Crímenes Imperceptibles. Mentira y Verdad.
Crímenes Imperceptibles es una de esas raras novelas
que combinan la Lógica con la Matemática y el género policiaco. Fue
escrita por el argentino Guillermo Martínez. La trama se sitúa en Oxford en el
verano de 1993. El protagonista,
que es un claro alter ego del escritor,
se relaciona con un coprotagonista, de nombre Arthur Seldom, quienes hacen una
mancuerna sui géneris, que como Sherlock Holmes y Watson, se alían para
resolver una serie de crímenes que la policía no siempre puede resolver,
estando, un paso atrás siempre. Paradójicamente,
lo que el protagonista no sabe, es que Seldom, no es un Sherlock Holmes que
descubre al homicida, sino que es un antihéroe, bastante humano, que encubre un
homicidio cometido por su hija Beth. Pocas personas saben de esta paternidad. Y
más bien, todo trata de la mentira, como sucede con el homicida serial que
supuestamente reta a Seldom y a la policía
para que lo atrapen. Más aún, otro padre, Raplh Johnson, desesperado por salvar a su
hija, como un buen imitador (copycat), mata a 10 estudiantes y se suicida con
ellos para lograr que su hija reciba un trasplante de pulmón. Necesita de un
engaño para que su hija pueda recibir un órgano suyo, sin que se le niegue por
haber cometido suicido. Pero además, Johnson sin saber y sin querer, le ayuda
a Seldom para establecer la coartada perfecta
para Beth, quien justo, no podía soportar la vida que llevaba, y mató a la
señora Eagleton, no sólo para quedarse con su fortuna, sino además, porque le dolía
la verdad de su situación con ella. Las
ironías de que la verdad puede generar un mal, y de que la mentira genera más mentiras, e
invita a otros a mentir, incluso durante la búsqueda de la verdad, resultan
interesantes. La verdad como la lógica
son indiferentes a la moral. Seldom lo sabe y asume que cualquier sentido de la vida
responde a una mera estética del razonamiento. Ni siquiera la filosofía logra
dar una respuesta adecuada a la realidad, ya que: “cualquier sistema filosófico
se propone demasiado; todo es en el fondo una cuestión de balance: dime cuánto
quieres saber y te diré con cuanta certeza podrás afirmarlo”.[1]
Una mentira, no obstante, tiene
una relación estrecha con la verdad. Para serlo, tiene que ser verosímil. Las
malas mentiras, no sirven de mucho. Rápidamente caen y no surten efecto. Las
buenas, pasan por verdades. Por eso Guillermo
Martínez juega con el lector, y lo mismo combina personajes falsos con personas
reales de la vida mundana. Lo mismo es real un Arthur Seldom que un Alan
Turing, un Gödel, un Tarski o un Wittgenstein. Su obra , pues, genera más bien
un mundo como el Pitagórico, donde Pitágoras es una mezcla entre lo sabido y lo
oculto, entre la mentira y la no
mentira, entre el mito y la realidad.
Pero, ¿qué pasa justamente cuando
la propia investigación científica en torno a la verdad nos dice que no hay
verdades acabadas, absolutas? ¿Cuándo el teorema de Gödel no hace sino señalar que a la verdad se accede de manera limitada?
Dice Seldom: “En el fondo, lo que mostró
Gödel en 1930 con su teorema de incompletud es que exactamente lo mismo ocurren en la matemática. El mecanismo de
corroboración de la verdad que se remonta a Aristóteles y a Euclides, la
orgullosa maquinaria que a partir de afirmaciones verdaderas, de primeros
principios irrebatibles, avanza por pasos estrictamente lógicos hacia la tesis,
lo que llamamos, en una palabra, el método axiomático, puede ser a veces tan
insuficiente como los criterios
precarios de aproximación de justicia”.[2]
La verdad, como estado pleno, es una
intención, no una realidad. Por eso
muchos se enamoran de lo atemporal, inmortal, autosuficiente, democrática e
irrefutable que puede ser la verdad. Sin embargo, la verdad, cuyo mayor amante
podría ser Platón, parece ser más bien un conjunto vulgar de muchas verdades
pequeñas, temporales, mortales, dependientes,
elitistas y refutables.
La debilidad de la investigación policiaca está en que opera de manera
predecible, aferrándose a las evidencias físicas y sobrevalorándolas, así como
funcionando a través de la navaja de Ockham, de tal manera, que las
explicaciones simples, siempre serán mejores que las más complejas. La novela
de Guillermo Martínez, pues es una novela policiaca que es antipoliciaca,
nihilista, cínica y especialmente, muy humana. Crímenes Imperceptibles, pues, es un canto a
la falacia de la verdad.
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