado umami que está relacionado con el sabor de los contenidos proteínicos con aminoácidos. Es posible que se tenga receptores también para otros tipos de sabores, como las grasas, pero esto todavía está en estudios. El ser humano tiene una tendencia innata a preferir los sabores dulces y un rechazo por lo amargo, aunque el paladar es educable. Ahora bien la relación que hay entre el sabor y el olor es clara. Las moléculas del alimento que se escapa hacia la nariz también influyen en la construcción cerebral del sabor. Personas que por algún accidente han perdido el olfato, dejan de experimentar los sabores. De ahí que se dijera que la lengua no es sensible de manera uniforme. La parte media no es tan sensible como la punta o sus lados o su parte anterior. Lo dulce se percibe sobre todo con la punta, lo salado se percibe a los lados y en la parte anterior, la parte posterior es más sensible a los sabores amargos.

El gusto también se vincula con la sed y el hambre. Pero su función básica es que podamos distinguir entre alimentos y toxinas.

Para que la lengua perciba un sabor, es necesario que un objeto esté húmedo. Se humedece con la saliva que secreta la misma lengua. El objeto ya en contacto con las pailas gustativas transmite sensaciones táctiles, pero también gustativas. Se da información de su textura, consistencia y temperatura.

El tacto

 

El tacto es el sentido que permite captar sensaciones a través de la piel. En ocasiones también es conocido como el sistema somatosensorial. Sin embargo, este segundo término, se refiere a algo más que la pura piel, ya que es el sistema que nos permite sentir a nuestro cuerpo tanto a través de la piel como de los epitelios de la boca o estructuras internas del cuerpo. En el sistema somatosensorial confluyen varios sentidos: la mecanorrecepción (la detección de presiones y movimientos sobre nuestra piel), la  termorrecepción (captación del calor y la temperatura), la nocicepción (captación del dolor), la interocepción (captación de los movimientos y dolores internos del cuerpo),  la propiocepción (que capta la posición de los miembros del cuerpo) y la cinestesia (que capta nuestros movimientos) y el sentido de equilibro o equilibriocepción que nos ayuda a la locomoción. Consecuentemente, los tipos de sensaciones básicos que detecta la piel son los siguientes: toque suave, presión, vibración, calor-frío, dolor y la propiocepción (la ubicación, movimiento y acción de las partes del cuerpo).[21]

El sistema somatosensorial conecta con el sensoriomotriz. El movimiento del cuerpo responde a dos sistemas: uno que es el sistema motor piramidal, que se encarga de los movimientos voluntarios y otro que es el sistema motor extrapiramidal que se encarga de los movimientos inconscientes. En ese segundo sistema intervienen los ganglios basales y el cerebelo.

A veces el cerebro olvida una función específica de un movimiento voluntario debido a una lesión. A esa incapacidad o torpeza de realizar dicha acción, a pesar de que piense en realizarla y trate de ejecutarla, se le llama apraxia.

El tacto ayuda al desarrollo. Por ejemplo, se sabe que a un bebé prematuro que es acariciado, se desarrolla mejor que uno que no.  La piel es el órgano sensorial más grande. Tiene una capa exterior llamada epidermis y otra profunda llamada dermis. En la profundidad de la epidermis están los pigmentos de la piel y las fibras nerviosas.  La dermis posee  capilares sanguíneos,  glándulas sebáceas y sudoríparas, y folículos pilosos. También en la dermis hay terminaciones nerviosas.  En consecuencia, en la epidermis y la dermis hay diversos receptores nerviosos que permiten captar la temperatura, presión y dolor. 

La concentración de terminales nerviosas no es homogénea. La boca, las manos y los genitales tienen amplias concentraciones de éstas.

Hay cuatro tipos de receptores en la piel, unos relativos a la presión, otros al tacto fino, otros con las vibraciones y cambios en la posición de la piel.  Un axón largo es el que toca con los receptores cutáneos. Esto es estimulado por un cambio de polarización con el sodio. Eso nos permite sentir placer, dolor, presión o temperatura. Ese axón es de una neurona aferente que va  conectar  con una neurona de segundo orden que conecta con la médula espinal y luego una de tercer orden que va a llegar de la médula al encéfalo.  Ahí está la corteza somatosensorial. Está ubicada en una franja vertical que corre de la parte frontal del lóbulo parietal. Ahí se registran las sensaciones del cuerpo de manera inversa: las de los pies en la parte superior de esa corteza, las de la cabeza en la parte inferior. La experiencia de ciertas sensaciones del aparato sensorio-motriz varían de ubicación en el cerebro. Por ejemplo, en la propiocepción, una parte de la información va a la corteza somatosensorial, pero otra parte va al cerebelo (la relacionada con el movimiento inconsciente); en el caso del dolor implica la actividad eléctrica de muchas partes de la corteza e involucra al tálamo, y un centro del dolor en la corteza que se encuentra en la corteza insular.

El sentido del tacto no sólo nos permite sentir sobre nosotros, también nos permite sentir nuestra posición corporal. El tacto es hacia afuera y hacia adentro.  Se vincula indirectamente con otros procesos, como la coagulación o los reflejos. Por eso es mejor hablar del sistema somatosensorial.

Bibliografía

 

https://www.youtube.com/watch?v=QeKX4atMzQQ

https://www.youtube.com/watch?v=2hUBIDntjFk

https://www.youtube.com/watch?v=4CvgCcpgK6I

https://es.wikipedia.org/wiki/Ojo_humano

Cuauhtémoc Pineda, Anatomía, Fisiología e Higiene,  edición particular, México, 1992.

Eleizer Braun, El saber y los sentidos, edit. FCE, edición electrónica.

Jean-Didier Vincent y Pierre-Marie Lledo, Un cerebro a medida, edit. Anagrama, Barcelona, 2013.

Nicky Hayes, Tu cerebro y tú. Un manual sencillo de neuropsicología, Ediciones Obelisco, Barcelona, 2019.

Rita Carter, The Human Brain Book, edit. DK, 3ª. ed., China, 2019.



[1] Francisco Pereira, Ver o alucinar. Una mirada introductoria a la filosofía de la percepción, edit. Gedisa, México, 2019, p. 32.

[2] Ibid. p. 33.

[3] Ibid., p. 47.

[5] Eleizer Braun, El saber y los sentidos, edit. FCE, edición electrónica.

[7] Eleizer Braun, El saber y los sentidos, edit. FCE, edición electrónica.

[8] Eleizer Braun, El saber y los sentidos, edit. FCE, edición electrónica.

[9] Jean-Didier Vincent y Pierre-Marie Lledo, Un cerebro a medida, edit. Anagrama, Barcelona, 2013, p. 107-108.

[10] Nicky Hayes, Tu cerebro y tú. Un manual sencillo de neuropsicología, Ediciones Obelisco, Barcelona, 2019, p. 52-53.

[11] Nicky Hayes, Tu cerebro y tú. Un manual sencillo de neuropsicología, Ediciones Obelisco, Barcelona, 2019, p. 48.

[12] Eleizer Braun, El saber y los sentidos, edit. FCE, edición electrónica.

[13] Jean-Didier Vincent y Pierre-Marie Lledo, Un cerebro a medida, edit. Anagrama, Barcelona, 2013, p. 113.

[15] Rita Carter, The Human Brain Book, edit. DK, 3ª. ed., China, 2019, p. 83.

[16] NIcky Hayes, Tu cerebro y tú. Un manual sencillo de neuropsicología, Ediciones Obelisco, Barcelona, 2019, p. 66.

[17] Rita Carter, The Human Brain Book, edit. DK, 3ª. ed., China, 2019, p. 84.

[18] Rita Carter, The Human Brain Book, edit. DK, 3ª. ed., China, 2019, p. 96.

[19] Rita Carter, The Human Brain Book, edit. DK, 3ª. ed., China, 2019, p. 96.

[20] Jean-Didier Vincent y Pierre-Marie Lledo, Un cerebro a medida, edit. Anagrama, Barcelona, 2013, p. 108.

[21] Rita Carter, The Human Brain Book, edit. DK, 3ª. ed., China, 2019, p. 102.

Comentarios

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