¿Qué es convencer?

En los procesos de comunicación hay tres tipos de ésta, es decir, tres registros que tiene el comunicador: la información, la expresión y el convencer. La primera es objetiva y neutra, apunta a hechos; la segunda es emotiva y subjetiva, denota sentimientos; la tercera revela opiniones. La opinión es un punto de vista de naturaleza discutible. Es un espacio privado en el que se valoran los pros y contras de las cosas. Desde la óptica de Philipphe Breton son siete las situaciones públicas en las que se discuten las opiniones, en las que entra la persuasión, el convencer: conflictos de interés respecto al espacio público, las situaciones profesionales, los debates sociales, la esfera política, el espacio judicial, las relaciones privadas, la esfera del mercado y el consumo.[1]
Cuando queremos convencer a alguien de algo, ¿qué es lo que estamos haciendo? La palabra convencer no es una categoría filosófica, es un término común del lenguaje ordinario. Sin embargo, tiene una significación peculiar en el contexto de la argumentación.
Etimológicamente convencer viene del latín convincere que significa vencer con razones y pruebas.[2]  En consecuencia se puede entender como sinónimo persuadir.  Otros sinónimos de convencer son: “inducir, inclinar, inculcar, arrastrar, sugestionar,  sugerir, imbuir, inspirar, satisfacer, demostrar, mover, inclinar, seducir, vencer, reducir, tentar, fascinar, impresionar, probar, argumentar, captar, atraer, coaccionar, exhortar, incitar, aconsejar”.[3]
Los usos cotidianos de esta palabra remiten a una influencia sobre el ánimo del otro. El convencer, pues, implica tratar de generar un cambio de opinión en el otro. Es obrar sobre él recurriendo a la palabra, pero sin dominarlo.  Se ejerce el acto retórico en un contexto de simetría en el que ambos somos iguales.  Esto genera una paradoja: el orador pone todo su empeño y energía en tratar de convencerlo a sabiendas de que aquel es libre de asumir o no las razones que se le proponen.
Para convencer  hay que transformar eficazmente  su  punto de vista. En consecuencia, dice Bretton que convencer es difícil por dos razones: 1) porque la gente se aferra a sus propias opiniones,  y esto está ligado directamente a la identidad; 2) porque hay que encontrar motivos adecuados para que el otro acepte cambiar su opinión, es decir, hay que saber argumentar.  
Al dar razones se puede recurrir a la seducción, o bien, se puede prescindir de ella. La argumentación permite elegir al interlocutor si adopta o no la creencia propuesta, incita a la reflexión; la manipulación no lo permite, es una violencia cognitiva, una coacción de la libertad y está más ligada a la influencia de la personalidad del orador que a sus argumentos. Los manipuladores son grandes oradores.  El saber hablar bien está más asociado a una hazaña oratoria y a la seducción que a la argumentación. Ahora bien, el saber hablar bien ayuda mucho a convencer. Así que tampoco es algo que no se deba de fomentar.
Por otro lado,  el orador también debe de ser humilde y autocrítico, debe de pasar por el auto cuestionamiento,  pues el principio de igualdad que aplica en la argumentación debe de obligarlo a asumir la posibilidad de que el otro tenga razón. El orador no debe de sentirse dueño de la verdad y esperar que el adversario caiga derrotado ante ella; ya que el otro puede tener la verdad, o bien, tener mejores razones que las mías para adoptar un punto de vista. Tampoco debemos de estar obligados a pensar lo mismo y de la misma manera. La argumentación no debe de ser un asunto de poder, sino de saber y conveniencia mutua.  Convencer no debe ser derrotar al otro, sino vencer en conjunto a las razones inadecuadas. El modelo de la disputa retórica como lucha debe ser sustituido por el de la democracia.
Más aún antes de tratar de convencer a alguien, habrá que preguntarse si vale la pena tratarlo de hacer. Porque tal vez querer convencer al otro signifique no respetar su autonomía y su identidad.

Bibliografía


Fernando Corripio, Gran Diccionario de Sinónimo, Voces Afines e Incorrecciones, edit. Bruguera,  Barcelona, 1977, entrada: convencer.
Guido Gómez de Silva, Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española, 2ª ed.,  edit. FCE, México, 2009, entrada: convencer.
Philipphe Breton, El arte de Convencer. Las claves para argumentar y ganar una negociación, edit. Paidós, Barcelona, 2009.





[1] Philipphe Breton, El arte de Convencer. Las claves para argumentar y ganar una negociación, edit. Paidós, Barcelona, 2009, p. 26.
[2] Guido Gómez de Silva, Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española, 2ª ed.,  edit. FCE, México, 2009, entrada: convencer.
[3] Fernando Corripio, Gran Diccionario de Sinónimo, Voces Afines e Incorrecciones, edit. Bruguera,  Barcelona, 1977, entrada: convencer. 

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