El paraguas: el techo portátil, de los emperadores a los proletarios.
Nuestra experiencia cotidiana, es rica, profunda muy
interesante. Lo que pasa es que nuestros ojos
no ven todo lo que hay en ella.
Nuestros hábitos, acciones, utensilios, vestimenta, comida, tecnología, incluso nuestros
pensamientos, están relacionados a una historia, a un sistema o a una
situación. Cosas tan elementales como el clima, nos afectan irremediablemente.
En esta época (julio-agosto) en buena
parte de México llueve, temporada de lluvias. Una forma muy sencilla
de protegernos de ella, son los paraguas.
Éstos accesorios tienen una historia antiquísima. Desde la antigua China
ya se usaban e irónicamente hoy de nuevo es esa nación quien monopoliza su
producción con paraguas de las más variadas calidades, desde aquellos que sólo
sirven para una ocasión, hasta otros que duran muchísimos años. Podemos decir que en su origen fueron techos
portátiles de papel de tres gajos
apoyados en un bastón de madera, que
servían para hacer sombra su portador y a la vez para denotar un elevado estatus social; tan es
así, que sólo el emperador podía usar una sombrilla de cuatro gajos. El uso de tales quitasoles se extendió en
Asia. De ahí que su uso se compartiera también en la India, Corea, Japón y
Persia. Pero su uso se extendió todavía más allá y alcanzó a
Europa gracias a la ruta comercial de la seda.
Así que también se han encontrado testimonios históricos del uso de
sombrillas en Egipto, Grecia y Roma. En Atenas, por ejemplo, entre las
mujeres libres y aficionadas de la moda, era un accesorio muy cotizado. Sin
embargo podemos decir que regularmente
la posesión de sombrillas siguió siendo de uso exclusivo de gente privilegiada,
al menos hasta finalizar la Edad Media.
Este invento se fue popularizando lentamente, y ya para el siglo XVI en
Europa se empezó a usar con más frecuencia como una protección impermeable ante
los aguaceros, pero prácticamente su
portación era considerado sólo como una moda y necesidad femenina. He aquí algo
interesante, el paraguas y la sombrilla están tan ligados en su historia, que
indistintamente usamos sus nombres sin ningún problema. En estricto sentido, un
paraguas es para tapar la lluvia, mientras que una sombrilla tapa el sol. Sin
embargo, la gente usa las sombrillas y los paraguas para lo mismo. Sólo algunas
excepciones, como las sombrillas chinas de papel, no caen en esta fusión
indistinta de usos. Por eso no es de extrañar que la palabra inglesa “umbrella”
tenga en su etimología la idea de sombra, mediante una palabra latina
que designa a una especie de sombrilla (umbraculum).
Pero volvamos a la historia del paraguas
cuando éste era sólo un objeto de uso para las mujeres. Semejante
tendencia cambió hacia el siglo XVII,
cuando un viajero de origen persa, cuyo nombre era Jonás Hanaway colaboró a derrumbar el prejuicio de que era
un accesorio femenino y lo convirtió en uno unisex, gracias a sus viajes dentro
de Europa, su fama y su excéntrico gusto por las sombrillas. Especialmente fue en Francia e Inglaterra
donde las sombrillas y paraguas se volvieron sumamente populares.
No obstante, estos aditamentos eran muy incómodos de portar y de
usar, debido a su gran peso. Así que hacia el siglo XVIII los
fabricantes europeos se dieron a la tarea de inventar paraguas cada vez más
compactos y ligeros. Así encontramos que para 1791 los paraguas en Francia pesaban unos 4.5 kilos y hacia
1843 llegaron a pesar 750 gramos. Los materiales fueron cambiando, de ser
hechas de seda, madera y huesos de ballena, pasaron a ser de acero (1852),
gracias a la ocurrencia de Samuel Fox (aunque posiblemente ya habían habido
algunas sombrillas de ese material poco conocidas). Definitivamente en los siglos XVIII y XIX
Europa se convirtió en el centro de diseño y fabricación más importante de
paraguas en el mundo. Alemania también
se incorporó a dicha industria en 1855 a través de la sociedad entre August Kortenbach y Carl Rauh, que generó a
la empresa K&R. Ellos mejoraron los diseños existentes y crearon un
paraguas plegable, que permitió llegar después, a la invención de paraguas de
bolsillo creado por Hans Haupt en 1930. Posteriormente, en 1937, K&R
decidió convertirse en marca y nació así la prestigiosa empresa y
línea paragüera germana Kobold.
Las empresas fueron cambiando de propietarios y lugares. La demanda de
paraguas fue creciendo. De tal manera que en el siglo XX su mercado es global y
genera millones de dólares. Hoy en día tenemos
paraguas de varios tipos: el mini, el plegadizo, el largo y el jumbo. Tenemos unos de costo bajo de unos cuantos
pesos, hasta los que llegan a los miles.
Pero lo cierto es que el abaratamiento de las sombrillas gracias al uso
de nuevas tecnologías de producción y materiales más baratos como el nylon, el
poliéster y el plástico, ha permitido crear productos de muy bajo costo (y
frecuentemente de baja calidad), que ha puesto en jaque a las grandes empresas
artesanales de sombrillas. Su maquila, por razones de supervivencia financiera,
se trasladó fundamentalmente a las provincias chinas de Guangdong, Fujian y
Zhejiang. De tal manera que hasta las grandes marcas alemanas (Kobold, Knirps),
italianas (Perletti, Pasotti)[1],
francesas (Guy de Jean)[2],
españolas (Ezpeleta, Manofacturas Clima)[3]
e inglesas (Fulton, Fox)[4]
producen ahí parte o la mayoría de sus paraguas de mediana y alta calidad, los
comerciales y los de lujo. Son unos cuantos y modestos bastiones que quedan en
el resto del mundo los que hacen sus propios paraguas a menor escala, como se ufana Ayrens, la firma francesa que existe desde 1868.
Los paraguas, las sombrillas eran antes un producto artesanal y
reparable, que generó el oficio de los paragüeros y sus locales las
paragüerías. La primera tienda de paraguas fue abierta en 1830 en Londres bajo
el nombre de “James Smith e hijos”. Hoy
en día, dicho gremio está en crisis ante la ausencia de refacciones, la
presencia de grandes tiendas y la desechabilidad de tales productos. Pero a
pesar de esto, su pasión por el oficio continúa. La magia de este accesorio de uso cotidiano, no sólo embruja a estos artesanos,
también sigue fascinando a amplios sectores de la sociedad, sea por un
afán de cultura, como sucede con el Museo del Paraguas de Gignese, Italia, sea
por los diseños de grandes artistas o de marcas, sea por la exitosa publicidad
que le dan a instituciones, empresas o personajes el estampar sus logos y/o
nombres en las sombrillas, o sea por la mera necesidad de no mojarse.
Sin embargo, podemos decir, que los paraguas, no son solamente objetos
bonitos. Cautivan en mayor medida y hasta son representados en la cultura
popular a través de personajes como Mary Poppins o el Pingüino de Batman. Y en
la historia ha habido eventos raros, vinculados con estos accesorios, como el
homicidio que cometió Francesco Gullino en Londres en contra del disidente
búlgaro Gueorgui Markov el 7 de
septiembre de 1978 en una parada de autobús del puente de Waterloo. Este agente
secreto usó un paraguas envenenado que clavó en la pierna de su víctima.[5]
Pero sin que lleguemos a ponernos tan anecdóticos, podemos decir hoy en día, como hace 300 años,
que la gente gusta de evitar la lluvia, sea un emperador o sea un proletario;
las personas portan paraguas, a pesar de que olviden frecuentemente la riqueza
y profundidad de su experiencia cotidiana.
Bibliografía
[1]Perletti
es una compañía que le pertenece a Giovanna Perletti. Su página web no indica
su fecha de origen. Pasotti, en cambio, fue fundada en 1956.
[2]
Esta compañía existe desde 1920. Se caracteriza por una manofactura francesa y
no china.
[3]
Manofacturas Clima existe desde 1919 y produce las líneas de Bisetti, M&P,
Pierre Chardin, C Collection, Pertegaz. Esla fábrica española de paraguas más
vieja de su país. Le sigue en importancia Ezpeleta, que fue fundada en
1935. Ezpeleta maneja las líneas Star,
Gotta y Catalina Estrada.
[4] Fulton es una compañía inglesa fundada en
1953 por Arnold Fulton. Fox es una compañía, en cambio, que existe desde 1868.
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