¿Qué es la lengua española?

El origen remoto del español está en la lengua indoeuropea, la cual, se calcula tuvo una longevidad de 7000 mil años desprendiéndose de un idioma previo: el protoindoeuropeo. Para Antonio Alatorre, la historia del español inicia ahí, pues mucho de nuestro vocabulario, gramática y morfología ya está en dicha fuente.[1] Ésta tenía cuatro ramales: 1) el anatolio, cuya variedad más importante fue el hitita hacia el  1400 a.C; 2)  el greco-armenio-indio-iranio, que es el ramal que salió de la península de Anatolia dividiéndose en dos sub-ramas hacia el 3000 a.C: el greco-armenio y el indoiranio; 3) el celto-ítalo-tocario; 4) y el balto-eslavo-germánico. El español se desprende de la rama celto-ítalo-tocario.  Resulta que esta rama a su vez se divide en tres subramas: la céltica, el tocario y el itálico. De itálico se desprendieron dos lenguas: el osco-úmbrico y el latín.

               Geográficamente el español está en España. Ahí vivieron muchos grupos pre-románicos cuyas lenguas son poco conocidas.  Por Estrabón se sabe que ahí vivieron los iberos. Se conservan algunas inscripciones suyas, pero nadie sabe qué significan. Se  sabe que datan de los siglos V  a.C. al I a.C. Se sabe que se hablaba el ibérico en el este de Andalucía y que su gentilicio fue acuñado por los griegos. También se sabe de los tartesios -documentados tanto por Estrabón, como por Heródoto- quienes también poseían escritura. (al parecer fueron los primeros en tenerla en la región).  Su sistema de escritura fue silábico originalmente, pero con el contacto fenicio, fueron adoptando el alfabeto. En consecuencia, tuvieron un sistema mixto: silábico-alfabético.  Se sabe que en la región mediterránea el primer sistema de escritura fue el egipcio. Surgió hacia el 3000 a.C. y era de carácter ideográfico. Un signo representaba una idea.  Luego, vino la escritura silábica tartesia. Finalmente, la escritura alfabética, en la que cada sonido se representa. Al parecer, éste fue un invento fenicio, que posteriormente fue perfeccionado por los griegos, quienes añadieron la representación de vocales hacia el año 800 a.C. Los fenicios sólo representaban las consonantes, así que se le llamó también a su sistema como escritura consonántica.  Finalmente, el alfabeto latino fue una importación de los griegos del sur de Italia y de Sicilia que influyeron con éste a los etruscos y a los latinos.  En específico, parece ser que la influencia viene del alfabeto de los griegos de la isla de Eubea.

Ambos pueblos eran de origen africano (tartesios e iberos). Ahora bien, los asentamientos tartesios más importantes estaban en la Sierra Morena, de donde obtenían plata  y cobre; y el Valle del Guadalquivir, que les daba acceso al mar. Este pueblo, al parecer, desapareció cuando inició el apogeo de los iberos. También se dice que al centro de la península vivían los  carpetanos y los oretanos, provenientes de oleadas migratorias de Liguria, Italia. Ellos tenían una lengua no indoeuropea pero con contaminación de la lengua iliria de origen indoeuropeo.  También hubo celtas viviendo en la península ibérica. Ellos, al parecer habían adoptado el alfabeto latino y algunas de sus palabras.  La escritura celta es muy misteriosa, no se ha podido descifrar más que parcialmente. Aún así, parece que se sabe más de ella que las escritura tartesia e ibérica. También en la península se hablaba el idioma griego en las factorías costeras de las colonias de la Magna Grecia.  Cabe mencionar que la influencia cultural griega en la península fue enorme.  La colonia más importante fundada en la península fue Ampurias, se estableció hacia el siglo VI a.C. También la influencia fenicia fue enorme. Como se sabe se habló una lengua púnico-fenicia que tenía su antecedente en el 1100 a.C., pero que se perpetuaba en Cartago en el siglo V a.C. Además de que los fenicios, en la historia de la lingüística, han aportado el alfabeto hacia el siglo XIV a.C. Esto aporto muchísimo al comercio.  El intercambio económico y cultural que tuvieron con los tartesios fue mucho. E incluso hay testimonio del pueblo vasconés, habitantes del golfo de Vizcaya. Ellos fueron los antecesores de los vascos. Su lengua es la única lengua prerromana sobreviviente en la península. Todavía se conservan en España, además muchos topónimos vascos, nombres de pila y nombres de profesión que se transformaron en apellidos.

Desde el siglo segundo antes de Cristo empezaron las cruzadas romanas por la conquista. Ésta se completó en el 19 a.C.[2] El latín que hablaban los militares en los recién conquistados territorios de España, Iliria, el Norte de África y las Galias se convirtió en un latín provincial.  Los conquistados lo afectaron, pero no modificaron su sistema gramatical de declinaciones.  Ese latín, era uno que estaba enriquecido con términos celtas y gálicos. 

Los romanos llegaron a Hispania en reacción a la invasión cartaginense a Italia. Ellos querían cortar los suministros económicos que le proporcionaba el comercio en Hispania a Cartago. La invasión de dicho territorio tuvo una motivación defensiva.  Cartago era una talasocracia que se había fraguado por colonos fenicios que fundaron un nuevo estado fuera de la Fenicia conquistada por el imperio macedonio.  Dicho imperio creció y se convirtió en una potencia temible en la zona que solamente tenía como rival a Roma.  Ambas potencias se enfrentaron por la posesión de Sicilia, lo que derivó en la primera guerra púnica (264-241 a.C.). Ahí perdieron la isla disputada y otros territorios: Cerdeña, Córcega.  Además, debieron de pagar una indemnización a Roma y firmar la paz. En consecuencia,  Cartago se preparó para una segunda guerra.  Invadió a Hispania para capitalizarse enviando a su general Amilcar Barca a conquistar la región.  Después dejaron a cargo de esa región al general Asdrubal y éste a su hijo Aníbal que estuvo en constantes guerras para someter la región. Los romanos, en consecuencia, invadieron la zona,  en la segunda guerra púnica (218 – 201 a.C.). Llegaron al territorio de su aliado comercial de origen griego: Ampurias. Ya para el 207 se habían anexionado a Hispania y lo que quedaba era consolidarla como una provincia romana.  La consolidación llevó varios años. Se enfrentó con la resistencia local de arévacos, cántabros y asturianos. Pero para el año 19 a.C. se logró la anexión total.  Se logró una comunicación terrestres y marítima tan buena, que un viaje de Cádiz a Roma no duraba más de una semana.  La riqueza metalúrgica, de pesca, agrícola (de oliva y vinícola), su producción pecuaria de cabras, cerdos, Jabalíes, vacas), su producción de quesos, su apicultura, leches, la producción de ceras y ropa fuer importante para el imperio.

Con la presencia romana el latín se instauró en la península. Hispania ocupó un lugar importante en la vida del imperio.  Así lo declaró Plinio el Viejo en el siglo I d.C. Señaló que era el segundo país más importante en el imperio, sólo después de Italia.  Los habitantes se hicieron bilingües y el latín recibió una influencia de las lenguas prerrománicas.  Se cree, por cierto, que el nombre de “Hispania” era el nombre que utilizaban los cartagineses para referirse a esa tierra, pero también se cree que puede ser que enga de una palabra fenicia “spn” que significaría algo así como la costa de los metales.

El latín tuvo varias fases históricas: el prehistórico (del que nadie da cuenta por falta de un testimonio), el preliterario (que se plasma en monumentos o textos previos a l surgimiento de la literatura latina), el arcaico (que ya implica literatura, va del 280 A.C. hasta Cicerón), el clásico (que corresponde a la edad de oro de Cicerón a Augusto),  el de la edad de plata (que va de la muerte de Augusto en el año 14 hasta el 117 d.C.), el arcaizante (que pretendía volver al estilo antiguo entre el 117 y el 180 d.C.) y el periodo de decadencia (que coincide con la caída del imperio y el auge del latín vulgar).[3]  Aunque el latín de la edad de plata ya fue  el que se dio con la consolidación del imperio romano en España, el español surgió del latín vulgar. Era un latín que hablaban las clases medias (y de los grandes escritores y los patricios cuando hablaban con familiaridad). Este se contraponía con el latín culto de una clase reducida, la de los patricios. Éste se convirtió en el idioma oficial para la política y la literatura.  El latín clásico fue uno para las formas, que se petrificó, el latín vulgar era dinámico, cambiante y para la vida cotidiana.

Las características del latín vulgar es que fue analítico por perífrasis (expresar con varias palabras lo que se puede expresar con una sola) y no sintético (generó las preposiciones que sustituyeron a las desinencias (morfemas de las palabras que permiten expresar una variación gramatical). Más tarde esto dio origen en las lenguas romances al artículo gramatical. También se caracterizó por ser expresivo y con palabras llenas de afectividad, el uso de diminutivos, el descuido en la pronunciación, una atención debilitada. Obviamente, tuvo un léxico menor. Se dice que una persona promedio maneja aproximadamente dos mil palabras y que una persona culta maneja entre cuatro y cinco mil.  Por otro lado, se buscó expresar todo de la manera más sencilla posible. La morfología se hizo más sencilla. Se redujo el número de declinaciones. Ya el indoeuropeo era una lengua que tenía menos declinaciones que otras lenguas, específicamente tenía ocho, y el latín redujo sus declinaciones a seis.  Se prefirió la coordinación sobre la subordinación en la sintaxis y cambió el orden de expresar las palabras.

Representantes del latín hispánico fueron Porcio Latrón, Séneca el Viejo, Higino,  Séneca el joven y Quintiliano.  Representan la edad de plata de la literatura latina. Ese era el latín literario de la península. Pero también existió un latín vulgar que se habló en la zona. Ha sido llamado proto-romance. Ahí se simplificó la compleja maquinaria verbal.   A la caída de Roma, vino una serie de invasiones de pueblos germánicos. Estuvo motivada en parte por la expansión del imperio huno que desplazó a los pueblos germánicos.  En el caso de España, los primeros germanos que entraron a la península fueron los vándalos.  Luego le siguieron los alanos y los suevos. Justamente la reacción de Roma fue contratar a mercenarios del desplazado pueblo godo para reconquistar el territorio de Hispania. En específico se trataba de los visigodos.  Algunos godos lucharon contra Roma en Italia, otros se incorporaron al ejército romano y otros se establecieron en Francia. Estos últimos migraron a Hispania cuando los francos destruyeron su reino.

Así que finalmente, tras la caída de Roma, los visigodos se instalaron por dos siglos en Hispania. La unificación de España bajo la unidad visigoda fue lograda por el rey Leovigildo. Él quitó  la prohibición del casamiento entre hispanorromanos y visigodos. Combatió a los ejércitos bizantinos. Fijaron su capital en Toledo. Con el reinado del hijo de Laeoviglido, Recaerdo, los visigodos se convirtieron al catolicismo, pues ellos eran  arrianos. La conversión religosa fue hecha para darle una unidad política al nuevo reino. La lengua que hablaban era el gótico. Mientras que en Francia hubo un bilingüismo, en Hispania la lengua gótica fue desplazada por el latín vulgar de los góticos romanizados. Aunque la influencia de la lengua gótica fue poca en España, obviamente hubo un influjo gótico en el proto-romance fue un fenómeno natural. Sin embargo, no pudo influir más porque su periodo solo fue de dos siglos, ya que los árabes llegaron a la región. En el 711 el último rey Godo, Rodrigo, fue derrotado por los moros en la batalla de Guadalete. Los musulmanes se establecieron en la península. Llegaron con puros hombres, no llevaron mujeres a la península. Se mezclaron con las mujeres visigodas. También influyeron al proto-romance a través de la lengua árabe y con mayor fuerza que el gótico. Se generó una gran cantidad de arabismos, fundamentalmente sustantivos que no alteraron ni la fonética, ni la sintaxis del proto-romance.  Algunos mozárabes, españoles arabizados, escribían el latín y el árabe, además de hablar una variante idiomática que los combinaba y sonaba a lo que ahora denominamos lengua española.  Su estructura ha quedado plasmada en unas formas literarias llamadas jarchas. De ellas hablaremos de nuevo más adelante.

Mientras tanto, en el Norte de la península sobrevivían pequeños reinos herederos de los visigodos y los latinos: el Astur-Leonés fundado por Pelayo en el siglo VIII, el reino de Navarra, el reino de Aragón y el reino de Castilla. De todos estos reinos, el último mencionado tuvo una política expansionista frente a sus congéneres cristianos y de recuperación de territorio ante los árabes. El inicio de la reconquista cristiana empezó en el siglo  XI.

Cabe mencionar que en Castilla también se hablaba el árabe y la lengua romance de los reinos cristianos. Obviamente, la hablaban desde una variación dialectal: el castellano.  De ahí, surgió el español.  

Se dice que el paso del latín al español siguió algunas leyes fonéticas evolutivas del latín al castellano. Algunos ejemplos son: la pérdida de la letra “m” al final de la palabra latina, como en “annum” que se convirtió en  “annu” (año); el paso de un sistema vocálico de 10 vocales a 7 y finalmente a 5;  la monoptongación de diptongos (ae, eo, au, pasaron los primeros dos a “e” y el último a “o”); la abertura de la i y la de la u, que pasan en unas palabras de ser vocales breves, a vocales largas (e y o), como el paso de “aurum” a “oro”; el betacismo (paso de los fonemas W, B y la beta griega al la letra “b”); la fricativización de la “v” en beta (el paso de la “v” con un sonido peculiar al sonido ordinario de la “b”), como de “vitam” a “vita”; confusión de la v y la b intervocálicas en beta; palatización de la CE, CI, GE, GI (ke, ki, ye, yi, a se, si, ge, gi); pérdida de las vocales intertónicas (vocales átonas al interior de una palabra), como en “aperire” y que pasó a “aprire”; palatización de las velares implosivas (paso de la “k” y la “g” a pronunciarse con che, por ejemplo: el paso de “lactem” a “lacte” y luego a "leche”;  el surgimiento de los fonemas de la “ñ” y la “ll”;  diptongación de algunas vocales latinas, por ejemplo de “petram”  a “pietra”; aparición de la “ch”;  aspiración de la “f” (de “facere” a “hacer”);  aparición del fonema “j”; la lenición o debilitamiento de los sonidos; eliminación de las consonantes geminadas (aquellas que eran dobles como “mm” y se quedaron en “m”;  sonorización de consonantes sordas (P, T, K pasaron a b, d, g); palatización de la “pl”, “cl”, “fl” (que adquirieron el sonido de la “ll”), como “clavem”, a “llave”; pérdida de la “e” al final de la palabra; pérdida del sonido de la “h”; neutralización definitiva de la “b” y de la “v” (se suelen pronunciar igual); aparición de la “x” y de la “z”.[4] Los cambios fonéticos anteriores fueron frecuentes y regulares. Existieron también otros esporádicos, como la asimilación de sonidos, la disimilación de sonidos (cambiar un sonido de una consonante por otro que está también en una misma consonante), como el paso de “rotündum”, a “redondo”; metatesis (cambio del orden de sonidos), por ejemplo de parabolam a palabra;  la analogía que se hace entre el uso de una palabra y otra  que genera resultados como “dijistes”; la epéntesis (intercalación de una letra nueva en donde no la había), como en “homine”, a “hombre”).   Muchos de estos cambios son provocados por un “sustrato”, es decir, la lengua de los conquistados.  El idioma de la comunidad conquistada ocasiona cambios en la lengua del conquistador.  También se puede dar el fenómeno del superestrato, en el que la lengua del conquistador afecta y modifica a la lengua del conquistado.

El español es una lengua que procede del latín. Eso la vuelve una lengua romance. Pertenece a un subgrupo llamado iberorrománico. Es grupo corresponde a lenguas que se desarrollaron en territorios ocupados por los romanos a principios del siglo V (415 d.c.) en la península Ibérica, el sur de las Galias  y el norte del Magreb. Se caracterizan, entre muchas otras razones, por conservar las vocales latinas. A dicho grupo pertenecen el galaico-portugués, el asutrleonés, el castellano, el navarroaragonés y con polémica, algunos incorporan a este grupo al occitanorománico. Esos grupos tenían varios idiomas a su vez. El asturleonés abarcaba al asturiano, el leonés, el mirandés, el extremeño y el cántabro. El grupo español abarcaba a dos idiomas: el castellano y el ladino. El galaico-portugués, abarcaba a la lengua galaicaportugesa, que ya está extinta, al gallego, el fala y el portugués. El occitanorronámico abarcaba al occitanogastón, al catalán, el navarroaragonés y el mozárabe.[5]   De las variaciones dialectales del iberorrománico, detectamos con claridad la presencia del portugués, del catalán, del leonés, el aragonés, el mozárabe y el andaluz.

Se toma como punto de partida oficial de nuestro idioma es la existencia de unas glosas escritas en latín para explicar palabras de un nuevo idioma, así es, el español.  Podemos situar este suceso en el siglo X d.C. (aunque algunos creen que las glosas son del siglo XI).  Se suele hablar de las glosas emilianenses y las silenses. Ellas eran anotaciones a las homilías escritas en latín.  Las emilianenses fueron escritas en el monasterio de San Millán de la Cogolla y en el monasterio de Silos. No se sabe con claridad si estaban escritas en navarro-aragonés u otra variedad del iberorromance. Pero son el primer testimonio de literatura no escrita en latín.

Actualmente el español es la lengua oficial de España y la gran mayoría de los países de Latinoamérica (salvo Brasil, las Guyanas y Belice) y de algunos países caribeños: Cuba, Puerto Rico, y República Dominicana. También es lengua vernácula de algunos grupos de personas en Estados Unidos, Filipinas, los saharauis (grupo étnico de Sahara Occidental que está distribuido fundamentalmente en Marruecos y Argelia) y en Guinea Ecuatorial.  Es lengua oficial de 21 naciones. Seguramente son más de 400 millones de hispanoparlantes que tienen al español como lengua nativa.  Por muchos años fue la tercera lengua más hablada en el mundo. Ahora es la cuarta lengua más hablada. Fue desplazado por el hindi. Las otras dos lenguas más habladas son el chino y el inglés.

El español está conformado etimológicamente en un 70% por raíces latinas, en un 25% por raíces griegas y en 5% por otras lenguas: vasco, árabe, náhuatl, taíno, maya, quechua, italiano, francés, inglés.

Es evidente para cualquier usuario del español que éste no se habla igual en todas partes.  Existen variedades que pueden ser calificadas como diatópicas, diastráticas y diafásicas. Las primeras son espaciales, están ligadas a los territorios; les segundas a los estratos sociales; la tercera tiene que ver con la situación, con el contexto en el que está el emisor del lenguaje, no hablamos igual en una fiesta que en un acto académico.  Las variedades de diatópicas son estudiadas por la dialectología, las diastráticas por la sociolingüística y la las diafásicas por la estilística.

Los dialectos del español

 

Cuando surgió el español se formaron dialectos de éste. Uno de ellos es el leonés, que dejó de ser otro idioma para convertirse hacia el siglo XV en una variación dialectal del castellano. Igualmente pasó con el reino de Aragón y el aragonés, pasó de ser otro idioma, a una variante española. Surgió también el andaluz (de rasgos mozárabes), el extremeño, el riojano, el murciano y el canario.  Éste último influyó mucho en el español que se habla en América. Actualmente todavía podemos encontrar el extremeño, el murciano y el canario como variaciones dialectales vivas del castellano. Pero tres cuartas partes de España hoy en día hablan el castellano.

 En general el español de España se caracteriza por diferenciar la “s” de la “z” el leísmo (tráela a cenar), el laísmo (la dije que viniera), el uso de vosotros, el uso del “se” en el subjuntivo (amase, quisiese) y tiene sus palabras propias que no se usan en América.  Ahora bien las variantes canaria y andaluza que no usan el vosotros y tienen el seseo, influyeron en la consolidación del español americano.

 En fin, el español americano sería una categoría cómoda para abarcar todas las variaciones que hay en el continente americano del español y que son difíciles de ordenar y sistematizar. Sin embargo, según, Francisco Moreno Fernández,  el español americano tiene características en común: el uso del seseo, el uso del “ustedes” para expresar la segunda persona del plural, o el uso de ciertas expresiones comunes, como: “se los dije”, “después de”, “amarrar”, “botar”, “bravo”, “cachetes”, “chance”, “cuadra”, “egresar”, “flete”, “friolento”, “halar”, “manejar”, “pararse”, “plomero”, “soya” que no son usadas en es español de España, pero que tienen su equivalente.

Se habla de 5 grandes grupos dialectales del español americano: el mexicano-centroamericano, el caribeño, el andino, el austral y el chileno.  El español mexicano-centroamericano es el más extendido a comienzos del siglo XXI. En el mexicano, se pronuncian de manera plena las consonantes, las vocales no llevan acento por sí solas, se usa el sufijo “le” como intensificador (ándele, córrele).  En el centroamericano  se usa mucho “vos” y se usan muchas expresiones indígenas y del mexicano.  En el español caribeño se aspira y debilita las consonantes, las vocales se suelen hacer largas y se suaviza la jota; hay elementos y criollos y africanos en el lenguaje; también expresiones gramaticales propias de la región, como “¿dónde tú vives?” o “¿qué tú quieres?”.  El español andino abarca Colombia, el oeste de Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia; se mantiene la s al final de la sílaba, la erre y la tr se pronuncia como “carso” o “tses”, usan mucho los superlativos, como “esta comida está muy riquísima” y por supuesto tienen sus palabras regionales, como “andinismo” para referirse al montañismo, “chongo” para decir escándalo, etcétera. El español austral abarca una parte de Venezuela, Argentina, Uruguay y Paraguay; pronuncian la ye de manera peculiar, que suena como “sh, suelen debilitar y la s al final y los pronombres los suelen acentuar al final (“tomandolá” en vez de “tomándola”); usan muchos indigenismos, italianismos y lunfardismos. Luego está el español chileno, éste también debilita la ese y se pierde,  las consonantes velares (c, q, j, g) se hacen palatales, en vez de decir “queso”, dicen “quieso” y tienen expresiones peculiares con el “se me le” por ejemplo, “se me le quiso arrepentir”.

El español también se habla en otras zonas del mundo: el Norte de África, Filipinas y Estados Unidos.

 La presencia del español en África ha sido interrumpida, no ha tenido una continuidad.  En Argelia y Marruecos es un idioma residual. Un grupo importante del antaño Sahara Español, los saharuis, hablan dicha lengua. Están refugiados en campamentos de los dos países antes mencionados:  Marruecos y Argelia. Aun así se habla de un español de la zona del Magreb africano. En el español magrebí se confunden las vocales e-i y la o-u (vecino se dice “visino” o “vivía” se dice “vevìa”, se pierde el sonido ye (la silla se pronuncia “sia”) y omiten la sílaba “al” al inicio de las palabras (mendra en vez de almendra). 

Caso distinto es el de Guinea Ecuatorial que se independizó de España en 1968.  Ahí hay una variedad dialectal ecuatoguineano que se distingue por pronuncia la efe como zeta y expresiones peculiares como “usted me burla” o “usted quieres”.

El español norteamericano, producto de las grandes migraciones a hispanoparlantes a Estados Unidos, ha generado un inglés norteamericano que es una mezcla de los grupos dialectales migrantes (70% mexicanos, centro y suamericanos 15%, puertorriqueños 9% y cuibanos 4%).

El español en Filipinas fue idioma oficial de 1565 a 1987, cuando se le quitó el rango de idioma oficial, para ser sustituido por el inglés y el filipino. Hoy casi no se habla el español en ese lugar del mundo.

Ahora bien, los grupos dialectales no son homogéneos. No se habla exactamente igual todas las regiones de cada país. No existe un español mexicano, por ejemplo, que se hable idénticamente en todo México. Así pasa con la mayoría de los países de Hispanoamérica. Los dialectos son regionales dentro de cada nación. El rioplatense de Argentina o el español de Montevideo, de Venezuela, son únicos.

Ante tal panorama, la ortografía y las normas lingüísticas aseguran la unidad de la lengua. Lo que varía fundamentalmente son las formas de pronunciación del idioma.

El origen de la palabra español

 

El español actualmente también es conocido como castellano.  El término “español” tiene su origen en la ciudad romana de Hispalia (la actual Sevilla). Después pasó al dominio árabe y le llamaron Ishbilia. El español surgió justo de la fusión entre el mozárabe,  y la lengua romance del castellano.  Ahora bien, la zona geográfica de la península hispánica recibió el nombre de Hispania. Tuvo influencia moderada de las lenguas prerrománicas de las culturas de los iberos, vascos, fenicios y celtas. Cuando Roma declaró la guerra a Cartago, ésta quedó sometida en el siglo II. El latín se fue imponiendo en la zona. Sobrevivieron sólo dos lenguas prerrománicas, el gallego y el vasco. Ya desde el siglo II el acento del latín de Hispania era distinto al de Roma. Los emperadores Trajano y Adriano eran españoles y Marco Aurelio fue de origen español, aunque nacido en Roma. También fueron españoles los dos Sénecas (el viejo y el joven) y el orador Quintiliano.[6]

Durante la decadencia de Roma, los bárbaros entraron a España en 409. Hubo incursiones de los vándalos, los suevos y los visigodos. Al final, los visigodos se establecieron en la zona, pero no tuvieron una influencia lingüística en las lenguas romances. De hecho, más bien, se romanizaron pronto. Más tarde vino otra invasión importante hacia el 711. Eran los árabes, quienes se instalaron en la península Ibérica. Derrotaron al último rey godo. Se estableció ahí un emirato subordinado al califa de Damasco. Curiosamente durante la presencia árabe en España, coexistieron los hebreos, los árabes y los cristianos. La lengua árabe enriqueció profundamente a las lenguas romances de los conquistados. Los habitantes de los distintos reinos de la península eran llamados de manera general, como hispanioles, por los extranjeros. El término “español”, proviene de la lengua provenzal.  También se dice que proviene del occitano y que fue introducida a la península por los inmigrantes francos. Dicha palabra alternaba con el término “españon”, igualmente, como gentilicio. Pero, al final, hacia el siglo XIII, se impuso el uso del término “español”.

En el norte de España existían reinos independientes que luchaban contra los árabes. Estos grupos del norte tenían una forma de hablar muy parecida. Prácticamente era dialectos. Uno de ellos era el castellano. La palabra castellano alude a un lugar fortificado con castillos (castellum). De ahí proviene el nombre de Castilla. Los cristianos que vivían bajo el dominio árabe, hablaban un dialecto llamado mozárabe.  Pues bien, resulta que el reino de Castilla mediante alianzas y la lucha, logra  crecer. El rey Fernando I amplía su reino primero, al conquistar al reino de León. Así se convirtió en el reino de Castilla y León. Luego, sus sucesores, Alfonso VIII y  Fernando III reconquistaron las tierras gobernadas por los árabes.  Eso dio un impulso al castellano, hasta que se convirtió en la lengua de Hispania. El castellano se fusionó con unos 4000 arabismos del mozárabe y derivó en lo que conocemos como el español más contemporáneo. El rey Alfonso X, ordenó traducir del árabe al castellano una gran cantidad de libros científicos y filosóficos. Esa decisión dio un gran impulso a la lengua española. El otro gran impulso, lo recibió en 1492,  cuando se expulsó definitivamente a los árabes de España, la llegada de los españoles a América, la expulsión de los judíos de España (que menguó a las lenguas judeo-españolas) y la publicación de la primera gramática del castellano por Antonio de Nebrija.

Para algunas personas, el término español se refiere a todas las lenguas habladas en España. Así que se resisten a identificarlo con el castellano. Por siglos se refirió la gente a este idioma como castellano. Recientemente se han empleado como sinónimos. Una forma consensuada de referirse a este idioma, es a través de la categoría “lengua española”.

Etapas del español

 

Atendiendo a su desarrollo histórico, se puede hablar de tres etapas del idioma: el castellano medieval, el castellano moderno y el castellano contemporáneo.  El español medieval data desde su origen más remoto (el 750 d.C.) hasta finales del siglo XV,  el moderno abarca de finales del siglo XV (1492) hasta el siglo XVII, el español contemporáneo data del siglo XVIII (1713) a la fecha.

Castellano medieval

 

Se cree que si el español inició con Castilla, entonces este idioma data del siglo X d.C.  Antes de esta fecha no puede hablarse del castellano más que a lo mucho, hacia el 750, cuando el señorío de Castilla, ya estaba configurado.  En un principio, el castellano mismo tenía muchas variantes tanto orales como escritas, no estaba unificado, a pesar de que el territorio era pequeño, pero la gente estaba muy dispersa. Hay quienes consideran que lo que se hablaba entonces era más bien una lengua prerromance entre campesinos y pastores y un latín vulgar entre los eclesiásticos que funcionaba como lengua culta.  Así que el latín culto ya no influenciaba a esta naciente lengua, tampoco había una influencia del árabe importante, a pesar del bilingüismo de Toledo (la capital de Castilla), pero sí tuvieron cierta influencia de la lengua vasca.  Fue hasta el siglo XIII que el lenguaje se estabilizó y dejó de tener tantas variaciones. Esto fue motivado por la política de reconquista de Fernando III de Castilla.  Ya para los siglos XIV  y XV, les ganó en presencia el castellano al leonés, al aragonés y al mozárabe. A este proceso le podemos llamar castellanización.

 Tal vez las primeras obras que podemos encontrar relativas a esta época son las Glosas silenses (siglo XI) y las Glosas emilianenses (finales del siglo X o principios del XI). Eran anotaciones a textos en latín. Las primeras se escribieron en el monasterio benedictino de Santo Domingo de Silos, las segundas en el monasterio de San Millán de la Cogolla o de Suso.  Ambos lugares eran próximos a Burgos. Las gloses silenses eran un penitencial, es decir un recetario de penitencias para los distintos pecados. Las glosas emilianenses contenían homilías y sermones pseudo-agustinianos. Específicamente, comentaban a una oración escrita a su Señor salvador (en esta obra se mezclaban comentarios en español y en vasco).  La lengua que las glosas comentaban era la navarro-aragonesa, la cual, se dice era muy afín al mozárabe. Esto puede problematizar en cierto sentido que ellas reflejen el castellano, pues éste se empezó a registrar por escrito hasta la segunda mitad del siglo XI. Sin embargo,  el navarro-aragonés era similar a éste. No se sabe con claridad en qué variación dialectal iberromana están escritas las glosas.

También de esa misma época fueron las jarchas, escritos en mozárabe con alfabeto árabe pero que sonaban a español.  Las jarchas están inscritas en un género que es la canción lírica llamada muasaja.  A la parte final de esa canción se le llama jarcha.  En un texto que se llama el romance de al-Ándalus aparece escrito mayoritariamente en árabe y hebreo, pero las jarchas están  escritas en mozárabe.

El conjunto de las glosas y las jarchas son las primeras obras de esta naciente lengua española. Luego, ayudó que Alfonso X encargara muchas traducciones al castellano de textos históricos, filosóficos, legales y astronómicos.  Cabe mencionar que su padre, Fernando III, anteriormente había mandado fijar las reglas ortográficas, para ordenar y facilitar la escritura del castellano.

Los primeros textos escritos en español tenían dos funciones: una comunicativa a nivel personal (cartas y comunicaciones personales o públicas) y organizativa (glosas, documentos administrativos y judiciales).  Después con Alfonso X, tuvo la función de la transmisión de las obras culturales. Se convirtió en una lengua religiosa (para comentar los textos latinos) y en una lengua civil.  Alfonso el sabio sostuvo su política cultural en dos premisas: 1) que las monarquías para alcanzar su madurez requieren del trabajo de los sabios; 2) que las monarquías para alcanzar su madurez deben de hacer accesible dicho trabajo de los sabios a los usuarios del lenguaje popular.  Su reino duró de 1252 a 1284.  El poesía, que era de carácter juglar y popular, se enfrentó a una poesía culta y a otras manifestaciones literarias sofisticadas en prosa.

También se hizo famoso un poema anónimo  (que data de 1250 a 1260)  dedicado a exaltar a Fernán González, quien era un señor feudal y cuñado del rey de Navarra.  En dicha obra se le atribuyen valores morales y épicos excepcionales.  La obra de teatro más importante que se escribió en aquella época fue el Auto de los Reyes Magos (siglo XII). El máximo exponente de la épica castellana fue el Cantar del Mío Cid. Ha llegado incompleta. Con esta obra ya el español se encuentra plenamente constituido. De hecho, Antonio Alatorre considera a esta obra como la primera de la literatura castellana.[7] Se exaltan las luchas de Castilla contra leoneses, aragoneses y almorávides. Otras obras importantes que acompañaron al medievo español fue el género de los cancioneriles. La poesía española tuvo como modelo a la obra de Juan Rodríguez del Padrón: El Cancionero de Baena.  El primer poeta que escribió en español fue Gonzalo de Berceo, quien no escribía canciones, sino poemas religiosos. El perteneció a un movimiento culto del español que se le llamó mester de clerecía, una corriente que entre los clérigos dio un uso intelectual al español en oposición al mester de juglaría, que explotaba la canción popular. También surgió el género de la literatura de caballería. La más popular fue el Amadís de Gaula. Y la obra de entretenimiento más importante de la Edad Media en español fue La Celestina.  Igualmente surgieron los poemas narrativos del siglo XIII como el Libro de Apolonio y el Libro de Alexandre. Las fábulas también tuvieron un papel importante, como sugiere la obra de Calila y Dimna.

Ahora bien, la escritura en castellano la inició gente que sabía escribir en latín y que sabía hablar castellano.  Esa condición se cumplía en los monasterios del condado de Castilla. A esos monasterios los conectaba una ruta de peregrinaje llamada Camino de Santiago, éste permitió en parte la unificación del español.  Esa ruta de peregrinación tenía el sepulcro de Santiago. Con la reconquista cristiana, se estableció un corredor turístico-religioso que unía a Pamplona, Logroño, Burgos, León y Astorga.

Al parecer la gente de los monasterios no tenía clara la diferencia entre el castellano y el latín, aunque practicaran un bilingüismo. La Reforma Carolingia, permitió una distinción clara entre ambas lenguas, pues se ordenaba recuperar los textos en latín clásico y hacer las glosas necesarias para entenderlos. Esa reforma llegó a Castilla mediante la fundación de monasterios cluniacenses.  La liturgia visigótica fue sustituida por la liturgia romana. Así que reforzó la necesidad de separar el latín clásico de sus variaciones vulgares, como lo era la lengua española. Acompañando a dicha reforma, vino el establecimiento de la letra carolina o francesa, una letra de trazo fino y redondeado que se podía trazar fácilmente en las nuevas hojas de papel, introducidas por los árabes a Europa desde el 806, al menos, pero que se  empezar a usar cotidianamente hasta el siglo XIII. En Castilla se usó un tipo de letra que se basaba en la carolina, pero que era distinta: la gótica. De ésta, a su vez, derivó otro tipo de letra: la cortesana.

Así pues, encontramos textos españoles escritos con letra carolina, gótica y cortesana.

En cambio, la primera imprenta llegó tarde a España. Se introdujo en 1472 en Segovia. Ahí se imprimió el primer libro de toda España y en castellano: El Sinodal de Aguilafuente.  Esas fueron las actas   de un sínodo diocesano convocado por el obispo Juan Arias Dávila y que encargó su publicación al editor  alemán mudado a España, Juan Párix. Poco después, en esa misma década, surgieron imprentas en Sevilla, Valencia, Zaragoza, Barcelona y Puebla de Montealbán. Para la siguiente década se establecieron más imprentas, en Salamanca y otras ciudades. Cobró relevancia dicha máquina para la transmisión literaria. Destacaron entre esas obras La Celestina (1499) y La vida del Lazarillo de Tormes (1554).  La imprenta coincidió con el Renacimiento Italiano. Tal corriente fue introducida a España por Juan Boscán y  Garcilaso de la Vega. También fueron publicados varios diccionarios latín-español por Antonio de Nebrija.

Ahora bien, hubo otros inventos, a la par de la imprenta, que colaboraron en la consolidación del español de manera indirecta. Éstos fueron: el astrolabio náutico, la brújula de marear, las naos, las carabelas, las armas de fuego y el perfeccionamiento de los mapas.

En aquella época se usaban fonemas que ahora no se usan. Tenían una “s” que era intervocálica que se representaba gráficamente con una doble s (ss). Tenían los fonemas ts y ds, que se representaban con las letras “ç” y “z” respectivamente. También ya para entonces habían desaparecido las declinaciones del latín y se usaban en su lugar las preposiciones.  También se usaba el signo @, su nombre venía del árabe, arroba, y se refería a una cuarta parte, era una medida de peso, solía aparecer así en los listados. Ya luego el signo fue tomado por un informático anglosajón para las direcciones de correo significando “at”.

Castellano moderno

 

Como ya señalamos el  español moderno arranca en 1492 con tres grandes eventos: la publicación de la primera gramática española, el descubrimiento de América y la expulsión de los árabes de España.  Eso marcó una etapa de expansión del español no sólo en la península ibérica, sino por el mundo.  Coincide, además, con los periodos de Renacimiento español y del Siglo de Oro.  Juan Boscán, Garcilaso de la Vega, Luis de Góngora, Lope de Vega, Pedro de la Barca, Miguel de Cervantes Saavedra.

En los siglos XVI y XVII había en España alrededor de 6 a 7 millones de habitantes, de los cuales, el 80% hablaba castellano. Dicha cantidad aumentó con el establecimiento del Imperio Español.  Los conquistadores españoles no esperaron a que los indígenas decidieran adoptar la lengua. La impusieron como obligatoria. Sin embargo, la importancia del Imperio Español facilitó que su idioma se convirtiera en la lengua diplomática para el siglo XVIII. Así que en Inglaterra, Francia e Italia se hacían gramáticas y diccionarios para aprender el español.  

El principal lugar donde se desarrolló el español fue en América. Ahí tuvo cinco etapas: 1) periodo de formación (1492 a 1550), 2) periodo de florecimiento del español en sus variedades americanas (de 1550 a 1750), 3) el periodo de transición a las independencias nacionales (1750 a 1820) y un periodo actual que va de 1820 hasta ahora. Eso implica una dependencia de 300 años a España y 200 años más con evolución en entornos independientes a ella.  El primero periodo fue el de la expansión geográfica que organizó a América en los virreinatos de Santo Domingo, La Nueva España y el Virreinato del Perú (que en el siglo XVIII se dividió en los virreinatos de Río de la Plata  y de Nueva Granada –Colombia y Venezuela-).

Los principales reinos españoles que participaron de la conquista de América fueron: Castilla y León. Aragón casi no participó. Eso explica casi la ausencia de aragonismos en el español americano. No obstante, hay una gran presencia del andaluz y el canario.

El acceso a la escritura estuvo restringido en la España Medieval a los clérigos y nobles, pero en el Imperio Español y sus colonias, el acceso a la escritura, implicaba un ascenso al poder. También se empezó adquirir esta destreza por parte de artesanos y comerciantes en los núcleos urbanos.  Así pues, también se fundaron universidades. En 1499, surgió la Universidad de Alcalá. A ella le siguió más  de una veintena de universidades en España.  En América se abrieron escuelas para educar a los criollos, escuelas de oficios para los indígenas (como la escuela de artes y oficios de San José de los Naturales de fray Pedro de Gante, abierta en 1523) y escuelas para la nobleza indígena, como Santa Cruz Tlatelolco. Igualmente se abrieron universidades en el nuevo mundo:  Real Universidad de Santo Tomás de Aquino en República Dominicana (1538), la Universidad de San Marcos de Lima y la Real Universidad de México (en 1551) y la Real Universidad de la Plata (1552) en Bolivia.

En las instrucciones básica y universitaria se hacía énfasis en la enseñanza del latín.  Pero también en las escuelas de prestigio para criollos, mestizos e indígena se enseñaban tres lenguas: latín, español y el idioma indígena, que en el caso de México, era el náhuatl.  

Las obras literarias más leídas en español fueron Los siete libros de la Diana (1559) de Jorge Montemayor, que fue una novela pastoril reeditada por varias décadas y en el siglo XVII El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605-1615) de Miguel de Cervantes Saavedra.

En el castellano moderno desaparecieron tres sonidos: la s francesa de rose, la x que sonaba como sh y la j y la g que sonaban como en el francés. En cambio surgió un sonido de la th, que sonaba como la theta del griego antiguo.  La influencia dialectal que hubo en Hispanoamérica no llevó consigo la ç y por eso no hay distinción entre la s y la z.  A este fenómeno de repetición de estos dos gramemas con el mismo sonido s, se le llama seseo. También la h tenía un sonido de aspiración que desapareció en esta época. Sin embargo, se conservó en la ortografía.  Se borró la distinción entre la v y la b, sonando de manera igual en América.

Por la misma influencia del español canario y andaluz es que en el continente Americano desapareció el pronombre del vosotros. Aunque en algunas partes de América se usa el vos (en vez de tú), como sucede en Argentina, Uruguay, Paraguay y América Central.  En esta época se desarrolla el pronombre de “usted”, que estaba ligado al “vos”, que era un equivalente del tú, con respeto. “Usted” viene de simplificar la expresión “vuestra merced”. Denotaba esa jerarquización tan marcada que había en la Edad Media y que se extendió a la España moderna.

La incorporación de términos indígenas al español fue también importante. El  taíno, el náhualt, el quechua y el maya hicieron aportaciones.

También aparecieron los tiempos compuestos y “haber” se convierte en verbo auxiliar.

Cabe mencionar que pese a la publicación de la gramática de Nebrija, ésta no fue reeditada sino hasta el siglo XVIII.  En el mundo hispano no hubo la necesidad de estudiar aquel texto durante tres siglos.  La gente hablaba el español así, sin referencias oficiales. En cambio, sí existieron muchas gramáticas del español publicadas para extranjeros durante esa época.  En general en el siglo de Oro fueron escasas las gramáticas. Por ahí se publicaron unas cuantas: las Instrucciones de la gramática española de Bartolomé Ximenez Patón (1606),  Arte de la lengua española castellana de Gonzalo Correas (1626) y  Arte de la lengua española de Juan Villar (1651). Las normas gramaticales se generaron espontáneamente.

Castellano contemporáneo

 

Ciertamente que el español actual se funda con la Real Academia de la Lengua Española en 1713. Inmediatamente, en ese siglo, tal dependencia publicó entre 1726 y 1736 el Diccionario de la lengua castellana, que también fue conocido como el Diccionario de Autoridades.  En 1771 publicó su Gramática de la lengua castellana. Ambas obras recurrieron a especialistas.

Otra característica de la época es que Napoleón centra su interés en dominar al imperio español, lo cual, va a influir en un evento: la separación  política de las nuevas naciones hispanoparlantes de la Metrópoli.  Dado a la democratización de la cultura, el academicismo de la lengua y contacto entre las naciones es que el español no se ha atomizado en nuevos idiomas.

En esta época pronombres átonos ya no se usan combinados con participios. Y desde el siglo XVII los elementos de la oración son acomodados de muy diversas formas.  Hay nuevas  modificaciones que están en proceso de asentamiento. Parece ser que las formas verbales se están reduciendo al indicativo y al subjuntivo, entre otras nuevas modificaciones.

La idea platónica de las academias puesta en marcha por el Renacimiento y la política centralista de los borbones de una lengua única y prestigiada del imperio dieron génesis a dicha institución. No fue la única de las academias; también estaban la Real Academia de la Historia y la Biblioteca Real.

Pero además, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX la Real Academia Española logró  la aceptación externa a España. Ahora bien, tales normas eran aceptadas tras una discusión y debate. Tan es así que se pugnó por la creación de Academias regionales de la lengua desligadas de la política, autónomas y con una relativa dependencia de la Academia Española.  La primera en surgir fue la colombiana (1871); luego le siguieron la ecuatoriana (1874), la mexicana (1875), la salvadoreña (1876), la venezolana (1883), la chilena (1885), la peruana y la guatemalteca (ambas en 1887), la costarricense (1923), la filipina(1924) la cubana y la panameña ( ambas en 1926), la boliviana,  la dominicana y la paraguaya (las tres en 1927),  la nicaragüense (1928), la argentina (1931), la uruguaya (1943), la hondureña (1948), la puertorriqueña (1945) y la estadounidense (1973).

En el siglo XVIII surgió –se calcula- alrededor del 80% de las palabras que usa el español actual.

Ya en el siglo XIX un hecho político permitió la consolidación multinacional del español: fue la invasión napoleónica de España en 1807.  Napoleón nombró rey de España a su hermano José. Éste promulgó una constitución  el 19 de marzo de 2812, fecha de su cumpleaños, que otorgaba igualdad a los ciudadanos de los territorios conquistados. Las provincias en América estarían a la par de las provincias en España.  Sin embargo, España enfrentó la ocupación con una guerra de independencia entre 1808 y 1814. Al finalizar, Fernando VII  restauró el absolutismo.  Sin embargo, la lengua española ya habían permeado palabras conceptos –con sus respectivas palabras- de: ciudadanía, gobierno, nación, soberanía y territorio.

Ese factor permitió las independencias nacionales en el continente americano. Éstas empezaron en 1810 con Chile, Río de la Plata con sus juntas de gobierno y en México con la guerra. Tales movimientos terminaron hasta 1898 con la pérdida de los territorios de Cuba, Puerto Rico y Filipinas de parte de la corona española.  Era algo esperable dado que los peninsulares no constituían ni siquiera el 1% de la población de los territorios españoles en América. Aun así, las nuevas naciones decidieron conservar el idioma español como lengua identitaria a pesar de estar compuestas en un  20% de blancos, un 25% de mestizos, un 45% de indígenas y un 10% de negros. 

El siglo XX marca una gran migración de hispanohablantes a Estados Unidos. Desde principios del siglo se ha registrado una gran migración de muchos países latinoamericanos hasta le fecha. Eso ameritó el surgimiento de la Academia Norteamericana de la Lengua Española.

Ante los retos que ofrecen la unidad y la educación en la lengua española, España creó el Instituto Cervantes en 1991. Es un organismo dedicado a la promoción y enseñanza de la lengua española, así como de las culturas española e hispanoamericana. Tiene presencia en 90 ciudades de 43 países.

Fuentes:

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_espa%C3%B1ol  (consultado el 23 de junio de 2019).

https://es.wikipedia.org/wiki/Lenguas_iberorromances  (consultado el 23 de junio de 2019).

https://es.wikipedia.org/wiki/Conquista_de_Hispania#:~:text=Se%20conoce%20como%20conquista%20romana,hist%C3%B3ricos%20que%20conforman%20dicho%20periodo. (consultado el 5 de junio de 2020).

"Lengua española." Microsoft® Encarta® 2006 [DVD]. Microsoft Corporation, 2005.

Antoni María Alcover, El latín como punto de partida para el estudio científico de las lenguas romances, edición Kindle.

Antonio Alatorre, Los 1001 años de la lengua española, edit. FCE, 3ª ed., México, 2018.

Carlos Prieto, Cinco mil años de palabras: comentarios sobre el origen, evolución, muerte y resurrección de algunas lenguas, edición Kindle.

Francisco Moreno Fernández, La Maravillosa Historia del Español, edit. Instituto Cervantes/Espasa Calpe, México, 2016.



[1] Antonio Alatorre, Los 1001 años de la lengua española, edit. FCE, 3ª ed., México, 2018, p. 26.

[3] Antoni María Alcover, El latín como punto de partida para el estudio científico de las lenguas romances, edición Kindle.

[5] https://es.wikipedia.org/wiki/Lenguas_iberorromances (consultado el 21 de junio de 2019).

[6] Carlos Prieto, Cinco mil años de palabras: comentarios sobre el origen, evolución, muerte y resurrección de algunas lenguas, edición Kindle.

[7] Antonio Alatorre, Los 1001 años de la lengua española, edit. FCE, 3ª ed., México, 2018, p. 139. 

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