Memoria (retórica)

Es el cuarto paso de la composición oratoria. Después de seleccionar, organizar las ideas y el manejo lingüístico del discurso (inventio, dispositio y elocutio), sigue la memorización de la pieza oratoria.  Es, por lo tanto, la operación que fija en la memoria al discurso, reteniendo lo configurado por las  operaciones anteriores (inventio, dispositio y elocutio). Es llamada “tesoro de las cosas inventadas” y “guardián  de todas las partes de la retórica”. Hay quienes pronuncian discursos a partir de un esquema con ideas claves, hay quienes lo escriben y se lo aprenden para su exposición pública.   De acuerdo con  José Antonio Hernández  y María del Carmen García  el ejercicio de la memoria ayuda a la persuasión.  Paradójicamente la memoria mejora con la práctica del hablar en público.
La Retórica antigua distinguía entre dos tipos de memoria: la natural y la artificial o artificiosa. La primera era la propia del sujeto con su alcance inmediato, es su facultad psicológica (ingenium), la otra es ejercitada a través de recursos nemotécnicos: los lugares y las imágenes (ars).
Los lugares son depósitos donde se sitúan los elementos del discurso, son espacios físicos imaginados o conocidos por el orador en cuyas partes se distribuyen en cinco o múltiplos de cinco las imágenes del discurso. Las imágenes son representaciones de cosas que se quieren recordar en un orden adecuado. Esas representaciones son imágenes de cosas. A esas cosas van a estar asociados conceptos.  Si alguien quiere recordar una competencia atlética, el orador se imagina un llavero con aros olímpicos o la escultura de un estadio situado en buró, por ejemplo. En ese buró habrá otras cuatro cosas que represente otras ideas que quiera recordar el orador acomodadas en el orden adecuado del discurso. Las imágenes son el resultado de la reelaboración e intensificación de algunos elementos del discurso que van a ser colocados en los lugares de la memoria. Así, pues, si se habla del robo de una casa, el orador hablará de la noche, las escaleras utilizadas por el ladrón, la impaciencia con la que robó las joyas de la casa, etc.
Si el recuerdo falla, el orador debe de improvisar y proseguir hasta retomar el hilo.  
Para  José Antonio Hernández y María del Carmen García la memoria ha sido malentendida si la reduces solamente a la nemotecnia. La memoria es la adhesión y conocimiento de una teoría,  una doctrina o la identificación de un personaje.  A esto se le llamó en términos antiguos perceptio.  La memoria, pues, no es recitación, sino “se trata de permitir que los elementos del discurso –y las ideas que hay tras ellos- arraiguen en tu mente de forma que lo que digas se desprenda de manera espontánea y natural de tus pensamientos”.[1]
En consecuencia la memoria para efectos de la pronunciación de un discurso es producto del estudio y de recursos nemotécnicos.  Ella está subordinada a la finalidad de la pronunciación de la pieza oratoria. Es pues una operación de carácter textual.
Ahora bien, si se quiere usar un método más contemporáneo de memorización retórica, siga el que describe Sam Leith: “Escribe todo el texto de tu discurso; léelo uno y otra vez; divídelo en secciones de un párrafo o dos de extensión; da a cada sección un título breve y escribe esos  títulos en una ficha o en una serie de fichas. Ensaya el discurso con ayuda de las fichas. Cuando llegue el momento, llévalas contigo, pero no las uses si no es imprescindible”[2].
En la Antigüedad y Edad Media hubo un interés por la memoria, el cual decayó con el Renacimiento. De por sí en la Retórica Clásica esta operación ya había recibido menos atención que la inventio, la dispositio y la elocutio.

Bibliografía.


Angelo Marchese y Joaquín Forradellas, Diccionario de Retórica, Crítica y Terminología Literaria, edit. Ariel, Barcelona, 2013.
Antonio Azaustre y Juan Casas, Manual de retórica española, edit. Ariel,  Barcelona, 2011.
Étienne  Souriau, Diccionario Akal  de Estética, edit. Akal, Madrid, 2010, entrada: retórica.
Federico Carlos Sainz de Robles, Diccionario de la Literatura, t. 1, Edit. Aguilar, Madrid, 1982.
Fernando Romo, La Retórica. Un paseo por la retórica clásica, edit. Montesinos, España 2005.
Helena Beristáin, Diccionario de Retórica y Poética, Editorial Porrúa, 9ª  ed., México, 2006.
José Antonio Hernández y María del Carmen García, El arte de hablar. Manual de retórica práctica y de oratoria moderna, edit. Ariel,  Barcelona 2008.
Luis Vega Reñón y Paula Olmos Gómez (coord.), Compendio de Lógica, Argumentación y Retórica,  2ª ed., Edit. Trotta, 2013. 
Matilde Moreno Martínez, Diccionario Lingüístico Literario, Edit. Castalia, Madrid, 2005.
Oswald Ducrot y Tzetan Todorov, Diccionario Enciclopédico de las Ciencias del Lenguaje, edit. Siglo XXI, México, 2009.
Sam Leith, ¿Me hablas a mí? La retórica de Aristóteles a Obama, edit.  Taurus, México, 2012.
Tomás Albaladejo, Retórica,  edit. Sïntesis,  Madrid, 1993.



[1] Sam Leith, ¿Me hablas a mí? La Retórica de Aristóteles a Obama, edit. Taurus, México, 2012, p. 168.
[2] Ibíd., p. 180.

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