Argumentar en situaciones difíciles
Ciertamente que una situación difícil es una en la que el diálogo se antoja como imposible. Pues bien, Philipphe Breton, comunicólogo francés, investigador del CNRS y profesor de la Universidad de París y de la Universidad Marc-Bloch de Estrasburgo, ha propuesto una estrategia contra intuitiva en una circunstancia así: la argumentación.
Una situación difícil es definida por Breton como una situación no deseada que conlleva violencia.[1] Puede ser ante conocidos o desconocidos. Las situaciones difíciles no son abstractas, son concretas y subjetivas. Algo que no es una situación difícil para una persona, lo puede ser para otra. La violencia no permite el desarrollo de una vida plena. Las situaciones difíciles generan miedo. Ellas son parte de nuestra vida social. Las situaciones difíciles son difíciles porque no se consigue solucionarlas con facilidad. Se requiere de valor para enfrentarlas. Algunas situaciones difíciles de carácter icónico, que plantea Breton, son: hablar con gente cuyo punto de vista es radicalmente opuesto, tomar la palabra ante un público difícil, enfrentar una situación de manipulación (pues ella es una forma de violencia a largo plazo que priva de la libertad a través de de las emociones agradables o desagradables o por medio de la desinformación), resistir una situación de agresión física (que es una afirmación de poder del agresor y una negación de la víctima) o de una de agresión moral (psicológica y de acoso).
La forma más práctica de solucionar las situaciones difíciles es evitándolas, es decir, abandonando el problema (defección).[2] También se puede reaccionar con violencia a la violencia; a veces sucede así porque no queda otra opción. Cuando no se recurre ni a la huida, ni a la agresión, se recurre a la argumentación: el hacer uso de la palabra para pacificar y resolver la propia situación. Breton da a entender tácitamente que la mejor elección para afrontar una situación difícil es la argumentación, y que ésta se debe de tratar de implementar siempre, hasta el final.[3] Esta tercera opción es la más exigente (intelectualmente) y la menos natural. Si bien no es absolutamente eficaz, Breton cree que es más eficaz de lo que regularmente se cree. Breton está consciente que no siempre se puede dialogar en algunas situaciones difíciles, como el ser atacado por un asesino en serie.[4] Sin embargo, en otras ocasiones si hay posibilidad de elección. Cuando esto sucede, Breton propone un método de tres principios o criterios para afrontar las situaciones difíciles. Estos son: la objetivación, la escucha activa y la afirmación argumentada del punto de vista propio.
La objetivación consiste en ver el problema como si se fuera ajeno a éste, como si fuera algo exterior. Para romper con una situación difícil hay que: renunciar a la venganza, ignorar la violencia revisando y replanteando los juicios, la percepción que nos hacemos de ella, controlando así nuestras emociones (reacción estoica), practicar la urbanidad (como un valor para regular idealmente la conducta). La urbanidad supone renunciar al deseo personal –inmediato sin considerar a los demás. La urbanidad supone privilegiar la armonía en la vida social. Es decir, la objetivación consiste en controlar las emociones, no emitir un juicio sobre el otro (el agresor) y en tener claros los elementos clave que describen a la situación.
La escucha activa consiste en tener presente al punto de vista del otro con benevolencia y de sí mismo tratando de generar empatía; pero, a la vez, en el caso de las situaciones difíciles debe de mostrarse el desacuerdo con firmeza, anticipándose a sus razones y solicitando que las justifique. La actitud que debe de mostrar un argumentador es la del silencio (para poder hablar, atender y escuchar), la atención y la escucha. El silencio es considerado una condición necesaria por el diálogo en la retórica antigua. Esto lo afirma también Breton. Por desgracia, no considera en su método que esta condición esté raramente presente en una situación difícil, ni señala cómo lograr el silencio, y la escucha atenta del otro cuando no los proporciona.
La afirmación argumentada consiste en ofrecer razones para que renuncie a la violencia con la esperanza de que el otro las asuma como mejores razones que las violentas. Breton cree que la argumentación es un medio de afirmación de la identidad del sujeto.[5]
En cambio, las técnicas de manipulación van en contra de la afirmación identitaria y de la técnica para salir de situaciones difíciles. No obstante, Breton no se plantea el problema de si en algún momento es legítimo recurrir a la manipulación como estrategia para enfrentar a un agresor en una situación difícil, si hay algún caso en el que no sea reprobable dicha actitud, siendo en consecuencia el mal menor respecto a la acción del agresor.
Breton idealiza la eticidad, las condiciones y la eficacia de la argumentación, las trata de probar con casos en los que funciona, como lo fue el de un vecino dialogando con otro respecto a la salida de una calefacción y el ruido que generaba; o bien, el caso extremo del asesino serial Patrick Allegre, quien dejó a una víctima suya escapar gracias a la actitud argumentativa de ésta. La alteridad, la empatía, la sinceridad, valores y ejes necesarios de su propuesta.
Si bien está consciente de que un método no es infalible ni universal, muestra que a veces sí puede funcionar. Su método no es inflexible, ni fácil, requiere de preparación y tiempo, los cuales no siempre se tienen. Sin embargo, apela a que su práctica, mejorará su eficacia. Para esto recomienda reflexionar los fracasos, observar situaciones similares, desarrollar una cultura de la interioridad, saber describir una situación para poderla objetivar, aprender a argumentar mejor tomando como principio convencer a los demás con los motivos que convencen a uno mismo, no oponerse a la fuerza que la propia violencia lleva y que podemos usar en su contra, y prepararse psicológicamente para saber que tarde o temprano se caerá en una situación difícil por más que se evite.
Así mismo, su técnica supone el silencio, la atención y la escucha con condición argumentativa que no siempre se da en una situación difícil, supone la disposición del agresor a escuchar argumentos. Esta disposición puede estar presente, pero en realidad su gestación no depende solamente de las acciones del agredido para pacificar la situación. Su método es útil, no se debe de escatimar, pero también habría que valorar que algunas personas enardecidas se enojan más con una palabra o una frase que a veces no se sabe que van a detonar ese efecto. Por ende creo que es válido que se deben de considerar como igualmente valiosas otras opciones de defensa, como la manipulación, la legítima defensa o la escapatoria.
Bibliografía
Philippe Breton, Argumentar en situaciones difíciles, edit. Paidós, Barcelona, 2005.
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