Actio o Pronunciación

Es la quinta y última etapa de la creación discursiva en la retórica.  Sigue a la memorización de pieza preparada a través de la inventio, la dispositio y la elocutio (creación del argumento, ordenación y embellecimiento del discurso).  Consiste en la presentación pública de la pieza oratoria ante un auditorio.  Es la comunicación del texto retórico al receptor. También se le llama acción, pronunciación o pronuntiatio. Cicerón la definía como el gobierno de la voz y el cuerpo a partir de la dignidad de las cosas y las palabras; es la elocuencia del cuerpo respecto a la voz y el movimiento. La voz y el cuerpo son entendidos como las principales herramientas de esta operación para el orador.  Esta, operación de uso de la voz y el cuerpo para persuadir al auditorio, adecuándolos a las pasiones, tonos y ritmos necesarios del discurso era denominada por Aristóteles como (hipócrisis). Ésta tiene un carácter teatral. En cambio, para el espectador la vista y el oído son las vías de contemplación del discurso. Así que debe de ser un espectáculo  para el espectador.  La comunicación de un discurso no puede ser neutra, si no pierde fuerza persuasiva.
Con frecuencia hablar en público es un problema para muchas gentes. Para hacerlo con soltura se requiere seguridad.  La presentación es la prueba de fuego de un discurso. Si está mal hecho, ahí se percatará el orador.  Muchas ideas se pueden cruzar por la mente mientras se habla, así que el orador se debe mantener sereno y concentrado.
La Retórica contemporánea le da mucha importancia a esta faceta. Hay varios elementos a considerar: la vestimenta, la posición del cuerpo,  el desplazamiento (que se recomienda sea escaso o nulo), los movimientos de manos, las gesticulaciones y la modulación de la voz (phonasci).  El hombre entero se transforma en lenguaje. El orador es un actor que da vida a las palabras, a los conceptos.  Todos los elementos arriba citados deben de tener una armonía, una misma intención semántica.
 En la Antigüedad no se prestó mucha atención a esta etapa. No obstante, para Demóstenes era la instancia más crucial de una pieza oratoria. Lo que más se trabajó en aquella época fue la voz.   En la Edad Media también fue poco estudiada. Tomás de Salisbury (Summa de arte predicandi) y Tomás Waleys (De modo componendi sermones cum documentis) destacaron por ser de los pocos que estudiaron este asunto.  En el Renacimiento y el Siglo de Oro,  entre los siglo XVI y XVII, fue estudiada como parte de la retórica sagrada, es decir, la oratoria enfocada a la predicación. Estuvo pensada la actio en función del sermón.  En esta época destacaron la Retórica Eclesiástica de Fray Luis de Granada y la Instrucción de predicadores de Francisco Terrones del Caño. Aquí se recomendaba que la pieza oratoria (el sermón) debe de ser, después de ser escrita, debe de reposar, luego, antes de su pronunciación, debía de ser meditada, reflexionada.
La modulación depende del volumen (magnitudo), la firmeza (firmitudo) y la flexibilidad (mollitudo). El volumen es natural, no se puede cambiar. Sin embargo, se puede cuidar este para aumentarlo y conservarlo. La firmeza y la flexibilidad se pueden modelar.   La flexibilidad es la variación de la entonación de un discurso.  Se habla de tres tipos de tono: conversacional, de debate y amplificatorio.  El conversacional refleja el tono usual del habla ordinaria, cotidiana, puede ser  digno (voz grave y  calmada),  explicativo,  narrativo o bromista. Es una modalida apacible. Era llamado sermo. El tono del debate es el de una discusión, que implica una exposición rápida en voz alta; o un tono cortado con pausas y exclamaciones frecuentes. Es una modalidad enérgica en la que se dan pruebas y refutaciones. También fue conocido este tono como polémico o contentio. El tono amplificatorio es un tono que busca conmover, es histriónico, con cambios de entonación, pausas frecuentes y largas y una voz grave. Regularmente se usa para llevar a la ira o a la misericordia.
 Varios tonos se deben de usar en la exposición del discurso para no volverlo monótono.
La articulación de las palabras debe ser claridosa, con una correcta separación de los elementos que forman las frases. La gesticulación facial debe de apoyar a la voz. Las expresiones faciales deben ser afines al tono y sentimiento que se estén reflejando. Se debe de cuidar la posición de la cabeza, el cuello, el rostro, la postura de los hombros, la espalda, el pecho, los brazos, las manos,  hasta los pies.
Los vicios que se deben de evitar de la actio son el exhibicionismo, la pedantería,  el narcisismo, la frivolidad, el histrionismo y la paranoia. Cuando es virtuosa, en cambio, parece espontánea, natural, seductora,  aunque en realidad, sea un número teatral muy ensayado, en el cual deben de colarse la sinceridad y la autenticidad.

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