El Espacio Literario de Maurice Blanchot
Maurice
Blanchot es un pensador francés (1907-2003) que se caracterizó por dedicarse a
la crítica literaria, la escritura y la filosofía. Fue amigo de Emanuel Levinas, de Georges
Bataille y de Jacques Derrida. Las categorías principales de su pensamiento se
centran en la reflexión sobre la
posibilidad de la literatura, el autor, la obra, la soledad, lo neutro. De
esto, se hablará en el presente texto más adelante. Su importancia como
intelectual lo ubica en el grupo de los “malditos ilustrados”,[1] en
las referencias que sobre él hicieron Levinas, Roland Barthes, e incluso,
perdura su influencia hoy en día la web, en páginas (como http://www.mauriceblanchot.net/ o https://www.facebook.com/pages/Maurice-Blanchot-en-castellano/178460935082).
Sus obras de crítica, en las que por cierto confluyen la política de izquierda,
la filosofía y la literatura, son varias, entre ellas está el texto en cuestión
de este ensayo: El Espacio Literario.[2]
Muchos son los aspectos que se pueden tratar de esta
obra, yo me centraré en la construcción que hace del arte literario, de la
obra, y el obrar del escritor (por obrar estoy entendiendo el tema de la
inspiración y acción de escribir). Trataré de mostrar que su visión corresponde
más a una idealización (no absolutamente errónea), que a una descripción
fidedigna de cómo éstos son y operan para todos los casos humanos, y no sólo de
acuerdo a la experiencia blanchotiana. Sin decir más al respecto, haré una
síntesis de tales ideas de su pensamiento en El Espacio Literario y posteriormente haré una crítica sobre éste.
El Espacio Literario.
El término espacio literario se refiere a una especie de
lugar en el que la literatura surge. Un lugar, que en el mundo de la cultura o
de la mente (como prefieran verlo), tiene un sitio. En se mundo habrá lugares
lejanos, a media distancia y cercanos, como en nuestro mundo. En el caso
específico de este espacio, éste es cercano, según Blanchot.[3] Su cercanía tiene que ver con la soledad de
escritor y de la obra misma, con la fascinación y el
sinsentido de su lenguaje y con la necesidad interior de escribir.[4] Esa
necesidad debe ser reprimida porque si no, ya no habría sitio para realizarla.[5] Este autor ama pensar mediante paradojas, y
resulta que esta cercanía ya es paradójica porque parece concebir al espacio
literario como un mundo muy cercano, pero aparte del mundo “En la obra, el
artista no se protege sólo del mundo, sino de la exigencia que lo atrae fuera
del mundo”.[6]
El espacio literario remite a la obra literaria, como una especie de realidad
trascendente, a pesar ser trascendental es cercano. Analicemos, pues, la
soledad de esta obra, la prensión de la que se origina y el tipo de palabra que
usa. En un segundo apartado analizaré su visión sobre el arte (y la literatura
concretamente). En un tercer apartado,
abordaré el tema de la inspiración.
La soledad de la obra, la prensión persecutoria y la palabra.
Es pertinente empezar recuperando la definición de obra
de Blanchot: “la obra es libertad violenta mediante la que se comunica, y por
la cual el origen, la profundidad vacía e indecisa del origen, se comunica por
medio de ella para formar la decisión plena, el rigor del comienzo”.[7]
Ésta, para Blanchot, requiere de la soledad.
Empieza nuestro filósofo francés reflexionando sobre la
soledad de la obra, que supone el apartamiento de quien escribe, pero que subordina
a éste a la supremacía de la obra, a una especie de autonomía de ella, que la coloca en una especie de infinitud que no
permite saber cuándo ésta está acabada, y que la vuelve un secreto para el
propio escritor quien está separado de ella y ella se vuelve ilegible para él.[8] Blanchot,
lo expresa así: “El escritor nunca sabe si la obra está hecha. Recomienza o
destruye en un libro que terminó en otro. Valéry, al celebrar en esa obra ese
privilegio de lo infinito, sólo ve su aspecto más fácil: que la obra sea
infinita quiere decir (para él), que el artista incapaz de ponerle fin, es
capaz sin embargo, de hacer de ella el lugar cerrado de un trabajo sin fin, que
al no concluir, desarrolla el dominio del espíritu[…]”[9]. Y
son factores externos -sintetizados bajo la noción de la “historia”- al
escritor: las exigencias del editor, las necesidades económicas, las cuestiones
sociales, las que imponen un límite a esta actividad infinita. Ahora bien, algo
que caracteriza a esta infinitud es la siguiente paradoja: la obra nunca está
acabada, ni conclusa, simplemente es, y es soledad.[10]
Por otro lado, podemos decir que el escritor es víctima
de una prensión persecutoria, es decir, de una exigencia imperiosa de escribir,
siendo rebasado por la obra, y pudiendo dominar simplemente ese impulso
irresistible de seguir escribiendo, ya que ejercita un poder.[11]
Por ende, no es de extrañar que para Blanchot, la tarea del escritor realmente
termina cuando se acaba su vida.[12] Y
es que el escribir se convierte en algo interminable e incesante, que rompe el
vínculo del escritor consigo mismo, da
voz a lo Universal; es entregarse a la fascinación de la ausencia del
tiempo, participar de la afirmación de la soledad donde participa la
fascinación.[13]
Ahora bien, esta escritura no es inacción absoluta del escritor, es una
participación de éste: “Por eso la obra sólo es obra cuando se convierte en la
intimidad abierta de alguien que la escribe y de alguien que la lee, el espacio
violentamente desplegado por el enfrentamiento mutuo del poder decir y del
poder oír”.[14]
No obstante, el escritor no tiene un dominio pleno de su obra, es rechazado por
ella, apartado, y le exige que pierda su naturaleza, dejando de relacionarse
con los otros y consigo mismo, para dar paso a una afirmación impersonal en una
experiencia original, de la cual ignora mucho.[15]
Ahora bien, la palabra de la escritura (tanto poética,
como literaria), paradójicamente es silencio.[16]
Este silencio es no-ser, evoca la ausencia de todo y es lenguaje de lo ficticio
e irreal.[17]
Vaya, es expresión de lo imaginario, incesante e interminable.[18] Es
un lenguaje sin sentido, que habla sin comienzo (fuera del tiempo).[19] Entonces hay una ruptura entre la palabra
ordinaria y la palabra artística:
Escribir nunca consiste en
perfeccionar el lenguaje corriente, en hacerlo más puro. Escribir comienza sólo
cuando escribir es la aproximación a ese punto donde nada se revela, donde en
el seno de la disimulación, hablar aún no es sino la sombra de la palabra, lenguaje
que sólo es su imagen, lenguaje imaginario y lenguaje de lo imaginario,
lenguaje que nadie habla, murmullo de lo incesante, y de lo interminable al que
hay que imponer silencio, si se quiere al fin hacerse oír[20].
Así que podemos dar paso ahora
a la reflexión sobre lo que es el arte para Blanchot.
El arte.
De acuerdo con
este pensador francés, en una época, como la actual, de desamparo, el arte (y
la literatura), es la intimidad del desamparo, es decir, la intención de hacer
manifiesta el error de lo imaginario y la verdad inasible que está detrás de
él.[21] El arte, entonces es esa actividad inocente,
vanidosa e inútil para la supervivencia que lo crea todo: fines, medios,
etcétera.[22]
Algo que no aclara es cómo si el arte añora una verdad inasible, puede crearlo
todo. Posiblemente, el arte crea su verdad justo porque no puede asirse ella, a
la que sólo apunta. Y en realidad, parece que siempre la oculta: pues cuando
parece que se ha obtenido una verdad de la obra, ésta niega lo verdadero, lo
invierte y lo oculta.[23] Sin
embargo, él (el arte) es real en la obra, realiza la voluntad universal de producción y emancipación.[24]
Ahora bien, aunque el arte participa de estos factores, no es un agente
histórico transformador, acaso es intérprete del pasado, e incluso crítica de
la vida.[25]
Además, ya centrado Blanchot en la actividad poética (que
sin decirlo, parece suponer que encierra
la intención medular de todos los géneros literarios), dice que el verdadero poeta
busca la poesía toda su vida, y los versos se vuelven experiencias vitales:
“Para escribir un solo verso hay que agotar la vida”,[26]
agotar el arte y agota la vida en la búsqueda del arte.[27] El
poema es el exilio y el poeta pertenece a la insatisfacción de ese exilio, es
un no pertenecer;[28]
es una ausencia de dioses y es presencia del error.[29] El
arte es aniquilación, es escribir para poder morir contento y para no morir a
través de la obra que es recordada en la memoria de los pueblos.[30] Por esto, es que la obra literaria se puede
relacionar estrechamente con el espacio de la muerte en el pensamiento
blanchotiano. La muerte es la neutralidad absoluta, para él.[31]
Luego analizará el tema en diversos casos literarios que complementan la idea de
la muerte como un acto humano en el que participan la voluntad (con el suicidio),
el azar, la justicia,[32]
para finalmente decir: “En este horror por la muerte en serie encontramos la
tristeza del artista que reverencia las cosas bien hechas, que quiere hacer
obra, y hacer de la muerte su obra. Así, desde el comienzo, la muerte está en
relación con el movimiento tan difícil de aclarar la experiencia artística”.[33] Y aquí entra la relación con el mito de
Orfeo, que es un encuentro voluntario con la muerte.[34]
La
inspiración
Si la muerte tiene que ver con la oscuridad de alguna
manera, la inspiración también si asociamos la oscuridad con la noche. Por eso
dice Blanchot:
Quien se consagra a la obra es
atraído hacia el punto en que ésta se somete a la prueba de la imposibilidad.
Experiencia específicamente nocturna, experiencia de la noche.
En la noche todo desaparece. Es
la primera noche. Allí se aproxima la ausencia, el silencio, el reposo, la
noche; la muerte borra el cuadro de Alejandro, el que duerme no lo sabe, el
muere va al encuentro con un morir verdadero, allí se acaba y realiza la
palabra en la profundidad silenciosa que la garantiza como su sentido.[35]
Pero la inspiración no es exclusiva de la noche, es una
construcción del día, la edifica y está unido a ella.[36]
En fin, la inspiración es como la mirada de Orfeo, y el arte es quien abre a la
noche, la cual se vuelve intimidad, acuerdo, unión.[37] Orfeo desea mirar la noche, sacrifica su arte
que es contemplado en el día, para mirar lo que disimula la noche.[38]
Pero, luego, emerge hacia el día, dándole forma, figura y realidad.[39]
Tal cual en palabras de Blanchot este mito griego dice: “no se puede hacer obra
si se busca la experiencia desmesurada de la profundidad por sí misma,
experiencia que los griegos reconocen necesaria a la obra, experiencia en la
que la obra se somete a la prueba de su desmesura”.[40]
Esa es la mirada inspirada de Orfeo, que se orienta al fracaso, y por ende a la
autenticidad, donde la obra misma es negada, sacrificada.[41]
La inspiración para Blanchot no es un don que se da a
alguien que existe, sino es el don de la existencia a alguien que no existe, y
que existe sólo en su nulificación, y en el despido de toda certeza y verdad.[42]
Otro aspecto de la inspiración que aborda Blanchot surge
de la escritura automática de los surrealistas, que es una es una exigencia
poética inicial, es un murmullo infinito, un lenguaje sin silencio, y parece
fuente inagotable.[43] Otra fuente de la inspiración, contrariamente
a la propuesta surrealista del sueño,[44]
son el insomnio y el deseo, a los cuales
también alude Blanchot.[45]
Si nos ponemos más
exigentes, podemos considerar que otro elemento que participa de la inspiración
-y a la vez de la comunicación del arte- es el leer. No obstante, para Blanchot la lectura no
requiere de ningún atributo especial.[46] Incluso
el lector se siente superficial ante la obra, y tiene una relación de
vacuidad-plenitud con ella, en tanto que la obra contiene un vacío que es
llenado por la lectura. [47] El lector libera al libro del escritor, es
hacer que el libro se escriba sin el escritor, la lectura da al libro su
existencia, pero aunque hace esto no le agrega nada a la obra: “la lectura no
hace nada, no agrega nada; deja ser lo que es; es libertad, no libertad que da
el ser o lo toma, sino libertad que
acoge, consiente, dice sí, sólo puede decir sí, y en el espacio abierto por ese
sí, deja afirmarse la decisión
trastornante de la obra, la afirmación de que es, y nada más”.[48] Justo
lo que amenaza a la lectura es la intención del lector de querer ser él mismo
ante lo que lee.[49]
Extraña que no vea Blanchot que la lectura pueda ser
inspiración para el escritor, él le confiere más un status distinto, de
conocimiento de la obra, y no de inspiración poética. Incluso es un competidor de la inspiración en
el sentido de que luchan la exigencia de leer con la de escribir.[50] En
oro sentido la lectura inspira al escritor en el sentido de que éste escribe
para un posible lector futuro.[51]
Pero también la lectura participa de una dialéctica propia de la obra de arte,
pues hay un desgarramiento entre quien produce la obra (el creador) y quien la
escucha (el lector), de tal manera que
entre ambos fundan un diálogo.[52]
Sin embargo, hay un punto de comparación que comparten la
lectura y la inspiración: “al menos en el punto de partida de la lectura, hay
algo vertiginoso que se parece al movimiento irrazonable por el cual queremos
abrir a la vida los ojos ya cerrados; movimiento vinculado al deseo que, como
la inspiración, es un salto, un salto infinito: quiero leer aquello que, sin
embargo, no está escrito”.[53]
Crítica, a manera de conclusión
El Espacio Literario de Maurice Blanchot es la exposición
de la concepción de dicho intelectual sobre lo que es el arte (concentrándose
especialmente en la literatura), la obra literaria, el escritor y obrar como
tal. Esta perspectiva está basada en una perspectiva filosófica que remite a
Heidegger cuando hace referencia al ser, pero que denota la propia visión
Blanchotiana a partir de las paradojas que muestra como la propia esencia del
arte literario y la experiencia de la escritura y la lectura. Estas paradojas, son valiosas en tanto que
permiten al lector del Espacio Literario, reflexionar junto con el autor sobre
la actividad literaria, tanto para asentir, como para disentir de sus tesis.
Sus paradojas en momentos, me parecen más juegos del
lenguaje, poéticos y con prejuicios filosóficos y psicológicos sobre el arte.
Para empezar, hace una especie de ontología que da prioridad a la obra sobre el
escritor y la vuelve como un agente que anula al escritor y da paso a lo
universal. ¿Qué es eso lo universal sino una abstracción teórica y arbitraria?
Lo universal no existe como un en sí. También es claro que para Blanchot el
escritor es un medio cuasi-pasivo para que la obra literaria se realice en un
libro. Esta propuesta es interesante como
metáfora de la experiencia, no como una descripción real del ser de la
obra literaria. Pues ese ser, solamente depende de los hombres y habría que
demostrar su existencia y supremacía
sobre el escritor. Vaya, sin escritores, no habría la obra. Por otro lado, me
parece que no todos los escritores, ni estetas, estarían tan de acuerdo que la
visión blanchotiana sobre el arte pueda describir la variedad de visiones que
hay en torno a él. Por ejemplo, el rol de la literatura como algo un agente
no-político y epistemológicamente neutro, o la concepción de que la inspiración
anula al escritor, ante los ojos de muchos escritores, sería algo debatible. Ya que para algunos
artistas y literatos, la literatura es un agente de cambio, de conocimiento de
la naturaleza humana, y señalarían que inspiración sería más bien algo que
tuviera que ver con la afirmación del propio escritor. De acuerdo con el
Diccionario de la Literatura de Federico
Carlos Sainz de Robles, la obra sería “el trabajo o parte del trabajo de un
escritor”.[54]
Esto supone que la obra, lejos de ser algo en sí y supremo, sería algo
totalmente dependiente de su autor. Por ejemplo, para Fernando Pessoa, “El arte
consiste en hacer sentir a los otros aquello que nosotros sentimos”,[55]
es decir, lejos de nulificarse el artista, se afirma. Las características del
arte literario, su finalidad y modo inspiración, varían según la personalidad y
visión del mundo de cada escritor. No
obstante, en honor a la verdad, la
lectura de Blanchot sobre el arte literario, coincidiría parcial o totalmente,
con algunos escritores, por ejemplo, el mismo Sainz de Robles dice que la
inspiración es “a concepción primera de una obra o de una invención. Las
inspiraciones literarias como los descubrimientos científicos son atribuibles a
imponderables sugestiones ajenas al sujeto”[56],
lo cual podría coincidir con la óptica blanchotiana. En otras palabras, puedo
decir que, pese a que su visión es subjetiva, es valiosa porque ofrece una
lectura original que hace que el lector reflexione profundamente sobre lo que
es este espacio del mundo que es el literario.
Bibliografía
Libros:
BLANCHOT, Maurice, El Espacio Literario, Editora Nacional,
Madrid, 2002.
JUÁREZ, DELIA (comp), Gajes del oficio. La pasión de escribir,
Ediciones Cal y Arena, México, 2007.
SAINZ DE ROBLES, Federico Carlos, Diccionario de la Literatura, t. II,
Edit. Aguilar, Madrid, 1982.
Páginas web:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-1863-2005-12-11.html (consultado el10 de junio del 2013).
http://www.trotta.es/pagina.php?cs_id_pagina=15&cs_id_contenido=10534 (consultados el 10 de junio del 2013).
[1]
Los malditos ilustrados es un grupo conformado por intelectuales de la talla de
Georges Bataille, Pierre Klossoski y él. Los tres eran escritores y pensadores.
Véase: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-1863-2005-12-11.html
(consultado el10 de junio del 2013).
[2]
http://es.wikipedia.org/wiki/Maurice_Blanchot
(consultado el10 de junio del 2013). Sus
obras según esta página web son: : Falsos Pasos, La Parte del Fuego, El Último
Hombre, La Amistad, La Conversación Infinita, La Escritura del Desastre, De Kafka a Kafka, Lautrémont y Sade, Michel
Foucault tal y como me lo imagino, El libro por venir, La comunidad
inconfesable, Los intelectuales en cuestión, Crónicas Literarias, Escritos
Políticos, Une voix venue d'ailleurs. Por último tenemos El Espacio Literario.
Dicha obra data de 1955, fue publicada por Gallimard. Consta de siete capítulos
y un apéndice: 1) La Soledad Esencial,
2) Cercanía del Espacio Literario, 3) El Espacio y la Esencia de la Obra, 4) La
Obra y el Espacio de la Muerte, 5) La Inspiración, 6) La Obra y la Comunicación, 7) La
Literatura y la Experiencia Original y 8) Apéndice sobre la soledad esencial y
la soledad del mundo, las dos versiones de lo imaginario, el dormir y el
itinerario de Holderlin. También consúltese esta obra.
http://www.trotta.es/pagina.php?cs_id_pagina=15&cs_id_contenido=10534 (consultado el 10 de junio del 2013).
[3] Maurice
Blanchot, El Espacio Literario,
Editora Nacional, Madrid, 2002, p. 43.
[4]
Ibíd., p. 45. Véase lo que dice Blanchot: “La necesidad interior de escribir
está ligada a la cercanía de ese punto donde no se puede hacer nada con las
palabras, desde donde parte la ilusión de que si se guarda contacto con ese
momento, pero volviendo al mundo de la posibilidad, “todo” podrá hacerse,
“todo” podrá decirse” (p. 45). El presente párrafo me parece que apela
implícitamente al nexo que tiene la necesidad de escribir con el sinsentido del
lenguaje y con la fascinación, que son el supuesto de la posibilidad del todo.
[5] Ibid. p. 44.
[6] Ibid., p. 45.
[7] Ibid., p. 187.
[8]
Maurice Blanchot, El Espacio Literario, Editora Nacional, Madrid, 2002, p. 17
-19.
[9]
Ibidem.
[10] Ibid., p. 18.
[11] Ibíd.,
p. 21.
[12] Ibid., p. 22.
[13]
Ibid., p. 22-29. Es interesante
también que Blanchot interprete que la escritura de diarios sea una práctica
que busquen los escritores para conservar la relación consigo mismos (p.
24-25). También es interesante que la fascinación para Blanchot es liga con el
Neutro, con un algo impersonal y profundo (p. 29).
[14] Ibid., p. 31.
[15] Ibid., p. 45-46.
[16] Ibid., p. 32.
[17]
Ibid., p. 33. Aquí contrapone esta palabra esencial, que
es no-ser, con la palabra bruta que representa, que refiere a la realidad de
las cosas. La palabra bruta es usada mucho, aunque realmente no representa a las cosas en sí, sino a su
propio significado que vertemos sobre las cosas. La palabra árbol no representa
al árbol en sí, sino lo que construimos mentalmente sobre él cotidianamente. En
cambio, la palabra esencial, es poco usada, se opone al lenguaje ordinario y al
lenguaje del pensamiento (sobre las cosas). La palabra esencial es palabra
poética. Y es que Blanchot hace un tratamiento indistinto en su argumentación
entre la palabra esencial y la palabra poética. En cambio, si distingue con
claridad entre la palabra bruta y la palabra poética.
[18] Ibid., p. 38.
[19] Ibid., p. 43.
[20] Ibid., p. 42.
[21] Ibid.p. 73.
[22] Ibid., p. 76.
[24] Ibíd.,
p. 188.
[25] Ibid., p. 189 y ss.
[26]
Ibid., p. 77.
[27]
Ibidem.
[28] Ibid., p. 212.
[29] Ibíd.,
p. 220 y ss.
[30] Ibid., p. 81 y 82.
[31] Ibíd.,
p. 230.
[32] Ibid., p. 97 y ss.
[33] Ibíd.,
p. 110.
[34] Ibíd.,
p. 141.
[35] Ibíd.,
p. 147.
[36] Ibid., p. 151.
[37] Ibid., p. 154.
[38] IBid., p. 155.
[39] IBid., p. 155.
[41] Ibíd.,
p. 157 y 158.
[42] Ibid., p. 202.
[43] Ibíd.,
p. 162-163.
[44]
Es interesante lo que dice Blanchot del sueño, que es un despertar de lo
interminable (p. 238).
[45] Ibid., p. 167-169.
[46] Ibid., p. 171.
[47] Ibid. P., 180 y 181.
[48] Ibid., p. 174.
[49] Ibid., p. 177.
[50] Ibid., p. 178.
[51] Ibid., p. 179.
[52] Ibíd.,
p. 201.
[53] Ibíd.,
p. 175.
[54] Federico Carlos Sainz de Robles, Diccionario de la Literatura, t. II,
Edit. Aguilar, Madrid, 1982, entrada: obra.
[55]Delia
Juárez (comp), Gajes del oficio. La pasión de escribir, Ediciones Cal y Arena,
México, 2007, p. 17.
[56] Ibid., entrada: inspiración.
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