Limpieza del hogar, limpieza del alma

Todos apreciamos nuestras posesiones y las experiencias y recuerdos que éstas generan.  Se convierten en un soporte de nuestra vida mientras tienen una función positiva. Pero también hay un lado negativo. El problema es saber no adherirse a las cosas que se poseen. El que compra compulsivamente cosas trata de saciar una ansiedad, de calmar el estrés. Depende afectivamente de los objetos. Así que al no apegarse a las cosas, el ser humano puede abrirse a nuevas experiencias, a nuevos regalos, para evitar el desorden, evitar el dolor, para abrirse al amor. Esto aplica no sólo con los objetos, sino con las relaciones humanas. En el Zendo (es decir, las salas de meditación del budismo zen) la limpieza es un trabajo muy importante para lograr la meditación. El estudiante de meditación suele hacer la limpieza en silencio, en un estado de vacuidad mental y agachado bocabajo sobre sus manos y pies. El que limpia está conectado directamente con la actividad que está realizando. Se busca lograr una mente infantil, en el sentido de una mente abierta, natural, que sabe que la vida ofrece más de lo que nosotros concebimos. Limpiar es una purificación que arregla tanto al hogar como a la mente. Limpiar la casa es limpiar el corazón. Nuestra suciedad mental está en nuestros miedos, culpas, engaños y pensamientos negativos. Son como la hierba que hay que remover. Si hicimos algo malo, algo sucio, se puede limpiar haciendo algo bueno.[1]  Dice Yamashita: “Normalmente, cuando una persona tiene su casa desordenada, sin prestarle atención, se transmite a sí misma una energía negativa e incluso en cierto sentido sufre una forma de humillación. Se avergüenza de sí misma, se desprecia por abandonarse”[2].  Estas personas se autocastigan y producen una atmósfera depresiva.
Ordenar y limpiar no son lo mismo. Los objetos se ordenan y la suciedad se limpia. Ambas acciones tienen por finalidad organizar un espacio. La organización es la aplicación de la lógica para crear un sistema de funcionalidad en el hogar.[3] El poner en orden una casa es enfrentarse a sí mismo. El limpiar es enfrentarse con el devenir de la propia naturaleza. Ordenar y limpiar no sólo afectan al espacio en cuestión, también transforman a la mente.
Según la RAE limpiar es quitar la suciedad o inmundicia de algo o de alguien. También es quitar lo superfluo o lo que estorba, es quitar de un lugar los elementos sobrantes o perjudiciales. [4] Al final limpiar es ordenar un caos. Para realizar limpieza es necesario deshacerse de las cosas innecesarias. Luego se pueden acomodar las cosas y por último se puede realizar la limpieza: sacudir, barrer, trapear. Entre más mínimo sea el utillaje, más sencilla será la limpieza. Aunque esto se hace en el mundo visible de las cosas, pretende causar impacto en el mundo invisible de la psique permitiendo un profundo conocimiento de sí mismo. Una habitación caótica refleja una mente caótica. Así que en realidad el caos físico es producto del caos mental. Para Kondo una habitación ordenada en una mente caótica sólo da pie a que la mente se vierta sobre sí y reflexione sobre su estado interior. Así que el caos externo es una forma de distraer del interno.  Pero, “Tan pronto como empiezas a organizar, te sientes obligado a reajustar tu vida. Como resultado tu vida empieza a cambiar”[5].
Ahora bien, ordenar  es recurrir a una simplificación y estandarización de un conjunto de cosas que es dispar en una ubicación común, según María Gallay[6].  Según la RAE el sentido de ordenar que aquí compete es el de ordenar algo de acuerdo a un plan o modo conveniente[7]. En este sentido el umbral del orden es subjetivo, personal, intransferible e inexplicable.
Dice Hideko Yamashita: “Al ordenar los trastos de la casa, ponemos en orden las cosas del corazón”[8] porque “Ordenar la casa, una habitación es ordenarse a uno mismo. No es el corazón quien cambia las acciones, sino las accionas las que ofrecen a nuestro corazón la posibilidad de cambiar, y una vez que se inicia el proceso el movimiento continúa”[9].  Ordenar es una operación por medio de la cual se eligen las cosas necesarias, si hay una relación viva con esas cosas. Los objetos tienen que ser constatemente remplazados. Así como el cuerpo y su metabolismo remplazan las células, así en el hogar se remplazan las cosas. La metáfora orgánica que usa Yamashita es que una casa desordenada es como un intestino constipado. Limpiarlo arregla su metabolismo. La elección de las cosas que usamos implica el tomar conciencia de nosotros, es decir el entenderse mejor a sí mismo y quererse más, reflejándose en un buen humor. Desintoxicar un hogar de cosas también ayuda –según María Kondo- a desintoxicar el cuerpo.
La simpleza de una habitación sin tanta cosa ayuda al desapego, nos abre al cambio, a nuevas experiencias, nos libera de la sobrecarga de recuerdos, de expectativas, de ideas. No es el sumar, sino el restar lo que le da sentido al cambio en la vida. En el Zen se cree que la belleza del hogar no está en acumular o sumar muebles o decoraciones, sino en restar los objetos que pueden impedir que se manifieste la belleza original. Pero no sólo limpiar es un asunto de belleza, sino de ahorro de energía. Limpiar evitará que perdamos nuestra energía tratando de controlar un caos que nos rebasa de cosas que guardamos, que adquirimos y que hacen que perdamos dinero. No es bueno comprarse todo, es decir, conformarse con cualquier cosa o con todas las cosas, se debe ser selectivo. Tener un espacio ordenado es tener control de sí mismo, tener un espacio libre. En ese contexto las cosas tienen valor sólo cuando se utilizan, si nunca son usadas, carecen de éste. Como criterio básico, Marie Kondo sugiere tirar las cosas que no se han usado en más de un año. La gente suele acumular las cosas por tres razones fundamentalmente: 1) porque se cree incapaz de ordenar la casa dado que está muy ocupada y casi no pasa tiempo en casa (huida de la realidad), 2) por un apego al pasado, 3) por una inquietud hacia el futuro y la escasez o catástrofes que pueda generar.[10]
Yamashita propone tres conceptos del Yoga en la limpieza: cerrar el paso a las cosas que entran en la vida de uno y que se convierten en costumbres innecesarias (danko); tirar lo que ya hay de innecesario en la vida (Shagyo) y desapegarse de las cosas (Rigyo).
Una casa es para protegernos de las inclemencias del tiempo, es garantía de salud y seguridad. Cuando la casa no cumple con tal fin. Algo se debe de hacer. Cambiar el ambiente del lugar visible, cambia el ambiente invisible de quien habita el hogar. Si se convierte en un espacio de calidad, sirve para relajarse y agasajarse. Para ello el protagonismo del hogar debe de estar en el sujeto, no en las cosas. Se debe de mantener siempre la cantidad escasa de cosas y realizar habitualmente el ordenamiento y la limpieza. Marie Kondo atinadamente dice la organización y la limpieza no se deben de hacer poco a poco cuando se es desordenado, se hacen de un tirón para ir cambiando la forma de pensar. Se debe de eliminar el desorden en el menor tiempo posible para motivar a evitar que el desorden reine de nuevo.[11] También recomienda la perfección. Esto es poder decidir si tirar algo y si no se tira, saber dónde ponerlo. La organización es de dos tipos: la especial (que ordena profundamente una casa y se hace en un solo momento que se puede extender por unos meses) y la diaria que consiste en acomodar unas cuantas cosas desacomodadas en el día a día. A esa organización especial Kondo le llama “maratón del orden”. Durante la limpieza profunda conviene desechar y ordenar por categorías de objetos y no por lugar de la casa. Lo más fácil es empezar por la ropa. Otras categorías serían: libros, aparatos eléctricos, juguetes, adornos, etc.  Se debe de ordenar en función de estilo de vida o del estilo de decoración que se quiere llevar. Ahora bien, en la opinión de Marie Kondo el ordenamiento correcto de las cosas debe seguir un orden temporal: primero se ordena la ropa, luego los libros, luego los papeles, luego las cosas varias y por último las cosas de valor sentimental.[12]
Después de ordenar y reducir el ajuar, se puede pasar a la decoración. Es decir, meter cortinas, colchas de tal tipo, un cuadro, etc. Los objetos decorativos le dan un ambiente especial que nos alegra. Éstos se pueden colocar, colgar, clavar, pegar o plegar. El ambiente minimalista no es para todo mundo. Organizar la casa tiene que ver con la finalidad, pero también con el sentirse bien en ella, el crear una sensación, un ambiente de pertenencia y calidez.



[1] Brenda Shoshanna, Zen and the Art of Falling in Love, edit. Simon and Schuster Paperbacks, E.U.A., 2003, pag. 77 y ss.
[2] Hideko Yamashita, Dan-sha-ri: ordena tu vida, edit. Planeta, s/f. s/l.,   p. 84.
[3] María Gallay, El poder del Orden, edit. Planeta, s/f, s/l, p. 2017.
[4] http://dle.rae.es/?id=NLKAFYS  (consultado el 13 de agosto del 2017).
[5] Marie Kondo, La magia del orden, edit.  Penguin Random Books, s/f., s/l., p.18.
[6] María Gallay, El poder del Orden, edit. Planeta, s/f, s/l, p. 2017.
[7] http://dle.rae.es/?id=R9qL4Xe (consultado el 21 de agosto del 2017).
[8] Hideko Yamashita, Dan-sha-ri: ordena tu vida, edit. Planeta, s/f. s/l.,   p. 7.
[9] Ibíd., p. 7.
[10] Hideko Yamashita, Dan-sha-ri: ordena tu vida, edit. Planeta, s/f. s/l.,   p.50-51.
[11] Marie Kondo, La magia del orden, edit.  Penguin Random Books, s/f, s/l, p. 15.
[12] Marie Kondo, La felicidad después del orden, edit. Aguilar, s/f, s/l, p. 7. 

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