Los valores estéticos
La vivencia
estética es única e insustituible, produce en el ánimo del contemplador una
serie de emociones y sentimientos ricos, profundos que lo ponen en camino hacia
los grandes misterios del ser.[1]
La vivencia estética se podría
relacionar con la experiencia mística. Ambas pueden generar una plenitud, un
arrebato o una serenidad muy especiales.
La vivencia estética se puede experimentar a través de la contemplación
de la naturaleza, del arte o en la vida cotidiana con algunos objetos útiles que
poseen cierta belleza. Ésta está
relacionada con una educación psicosocial del juicio estético y con la
experiencia personal. La vivencia estética expresa valores estéticos. Éstos,
según Francisco Larroyo constan de los siguientes componentes: 1) una imagen
intuida por el contemplador, 2) una expresión lograda por el artista 3) una
coherencia estructural de la obra que se relaciona con la percepción, 4) una
universalidad concreta, de un mensaje, de una idea que se quiere transmitir ,
5) una emoción contemplada.[2] Sin embargo, esta ontología del valor
estético supone una objetividad de dicho valor y lo circunscribe al arte.
Podría entenderse también como algo más subjetivo y sin esos componentes. La propuesta de Larroyo supone el juicio
estético, es decir, una capacidad de atribuir un valor estético a cualquier
cosa de cualquier tipo con un grado de objetividad o consenso con el resto de
las personas. No obstante, no todos los
juicios son estéticos necesariamente, ni todas las apreciaciones estéticas
deben coincidir en algún punto. La actitud estética es una forma particular de
atender o experimentar las cosas que no está subordinada ni a la utilidad, ni
al valor económico, ni al juicio moral, ni a una específica emoción personal.
La actitud estética se suele ligar a la experiencia del ser de las cosas. Suelen considerarla como una experiencia
desinteresada. Sin embargo, hay quienes cuestionan este desinterés, pues en el
arte hay intereses económicos, morales y emocionales. De cualquier manera, la
experiencia estética puede ser calificada como elevada, con un grado de
receptividad mayor en torno a la experiencia ordinaria.[3]
La actitud estética en el siglo XVIII fue llamada “gusto”. En esa época
se abordó este tema por primera vez y se refiere a la capacidad o posibilidad
de generar juicios estéticos. Uno de los
primeros y más influyentes estudios que hubo fue el del Padre André en su
Ensayo sobre la Belleza (1741). El consideró al gusto una facultad inherente al
ser humano, universal, natural e infalible, pero que no se reducía a normas
sociales. En cambio, para Montesquieu, el gusto era algo evidentemente
individual. Para los filósofos del
sentido moral (Hutcheson y Shaftesbury), el gusto estaba ligado no sólo a la
estética, sino también a la moral, pues es una facultad que mostraba la ligazón
ontológica entre la bondad y la belleza.
En cambio para Kant era una facultad autónoma cuyos juicios se pueden
juzgar a priori (sin la experiencia) que consistía en la capacidad de juzgar a
un objeto por medio del deleite o la aversión independientemente de cualquier
interés.[4]
Aunque hoy en día ya no sea tan fácil de calificar al gusto como una facultad
de la razón, desde los ojos de la
epistemología (rama de la filosofía que estudia el conocimiento), ciertamente
los tratadistas de estética contemporánea
siguen conservando las nociones de gusto elaboradas en el siglo XVIII.
Así que tal vez sea conveniente manejar la definición de Nicola Abbagnano sobre el gusto como el canon o criterio que se
usa para juzgar los objetos del sentimiento.[5]
Como sea, el gusto está ligado a los valores estéticos. En inglés se
suele hablar de propiedades estéticas en vez de los primeros. No obstante, ambos se refieren al mismo
fenómeno de aquellos conceptos o adjetivos
que usamos para describir las experiencias estéticas que tenemos los seres
humanos. [6]
Hay adjetivos que no están ligados a la estética ni pretenden emitir un juicio
de valor sobre la belleza o fealdad de las cosas, así que hay propiedades no
estéticas.
En una jerarquización estética se pueden establecer dos polos: lo bello y
lo feo. Entre ambos hay una gradación,
que en realidad son las variaciones mismas de la belleza. José Antonio Dacal
Alonso creó una taxonomía básica de valores estéticos. Supone la dicotomía
anterior de la belleza y la fealdad, pero dentro de la belleza propuso
siete tipos de valores: la hermosura, la
gracia, la elegancia, lo sublime, lo trágico, lo dramático y lo místico. De la
fealdad no hace una clasificación. [7]
Para empezar la belleza no es algo fácil de definir. Solemos llamar a
algo bello cuando nos gusta y feo cuando nos disgusta. Para Santo Tomás de Aquino la belleza poseía
las características de la integridad, la perfección, proporción, armonía y
claridad. Pero el criterio para
determinar estas propiedades es lo que vuelve complicada a la belleza. A pesar de ello, Dacal toma como punto de
partida las propiedades enunciadas por Santo Tomás para elaborar una
categorización de lo bello. Posteriormente indicará que lo hermoso posee
solidez, iluminación, brillantez, fulgor, orden, ritmo, quietud. La gracia
muestra movimiento, espontaneidad, ironía, regocijo, coquetería, picardía, pero sin
perder pulcritud, delicadeza, exquisitez ni elegancia. Lo sublime aparece como
majestuoso, imponente, solemne, colosal,
magnífico, admirable, extraordinario. Es decir, conlleva una sensación de
grandeza. Lo trágico se asocia con el dolor, el abatimiento, la convulsión, el
terror, el absurdo. Lo dramático muestra la tensión entre lo épico y lo
lírico, entre la necesidad y la
libertad. Lo místico encierra una experiencia de la divinidad, de
trascendencia, de misterio, de quimera.
Lo feo en cambio se refleja como frustración o falla existencial muestra
desequilibrio, obscuridad, monstruosidad, ridiculez, etcétera.
Nuevamente la anterior taxonomía peca del gran problema de la objetividad
del juicio estético. Pero su valor radica en ofrecer categorías para pensar y
discutir una experiencia tan subjetiva en un mundo social y objetivo. Por ejemplo nos deja las siguientes
preguntas: ¿hay razones que expliquen el gusto estético?, ¿existe en todos los
seres humanos o es producto de la educación?, ¿qué papel desempeña en las
creaciones artísticas?, ¿qué determina
que alguien emita un calificativo para expresar su experiencia estética?
Actividades
1.
Elabora tu propia definición de gusto estético
tomando una postura respecto a las posturas dadas en el siglo XVIII sobre lo
que es.
2.
Haz un mapa conceptual sobre los valores
estéticos y el gusto.
3.
Haz una presentación en power point en la que se
ejemplifique la taxonomía de José Antonio Dacal de los valores estéticos con
obras de arte conocidas, cuya imagen, audio o liga puedas hallar en internet.
Bibliografía
José Antonio Dacal Alonso, Estética General, edit. Porrúa, México,
1990.
José Ferrater Mora,
Diccionario de Filosofía, tomo II,
edit. Ariel, Barcelona, 2001.
Nicola Abbagnano, Diccionario de Filosofía, edit. FCE, 4ª
ed., México 2012.
Robert Audi (editor), The
Cambridge Dictionary of Philosophy, Cambridge University Press, E.U.A.,
1995.
Ted Honderich (editor), The
Oxford Companion to Philosophy, Oxford University Press, 2ª edición.
[1]
José Antonio Dacal Alonso, Estética General, edit. Porrúa, México,
1990, p. 146-147.
[2] Ibíd.,
p. 152.
[3]
Ted Honderich (editor), The Oxford
Companion to Philosophy, Oxford University Press, 2ª edición, entrada:
aesthetic attitude.
[4]
José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, tomo II, edit. Ariel,
Barcelona, 2001, entrada: gusto.
[5]
Nicola Abbagnano, Diccionario de Filosofía, edit. FCE, 4ª ed., México 2012, entrada:
gusto.
[6] Robert Audi (editor), The Cambridge Dictionary of Philosophy, Cambridge University Press,
E.U.A., 1995, entrada: aesthetic property.
[7]
José Antonio Dacal Alonso, Óp. Cit., p.
152 y ss.
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