Amada Enemiga
Mírame fijamente a los ojos, que sostendré la mirada ante tu panóptico escrutinio. Escúpeme, insúltame, arrástrame, dame el más bajo golpe, realiza tu intentona más elaborada y ruin… ¡Estoy aquí!, esperándote a ti, quien nunca me abandona. Tarde o temprano regresas. Cuando menos te espero, a mi lado estás, mi fiel enemiga. Ven. Recuérdame que nací del llanto y del rechazo de la simiente; confírmame que un grito me trajo a la vida, que el absurdo con su ardiente acero me bautizó. Obsérvame detenidamente. Te mostraré que soy el milagro de la ambigüedad y el sinsentido. Así que: amágame, asfíxiame, sofócame porque respiraré, aunque revientes mis costillas. Corre hacia mí, sedúceme y dame la espalda, bésame y muerde mis entrañas. Tírame, patéame, revuélcame y vuélveme a patear. Las heridas han de curar. Yo me he de parar. Como los ancestrales testudínidos soy un superviviente: sin garras, ni crines, colmillos o tamaña inmensidad, ...